puerto de la cruz

Entre el agua y la tierra

Los hipopótamos pigmeos Adela Y Malela viven hace dos semanas en Loro Parque en un espacio diseñado específicamente para ellas, similar al que habitan en la naturaleza
El recinto ha sido diseñado específicamente para las dos hembras de hipopótamos pigmeos , con árboles y helechos porque son parte fundamental de su dieta. Fran Pallero

Llegaron a Loro Parque hace dos semanas y todavía se están adaptando una a la otra en un espacio diseñado específicamente para ellas, similar al que habitan en la naturaleza, que combina zonas pantanosas con el agua como elemento principal y fundamental para mantener siempre hidratada su piel seca.

Adela y Malela son dos hembras de hipopótamos pigmeos, una especie que se encuentra en peligro de extinción, que llegaron desde Alemania y República Checa y todavía se están conociendo. Saben de la existencia una de la otra porque se huelen permanentemente y ven sus movimientos, pero al venir de sitios diferentes y tener genéticas también distintas, tienen que adaptarse a compartir el territorio. Si bien es el mismo, está dividido y cada una puede hacer uso de su propio espacio si quiere, ya que tiene divisiones internas, con sistemas mecánicos para que puedan abrir y cerrar a voluntad.

Pesan unos 200 kilos pero pueden llegar a los 300 y su estatura oscila entre los 70 y 80 centímetros. Se alimentan principalmente de vegetales aunque en la selva donde viven, en Liberia, lo hacen de helechos, frutos que caen al suelo y alimentos ocasionales, pero son herbívoros. En Loro Parque se les da una mezcla de diferentes hierbas, col roja, diferentes tipos de lechuga, “y les encanta la zanahoria”, comenta el director científico de Loro Parque Fundación, Rafael Zamora.

También consumen de vez en cuando plantas semiacuáticas, hierbas y hojas de helechos que encuentran mientras caminan por la exhibición. Al contrario que la mayoría de animales, esta especie utiliza los labios en lugar de los dientes para engullir el alimento.

El director científico del parque zoológico cuenta que lo habitual es darle de comer entre dos y tres veces diarias, de forma variada, a primera hora del día y siempre también algo al finalizar la jornada, porque son animales con mucha actividad taciturna, puesto que se mueven mucho por la noche para evitar depredadores.

Zamora explica que es una especie que tardó mucho en descubrirse. “Se pensaba que era un jabalí y la zoología lo tenía entre sus misterios, porque no encontraban a la especie, se sabía que era un animal pequeño que se movía”. Actualmente, según la Unión Internacional de la Conservación para la Naturaleza (UICN), se encuentra en peligro de extinción por la tala indiscriminada, un descontrol de la zona en uso forestal, la actividad minera, las guerras y la caza furtiva porque la carne, al parecer, es de muy buena calidad. Se calcula que no debe haber más de 300 parejas en libertad.

La complejidad de esta instalación reside en el sistema de filtración del agua, que es permanente, ya que al comer muchos kilos de vegetales defecan muy seguido y toda esa fibra hay que filtrarla. “Ahora está como un reloj suizo porque necesitamos adaptarlo y ajustar los ciclos de luz, ver cómo se mueven los animales y saber cuáles son los momentos de mayor contaminación”, indica Zamora.

Filtración del agua

Este complejo sistema permite ver en el agua detalles de su piel, el tipo de patas que tienen, que les permite caminar tanto fuera como dentro, verlos nadar, o sus orejas, que son muy pequeñas y peludas. De hecho, solo tienen pelos en esta parte del cuerpo y en la punta de la cola, “que se mueve como un ventilador cuando suelta los excrementos para dispersarlos”, especifica el director. No obstante, también defecan en la tierra y por eso es indispensable mantener una limpieza estricta de la instalación.

Diseñar el recinto para conseguir el sistema de filtración adecuado no fue una tarea sencilla. La obra llevó meses porque hubo que trabajar mucho el suelo, y un equipo multidisciplinar en el que incluso participó el propio presidente el parque, estuvo un año planificándolo, para poder mantener los árboles naturales que ya estaban en el lugar, como un ficus, y adaptar un rincón antiguo con helechos, porque son parte fundamental de su dieta.

A pesar de que la piel de estos animales es fuerte, también es muy delicada, porque produce una secreción para poder protegerlos y que se puedan adaptar a un sistema de vida anfibio. Para ello, secretan una especie de sustancia jabonosa, que suele ser rosada y que les protege de la deshidratación rápida.

Una característica única de esta especie procedente del continente africano es que, al contrario que los hipopótamos comunes, no tienen a sus crías en el agua, sino que el parto tiene lugar en tierra, y los pequeños son capaces de nadar inmediatamente después de nacer.

Las dos hembras se encuentran en fase de adaptación, que comprende entre unos tres y cuatro meses. En ese tiempo, el equipo de biólogos, científicos, conservadores, veterinarios y otros expertos del parque, estudian cómo evolucionan, comprueban sus gustos y comportamientos, modifican parámetros, realizan el correspondiente control veterinario, y desarrollan sus protocolos internos, que dependen de cada animal porque cada especie tiene su propia personalidad.

Malela y Adela se están adaptando muy bien y el cambio de recinto es sustancial. Según Rafael Zamora se les nota, “porque apenas llegaron a Loro Parque empezaron a correr”.

Lémures de Cola Anillada, otra especie en extinción que se busca proteger

Muy cerca de los hipopótamos pigmeos, los visitantes del parque pueden descubrir a una especie de prosimio gran carisma procedente de Madagascar: los Lémures de Cola Anillada, también en peligro de extinción en la naturaleza.

De carácter familiar y sociable, pertenecen a un grupo primitivo de primates, que se asocian en clanes de hasta 30 individuos y están dominados, habitualmente, por las hembras. Sus manos pueden agarrar bien las cosas, y tienen un gran poder para saltar.

La pérdida de su hábitat debido a la minería, la tala de árboles y la caza, entre otras amenazas a las que ha de hacer frente la especie en el medio salvaje, han provocado una disminución de la población de más de un 50% en los últimos 30 años. En zoológicos se reproducen sin problema. Prueba de ello es que en el poco tiempo que lleva en el parque la pareja tuvo un bebé.

Su presencia sensibilizará a los visitantes del zoo sobre su comprometida situación en Madagascar.

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