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Athanatos: desde las entrañas de la muerte

Una cabeza egipcia con coloración, una momia andina en posición fetal o la exposición de restos guanches y de Gran Canaria juntos son algunas de las singularidades de la muestra ‘Athanatos’
Momia andina colocada en posición fetal, cedida por la Colección Coolen, de Amberes. ANDRÉS GUTIÉRREZ

La cultura funeraria sigue siendo aún, para muchos sectores de la sociedad, un tabú. Con el fin de dar a conocer las distintas costumbres que giran en torno a la muerte, el Museo de la Naturaleza y el Hombre acoge desde el pasado mes de diciembre la muestra Athanatos. Muerte e inmortalidad en poblaciones del pasado, en la que se recorren distintas tradiciones funerarias de todo el planeta. La momificación, desde la de los guanches hasta la egipcia, la cremación, la inhumación, el abandono o el canibalismo, son los rituales tratados. También se puede observar la momificación natural así como otros procesos naturales conservadores del cadáver. Esta muestra expositiva conmemora el inicio de los congresos mundiales de estudios sobre momias iniciados, hace 25 años, en la isla de Tenerife.

La exposición, que permanecerá abierta hasta el próximo mes de junio, engloba una serie de piezas procedentes de distintos países de gran valor arqueológico y bioantropológico. Este medio ha visitado la sala, de la mano del comisario de la muestra y director del Museo Arqueológico de Tenerife y del Instituto Canario de Bioantropología (Museos de Tenerife-Cabildo de Tenerife), Conrado Rodríguez, quien nos relató las piezas más significativas y el valor que puede aportar para el visitante.

Conrado Rodríguez destaca, entre otros aspectos, que esta es la primera exposición que acoge, a la vez, momias de Tenerife y de Gran Canaria, estas últimas cedidas por el Museo Canario de Las Palmas. En el caso de los restos tinerfeños, la momia fue hallada en el barranco de Jagua, en el municipio de El Rosario. Se trata de un varón, de entre 17 y 18 años, de 1,75 metros de estatura y está datada entre los siglos 381 a 643 de la Era Común (E. C.).

Por su parte, los restos procedentes del Museo Canario de Gran Canaria -al que Museos de Tenerife agradeció especialmente su colaboración- se corresponden a una mujer de entre 15 y 17 años y el fardo de un individuo perinatal. Fueron encontrados en el barranco de Guayadeque, y se corresponde al periodo prehispánico, desde el cambio de era hasta el siglo XV. Llama la atención que las momias de Gran Canaria están envueltas con pieles de animales o en envolturas a base de tejidos vegetales (junco).

Procedentes de Granada llegaron algunas de las piezas más impactantes: las momias naturales infantiles. Este ejemplo de momificación natural (provocada por la deshidratación del cadáver debido a las condiciones ambientales del lugar de inhumación o depósito) fue hallado en el cementerio de San José y se corresponde con el primer tercio del siglo XX.

Uno de los restos más significativos -procedente de Italia- es una cabeza momificada egipcia. Esta pieza, que representa a la momificación antropogénica (realizada intencionadamente por el hombre) presenta un color oscuro, que como explica el comisario de la exposición, se debe a las sustancias utilizadas en el proceso de momificación, siendo una de las pocas muestras de este ritual que se exhiben hoy en día. El comisario también destaca los vendajes de lino utilizados. En esa misma vitrina se expone una momia asiática colocada en posición fetal, también producto de la momificación natural, que fue cedida por la Universidad de Granada. Del mismo modo, se recoge otra momia -esta de origen andino- también en posición fetal, que forma parte de la Colección Coolen, de Amberes.

Otro ejemplo de ritual funerario que se da a conocer es el enterramiento con cal. Para ello, la muestra alberga unos restos infantiles hallados en el tinerfeño convento de Los Silos, debajo de la iglesia, y que se corresponden a entre los siglos XVIII y XIX. Una de las joyas de esta exposición, que llama la atención del visitante, es una cabeza trofeo peruana.

La cremación es una de las costumbres que también se detallan en Athanatos. De hecho, se exponen varias vasijas llegadas del Magdalena Medio (Colombia) que recogen los restos del difunto, una vez eran quemados. Se da la circunstancia de que en aquella época (640-1000 A.C.) era difícil conseguir una temperatura tan alta y durante un tiempo tan prolongado que fuera capaz de reducir a cenizas los cuerpos. Destaca que uno de los recipientes representa en la tapa a un personaje de alta jerarquía mientras que otra vasija refleja la creencia chamánica de poder transformarse en animales.

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