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“El feminismo lo tienen que hacer los hombres. Ellos deben dar un paso atrás y ceder espacio a las mujeres”

Hablamos con la periodista, guionista, escritora y ‘dj’ Diana Aller durante su intervención en Inspíreme
Diana Aller, periodista, guionista, escritora y ‘dj’. / FOTO: Fran Pallero
Diana Aller, periodista, guionista, escritora y ‘dj’. / FOTO: Fran Pallero
Diana Aller, periodista, guionista, escritora y ‘dj’. / FOTO: Fran Pallero

Todoterreno podría ser una buena definición de Diana Aller, una de las grandes ponentes de esta edición de Inspíreme. Periodista, filósofa y dj, desde hace años escribe en varios medios de comunicación, es guionista de programas de entretenimiento, como Sálvame o Las Campos, y el año pasado publicó su primera novela, Coños como el de Marta. Pero su principal carta de presentación es su blog Lo dice Diana Aller, donde, desde hace 10 años ya, muestra al mundo sus pensamientos tocando temas que van desde sexo, feminismo o superficialidad a cultura o el pensamiento crítico. “Es verdad que a veces cuento cosas demasiado personales, pero porque cometí el error de hacerlo todo con mi nombre”, afirma cuando se le pregunta si tiene algún tabú a la hora de escribir. “Si pudiera dar marcha atrás, utilizaría un pseudónimo”, confiesa.

-¿El hombre debe tener algún papel en la lucha feminista?
“El feminismo lo tienen que hacer los hombres. Separar a los hombres y las mujeres es una artimaña del sistema y el sistema es patriarcal. Nosotras no debemos hacer nada, tienen que ser ellos. Yo no puedo crear un espacio feminista si ese espacio no ha sido cedido para el feminismo. Estoy muy cansada de que se juzguen los feminismos ajenos. Parece que estamos dando carnés de feministas. No, mira, es que a lo mejor ni siquiera soy feminista. Es que yo no soy la que tiene que ser feminista, porque como mujer pertenezco a la parte oprimida. Y es la parte opresora la que tiene que dar un paso atrás y ceder esos espacios a la igualdad. Yo no puedo hacer nada. Puedo luchar, puedo ser consciente, pero no puedo juzgar a mis compañeras. Son mis hermanas, están en el mismo bando. Yo doy por hecho que estamos todos en el mismo bando, obvio, porque no es una guerra de sexos, como muchas veces se malentiende. Pero sí, creo que les corresponde a los que pertenecen a la parte dominante dar un paso atrás y ceder espacio a la parte dominada”.

-¿Está el feminismo dividido?
“No creo que el feminismo esté dividido. Se empeñan en que sea así. El feminismo no es monolítico. Es como la izquierda, que siempre se dice que “está dividida”. Pero es que la izquierda puede ser desde el marxismo hasta el anarquismo. Yo, por ejemplo, soy del feminismo de la diferencia, que es de un tipo que se da de hostias con la Teoría Queer. Y sin embargo, lo comparto 100% y considero que estamos en el mismo bando y luchamos por las mismas causas”.

-¿España es un país demasiado machista? ¿Por qué aquí no ha surgido un movimiento como el #MeToo?
“España es un país machista, pero es que prácticamente todos los países lo son. No creo que compararse con EE.UU. sea un buen ejemplo. Más teniendo en cuenta que allí opera una mercadotecnia muy fuerte y detrás de un movimiento como el #MeToo, donde por supuesto hay muchos feminismos detrás y, vale, muy bien, es estupendo, operan sobre todo unos intereses comerciales tremendos. No olvidemos que esto viene de la industria del cine, de Hollywood, donde ahora mismo, a cuenta de un tipo de series y películas hechas por y para las mujeres, se han dado cuenta de que hay una nada despreciable cantidad de consumidores y consumidoras. Entonces, yo si el el mensaje es bueno, apoyémoslo, pero sospecho mucho cuando el mensaje viene dado desde la industria. Pero, bueno, lo importante es el mensaje”.

-Hablemos de su libro, Coños como el de Marta. La historia de Valeria, una mujer en la treintena, bisexual y con dos hijos, con una forma de vivir y pensar muy especial. ¿Qué quería contar en esta novela?
“El libro es la exageración máxima de la vida de cualquier persona de nuestra generación. Una muy amplia que puede abarcar desde los 20 a los 50 años. Pero sobre todo habla de las mujeres. De cómo hay un camino trazado previamente, unos estándares donde tienes que encajar, tanto físicos y psicológicos como vitales, donde se da por hecho que la forma normal de vivir tiene que ser en pareja binaria, hombre-mujer, te tienes que comprar un piso, tener hijos, un trabajo estable. Y en el fondo, con toda esta presión todo el mundo peta, porque son expectativas imposibles y, segundo, porque somos organismos vivos. Somos psicologías que no todas funcionan de la misma manera. Incluso el desorden mental que podemos tener todos es simplemente intentar encajar en unos estándares que son imposibles: nunca vamos a tener el dinero suficiente, ni a ser igual de productivas, ni a estar delgadas”.

Diana Aller, periodista, guionista, escritora y ‘dj’. / FOTO: Fran Pallero
Diana Aller, durante su intervención en Inspíreme. / FOTO: Fran Pallero

-En el libro hay mucha sexualidad y queda claro que la libertad sexual es de cada uno, pero últimamente hay una corriente de sexualidad mal entendida. Se habla mucho del poliamor y se afirma que si no eres abierta sexualmente en pareja, no eres moderna o estás anclada en el heteropatriarcado. ¿Qué opina?
“Ocurrió lo mismo en los 70 con toda la época del destape, cuando hacían desnudarse a todas esas mujeres por imperativo laboral para las películas. Sin embargo, los que ganaban dinero, los que pasaban a la historia, a los que consideraban artistas, eran los hombres. Ellas solo eran la cara visible. Y se les vendía este destape como una falsa liberación de la mujer: “Eh, pero si es vivir tu sexualidad”. No, es una liberación unidireccional, para disfrute del varón, del macho. Se nos dice que son una liberación cosas como el poliamor, que en concepto no tiene por qué estar mal, pero es sospechoso que estas ideas siempre beneficien al hombre y vayan en contra de la mujer. Se persigue insistentemente a la asexualidad. Hay muchos individuos que dicen no tener pulsiones sexuales, por ejemplo. No tiene por qué ser una patología, no tiene por qué ser malo. Igual que hay gente que no le gusta, yo qué sé, el chocolate u otras cosas que en principio estamos hechos para que nos gusten. Bueno, pues siempre hay disidencias. Sin embargo, se persigue especialmente cuando se trata de mujeres. Hay mucho peso social, muchos tabúes, etc. Ya no entro en el porqué, pero sí es verdad que no se respeta, que hay una sexualización muy violenta hacia las mujeres y hacia las niñas. Porque esta sexualización se empieza desde bien pequeñas. Prácticamente, desde el momento en el que nacemos se impone el color rosa. Desde el principio se está entrando de lleno en un mundo donde se nos sexualiza. Por ejemplo, fíjate en Disney. Las protagonistas son mujeres hipersexualizadas. Tienen cuerpo de mujer, no de niña, con cinturas de reloj de arena. Esto es muy violento. Ellas son la oferta, mientras que los varones son la demanda. Están hechas por y para el placer del macho. Esto es tan perverso que da mucho miedo”.

-Precisamente, el año pasado hubo polémica por la forma de sexualizar a Millie Bobby Brown, la actriz que da vida a Eleven en Stranger Things, de solo 14 años.
“Es una de tantas. Es una adolescente que, si bien no hay que negar su sexualidad, porque todos somos seres sexuados, la sexualidad tiene que estar en ella, no en el ojo que la mira. Es tremendo cómo desde muy pequeñas las niñas están siendo catalogadas. Y además hay una muy falsa doble moral, donde juzgamos esto, pero desde muy pequeñas lo seguimos alentando. “Ay, pero qué guapa, mi princesita”, y mientras a los niños les decimos “qué fuerte”. Hay un experimento en el que se viste a un bebé de rosa y de azul y se graba a lo que interactúan con ellos. Y los juegos y la forma en la que nos comportamos es distinta dependiendo del color. Si parece un niño, inmediatamente se le dice “oh qué fuerte, qué valiente”. Cuando lo visten de rosa, la reacción es completamente distinta: “Ay, qué guapa”. Desde que nacemos, a las mujeres se les espera y se las valora como seres bellos y armónicos, y a los hombres desde la fortaleza, la inteligencia, etcétera”.

-En el libro hace esa reflexión: las mujeres como objetos, como seres pasivos.
“Cuando se habla de encuentros sexuales, se da por hecho que tiene que haber una penetración. Y si no es un varón me da igual, como si es una chica con un arnés. Es lo que entendemos como fuerza, como verbo, como la acción. Sin embargo, el sujeto pasivo, el receptáculo, es la mujer siempre. Se nos han metido una serie de ideas que devienen en actos violentos y en una forma muy violenta de entender los afectos, la vida y las estructuras sociales y culturales”.

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