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Las esmeraldas de Asieta (II)

Artículo de José G. Rodríguez Escudero sobre el rico joyero de Nuestra Señora de Las Nieves
La Virgen de las Nieves inicia su bajada lustral al casco histórico de Santa Cruz de La Palma en el sillón de viaje de oro con sus mejores alhajas, las joyas más valiosas e históricas. / Archivo: José G. Rodríguez Escudero
La Virgen de las Nieves inicia su bajada lustral al casco histórico de Santa Cruz de La Palma en el sillón de viaje de oro con sus mejores alhajas, las joyas más valiosas e históricas. / Archivo: José G. Rodríguez Escudero
La Virgen de las Nieves inicia su bajada lustral al casco histórico de Santa Cruz de La Palma en el sillón de viaje de oro con sus mejores alhajas, las joyas más valiosas e históricas. / Archivo: José G. Rodríguez Escudero

Por José G. Rodríguez Escudero

Wangüemert y Poggio, en su libro publicado en 1909 titulado Influencia del Evangelio en la Conquista de Canarias, asegura que, no sólo es cierta la existencia del mencionado grabado, sino que éste fue estudiado por el obispo Antonio Tavira y Almazán (cuya visita al Santuario tuvo lugar en 1794). Este prelado había examinado con rigor la inscripción definiéndola como “Alma Santa Inmaculada En quien Tenemos Amparo”.

No obstante, ni en el acta correspondiente a esa visita, ni en el Archivo Parroquial consta que la Morenita posea tal inscripción. Es posible que los historiadores hayan hecho caso al asunto “de oídas” sin haberlo estudiado en profundidad. Incluso se ha dicho que así era llamada por el pueblo benahoarita que ya la veneraba antes de la Conquista de La Palma. Recordemos que es la imagen mariana más antigua de Canarias y que ya estaba en Benahoare antes de la llegada de los castellanos comandados por el adelantado Alonso Fernández de Lugo en septiembre de 1492. Es rotunda la aseveración hecha por el palmero Alberto- José Fernández García en su galardonada publicación titulada Real Santuario Insular de Nuestra Señora de Las Nieves (León, 1980). Allí explica cómo tuvo el gran honor de contemplar la imagen de la Patrona de La Palma sin las ricas vestiduras que la cubrían. Confirmó así mismo que no había encontrado nombre o inscripción alguna. Ello coincide con las opiniones de los diversos mayordomos o camareras que la venerada efigie ha poseído en las últimas generaciones.

Sin embargo, según el testimonio del sacerdote y escritor José Crispín de la Paz y Morales, éste afirmaba haber visto la inscripción, muy difusa, sobre el dorso mariano: “En su espalda tiene un letrero en caracteres poco profundos e irregulares que parecen querer decir Asieta”. Esta supuesta leyenda fue objeto de especulación y de variopinta interpretación desde el siglo XVIII hasta principios del XX. Así, en la descripción de los festejos de la Bajada de 1765 (Antonio Abdó, 1989) consta que, durante la procesión del retorno de la Morenita a su Santuario, se confeccionó una magnífica fuente de la que brotaban seis hilos de agua que “cifraban con primor las seis letras que tiene grabadas en su vestuario esta prodigiosa ymagen, que son ASYETA”.

El espectacular y valioso joyero de “Asieta” o de Nuestra Señora de Las Nieves -Regidora Mayor y Patrona Inmemorial de La Palma y de Los Palmeros- está documentado desde las primeras donaciones en el siglo XVI. Es un testimonio de piedad y devoción fervorosa de generaciones de palmeros a lo largo de estas últimas cinco centurias.

Muchas de estas dádivas a la Morenita fueron ofrecidas por devotos como exvotos para agradecerle su mediación en forma de prodigios: la llegada de personas dadas por perdidas, la milagrosa curación alcanzada, la llegada a buen puerto tras la tormenta o acoso pirático, el buen parto, y así un largo etcétera. El Santuario custodia un largo catálogo de valiosas prendas y alhajas con las que el pueblo palmero ha agradecido a su Patrona los favores recibidos.

“Como la rosa en la cuna/ del botón, donde le teje/ para cárcel de su pompa/ cinco prisioneros lo verde,/ que descolorida al susto/ su candidez inocente,/ prisionera de diamante/ grillos de esmeralda tiene,/ triste y retirada vive/ hasta que pudo impaciente/ romper el fuero a la injusta,/ severa ley que le prende/ y convirtiendo en halago/ su pena, en nácar su nieve,/ ostenta ufana en el prado/ majestad de rosicieres: / así, Señora, oprimido/ nuestro generoso, ausente/ fiel corazón en la cárcel/ de una esperanza…”. Loa, 1765. Rippa.

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