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Memorias portuenses

Dentro de la amplia y variada producción del polígrafo portuense José Agustín Álvarez Rixo, cabe destacar el capítulo III de su obra 'Memorias de los sucesos más memorables acaecidos en el Puerto de la Cruz de la Orotava en este siglo XIX'
Puerto de la Cruz a finales del siglo XIX. | Archivo Fedac-Cabildo Gran Canaria
Puerto de la Cruz a finales del siglo XIX. | Archivo Fedac-Cabildo Gran Canaria
Puerto de la Cruz a finales del siglo XIX. | Archivo Fedac-Cabildo Gran Canaria

Por Javier Lima Estévez (historiador)

Dentro de la amplia y variada producción del polígrafo portuense José Agustín Álvarez Rixo (1796-1883), destacamos en el presente artículo algunas características del capítulo III de su obra Memorias de los sucesos más memorables acaecidos en el Puerto de la Cruz de la Orotava en este siglo XIX. La obra se encuentra actualmente depositada en el fondo Álvarez Rixo de la Universidad de La Laguna, gracias a la donación realizada por sus herederos en el año 2014. Inicia tal capítulo en el mes de octubre de 1804, año en el que se presenció en el Puerto de la Cruz una desgracia que pudo haber sido mucho más funesta, como consecuencia de la mala situación del fondeadero nombrado el Rey, lugar en el que se perdieron dos bergantines grandes de cabotaje; uno llamado el Santo Cristo y otro la Tenería.

Fallecieron dos hombres. La desgracia pudo haber sido mayor haberse de no ser por la humanidad y esfuerzos generosos que realizó Roberto Power, animando a unos marineros de la playa para que fuesen a su auxilio en dos barquitos, a quienes recompensó con treinta pesos corriente. Álvarez Rixo criticó que el propio R. Power no fuera objeto de homenaje por esta acción.

El día 7 de diciembre del mismo año, se publicó en el Puerto de la Cruz por parte del Gobierno Militar la declaración de guerra contra Inglaterra. Una acción motivada por el hecho detestable que cometieron los ingleses apresando las fragatas españolas cargadas de tesoros que llegaban desde Montevideo, siendo calificada tal acción como infame por parte del cronista portuense. El Manifiesto que con este extraordinario motivo publicó el Ministro Manuel Godoy es calificado como uno de los mejores papeles de esta clase que se pueden leer.

Por otra parte, continúa Álvarez Rixo relatando como los ingleses dejaron de llegar a nuestros puertos. Un hecho que no menguó el comercio con ellos, y lo mismo ocurrió con el precio de nuestros frutos, los cuales se exportaban con banderas neutrales, anglo-americanas, suecas, etc. El tráfico de isla a isla si sufrió interrupciones. Lo que resta de memorable del año 1804 fue la llegada al núcleo portuense de Manuel Verdugo, Obispo de estas Islas, quien fue muy obsequiado y contribuyó con cien pesos corrientes para el establecimiento de la escuela pública que se planificó el siguiente año.

Otro apunte importante que destaca Álvarez Rixo es la conclusión del padrón civil más representativo hasta el momento de la población portuense, resultando que ascendía a 3.806 almas, incluidos 4 clérigos, 7 frailes franciscos, 5 coristas, 7 dominicos y 33 monjas entre profesas y criadas.

El número de nacidos llegó a 159, mientras que el de muertos alcanzó la cifra de 41. Un hecho gracioso sería descrito por el portuense en atención a la llegada de una balandra de reducidas dimensiones desde Madeira. Su patrón, al acercarse a tierra y ver diversos buques de grandes dimensiones anclados, preguntó muy serio a los marineros allí presentes si habría fondo para su nave, “lo cual les movió a risa y a cuantos supieron el cuento confirmando lo exagerativo que es el genio portugués”.

Sin embargo, Rixo matiza que pudo ser mera mala inteligencia queriendo solo decir “si tendría entre las naves mayores fondo proporcionado a la pequeñez y delgados cables de la suya”.

Entre los años 1804 a 1808, no ocurrieron otras cosas notables que la satisfacción del público con la Alcaldía Real desempeñada por Bernardo Cólogan Fallon, en atención a lo mucho que se esmeró en la instrucción, arreglo y mejora del pueblo. También hubo casi continua carestía de granos, no tanto por la escasez de cosechas como por la dificultad de poder realizar transportes de una isla a otra, impedida la navegación nacional con los cruceros ingleses que durante la guerra se llevaron cuatro o cinco naves de los vecinos de la localidad, además de otras que solo saqueaban y soltaban para hallar que robar otra vez. Sin embargo, matiza como el comercio extranjero continuaba floreciendo.

Ya en el año 1807, se recibió el Real Privilegio que desde 1804 se solicitó de S.M. para que esta Alcaldía fuese un poco más independiente de la Villa de La Orotava. Y a pesar de no obtenerse todo lo que se deseaba, significó un acontecimiento importante. El año finalizó con la llegada de una triste noticia desde la isla de La Gomera, en relación a los efectos que el aluvión generó sobre la Villa de San Sebastián de La Gomera, participando diversos vecinos de la localidad con aportaciones económicas. Son, pues, pequeñas aportaciones que Álvarez Rixo señala para reconstruir la vida portuense a lo largo de su trayectoria histórica.

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