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Trucos de azafata: por qué nunca hay que comer en los aviones

Una bandeja de desayuno de una aerolínea. / PIXABAY
Una bandeja de desayuno de una aerolínea. / PIXABAY
Una bandeja de desayuno de una aerolínea. / PIXABAY

No, no es por la baja calidad de algunos platos servidos en determinadas aerolíneas ni por el elevado precio de los menús en otras. Según Melissa Biggs Bradley, fundadora de la firma de viajes de lujo Indagare, la decisión de no comer mientras está subida a un avión no tiene nada que ver ni con la calidad de la comida ni con su precio.

Biggs, que ha decidido desvelar lo que ella llama un “secreto de azafata” en una entrevista concedida a la cadena Bloomberg, asegura que hace diez años se encontró con una auxiliar de vuelo de Singapore Airlines en el vuelo más largo del mundo en aquel momento (duraba 17 horas y cubría la ruta desde Singapur a Nueva York). “Ella me dijo que su truco (para no estar agotada) era no comer en el vuelo”, explica.

 

El truco tiene en realidad una explicación muy sencilla. “A gran altitud, el sistema digestivo se cierra completamente”, asegura Biggs, y añade que es como “estar bajo los efectos de la anestesia”. De esta forma, cuando se sale del avión se retoman las funciones, como la digestión. “Todo se reinicia”, afirma, por lo que el sistema digestivo “tiene mucho más trabajo que hacer y te hace sentir más cansado”.

Si se tienen en cuenta los consejos de Biggs, comer durante un vuelo, aunque pueda ayudar a amenizar el viaje, contribuiría a acentuar la sensación de cansancio, sobre todo en los vuelos más largos, y hacer que el jet lag sea más severo.

Lo mejor, asegura, es comer unas dos horas antes de embarcar y beber mucha agua. Habrá que ponerlo en práctica para saber si tiene razón.

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