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“El baloncesto me salvó la vida”

El escolta se forjó en Flint (Michigan) ciudad tan conocida por sus índices de delincuencia o la terrible ‘Crisis del Agua’, como por ser cuna de excelentes jugadores de baloncesto

La crisis económica de 2008 convirtió a Flint (Michigan) en una de las ciudades más castigadas de Estados Unidos. Una de las mecas mundiales de la automoción, vio como, en 2013, con el pretexto de recortar gastos, el propio ayuntamiento provocó que su población fuera envenenada con el plomo que contaminaba el agua del grifo. En ese contexto nació, creció y jugó a baloncesto Thad MacFadden, jugador del CB Canarias que, pese a ser un verdadero superviviente, nunca pierde la sonrisa mientras nos cuenta una historia de racismo y violencia, pero también de amistad y esperanza.

El cineasta Michael Moore y el baloncesto situaron a Flint en el mapa. Así fue como más gente comenzó a conocer la historia de como una serie de decisiones gubernamentales, con el fin de abaratar costes a la hora de distribuir el agua a los domicilios de la ciudad, comenzó a convertir en una pesadilla el día a día de aquel lugar. El agua fue cogida del río cercano, tras años y años de ser el destino de residuos industriales, para no tener que seguir pagando por ello a Detroit, pero Flint no estaba preparada para depurarla por sí misma y sus cañerías eran muy antiguas. De este modo, el agua se contaminó con el plomo de las mismas, algo que a día de hoy no se ha solucionado. En la ciudad no hay agua corriente potable cinco años después: “Antes de la crisis del agua había violencia. Es un tipo de ciudad en la que tienes que lidiar con ella, pero a eso hay que sumar lo que sucede con el agua, que no se puede beber”.

Los habitantes de Flint sabían que aquel líquido, turbio y con mal olor, que salía de sus cañerías era un peligro potencial, pero el Gobierno de Michigan, pese a que incluso llegó a detectar la bacteria E.coli en el suministro, no hizo caso. Para ellos, la población exageraba: “Realmente nada ha cambiado desde el inicio de todo. El día a día es duro, con gente teniendo que ir a recoger litros de agua para asearse. Nos han dicho que en 2020 o 2021 volverá el suministro, pero no sabemos. Es cierto que mucha gente nos ayuda, pero esta es una cuestión de dinero”.

Esperanza

Pero, incluso en la adversidad, Thad McFadden siempre alude a la esperanza. Esa esperanza tiene nombre, el de Karen Weaver, nueva alcaldesa de Flint: “Está implicada y trabaja duro, pero no es multimillonaria. Dicen que se arreglará, pero, de momento, nadie ha llegado con millones de dólares para hacerlo. Nos da esperanza, no está ignorando el asunto”.

La crisis del agua es un capítulo más en una ciudad con mayoría de población negra que se ha visto salpicada por múltiples casos de racismo institucional y violencia. Los delitos se multiplicaron, entre otras cosas, porque los recortes también llegaron a la Policía, que se vio desbordada por completo: “Incidentes debido al racismo ocurren cada día en Estados Unidos. Hay policías muy buenos y malos (corruptos) y muchos incidentes con armas. Aunque tengas licencia hay situaciones que no te esperas y veces en las que los policías tienden trampas a determinadas personas, pero también los hay buenos, claro”.

Al jugador del Iberostar no le gustan las armas. Thad lo tiene claro, no quiere tenerlas cerca: “No estoy de acuerdo con tenerlas. A veces es muy duro y difícil porque todos tienen una y si alguien entra en tu casa y hay riesgo para tu familia tienes que hacer cualquier cosa, pero no estoy de acuerdo, pese a que ese supuesto podría entenderlo”.

McFadden tampoco quiere oír hablar de la posibilidad de armar a los profesores, uno de los debates más recientes en Estados Unidos después de que Donald Trump estudiara esa opción para acabar con los asesinatos con armas de fuego que se han producido en diferentes centros educativos: “Puede pasar que un chico lleve un arma y dispare, pero: ¿qué hacemos luego? ¿Dispara también el profesor? Es una locura que todos tengan armas, más los profesores, que están rodeados de niños”.

Fue, precisamente desde niño, cuando el baloncesto le salvó la vida. Este deporte, lo “único” que sabía hacer según el propio Thad, lo alejó del peligro. Eso y la amistad, tener los mismos amigos de Flint desde pequeño: “El baloncesto era una forma de salir de la violencia. Tenía familiares y amigos envueltos en asuntos de drogas, pero a mí siempre me respetaron. Eran ellos, mis amigos, los que me decían que no me metiera en líos, sino que siguiera jugando”.

Esa protección y respeto se mantiene aún hoy, cuando el jugador vuelve a casa. “Si ven que puede pasar alguna locura me dicen que me vaya”, indica, mientras desvela que ellos “nunca” se han visto envueltos en ningún tipo de incidente grave: “Jamás me he drogado, jamás he tomado alcohol; mi vida es el baloncesto”.

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