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“Rodar aquí es maravilloso; hay en Canarias una energía de buen rollo que se te pega”

Daniel de la Orden (Barcelona, 1989) es una de las jóvenes promesas del cine español
Dani de la Orden dirigiendo en Tenerife. | DA

Daniel de la Orden (Barcelona, 1989) es una de las jóvenes promesas del cine español. Poco después de graduarse, en 2013, y con tan solo 22 años, dirigió su primer largometraje, Barcelona, noche de verano y dos años después su continuación, Barcelona, noche de invierno. Su buen hacer detrás de la cámara propició que le llegara el encargo de dirigir la que se ha convertido en una de las películas más taquilleras de 2018, El mejor verano de mi vida. Parte de dicho film fue rodado en Tenerife, isla a la que volvió el pasado noviembre para buscar localizaciones para su próximo trabajo.

-Menudo carrerón lleva…
“Sí, pero no le doy muchas vueltas. Yo salí de la universidad y tenía unos ahorros muy pequeños de haber sido montador de publicidad y la primera película la rodé con amigos. Nadie cobró. Fue un proyecto que hicimos en agosto porque nadie tenía nada que hacer y empezamos a rodar una película sin saber qué iba a salir de ahí, y después en la productora El Terrat (con José Corbacho y Andreu Buenafuente) la vieron casi acabada y entraron en la producción. Yo estoy muy feliz de decir que mi primera película fue algo rodado entre amigos. Además, con algo que ahora me costaría mucho hacer, y es una especie de inconsciencia, de no saber lo que iba a salir de ahí”.

-¿A veces hace falta esa inconsciencia de tirar para adelante sin saber qué pasará?
“Yo creo que hay dos maneras de hacerlo, y creo que también es muy válido intentar medir cada paso que haces en tu carrera, en plan “ahora espero, busco la financiación y lo intento rodar bien”. Porque se puede. Pero tengo un problema, y es que soy muy impaciente. Y no me veía cinco años sin levantar un proyecto. Digamos que de un defecto mío salió algo bueno. A lo mejor si me hubiera esperado ocho años para hacer una película que hubiese escrito, meditado…, tal vez me hubiera ido mejor y ahora estaría haciendo algo tipo La guerra de las galaxias, yo que sé (risas). Pero bueno, así han ido las cosas y estoy contento, porque en realidad han sido unos años increíbles. Y ya no solo eso, sino que al final el cine es algo muy social, donde estás siempre trabajando con gente diferente, te hace moverte mucho. Ha sido una experiencia a nivel vital. La gente que conoces… No tengo sensación de monotonía. Me la tengo que intentar crear yo para sentir que llevo mi vida un poco ordenada”.

-¿Cuándo se dio cuenta de que quería ser director de cine?
“De pequeño tuve la suerte de que mis padres, sobre todo mi madre, que es muy inquieta culturalmente, me llevaron siempre a sitios sin ningún tipo de decoro por la edad. Por ejemplo, mi madre me llevó a una obra de La Fura dels Baus donde de repente salían chicas desnudas y yo solo tenía siete años. Evidentemente, salí llorando. Pero es algo que agradezco, el intentar siempre estimularme creativamente. Llevarme mucho al teatro y al cine sin decir “¿esto es adecuado o no?”. Yo veía comedias de Woody Allen donde había temas que no entendía, pero me esforzaba por hacerlo, y eso forjó en mí una especie de sensibilidad que todavía hoy aprovecho. Y de bien pequeño también tenía una cámara y hacía cortos con mi abuela, a los 11 o 12 años. Yo me he criado en la transición de lo analógico a lo digital, y tuve las primeras cámaras digitales y utilizaba los primeros programas de edición, que no tenías que ir a la moviola. Yo solo me montaba la cinta, ponía la música y de repente ahí veías cómo controlabas todo. Pensabas la música, pensabas la historia y lo hacías, y eso era la hostia. Cuando diriges tienes el control de todo y al mismo tiempo no tienes por qué saber de nada en concreto. Y yo soy muy así, de gustarme hacer algo que siento mío, pero no saber, por ejemplo, cómo va una cámara o no saber de música. Creo que un director al final sabe de todo y no sabe de nada, y eso es algo en lo que me he ido especializando (risas). Cada vez soy más inútil en cualquier cosa, pero ruedo más. Es una contradicción, pero creo que soy director porque no sé hacer nada mejor”.

-¿Qué directores le han influenciado?
“Empecé muy Tarantino. Me gustaban mucho las escenas de drogas, catanas y sangre. Y lo copiaba todo de él, pero cuando entré en la universidad empecé a ver comedia romántica. Mi madre me llevó a ver Antes del amanecer (de Richard Linklater) y me impactó muchísimo. También coincide que vas creciendo, te interesas por las chicas, lo dejas con una novia y empiezas a ver que cuando formas parte de una sociedad privilegiada como la nuestra, los dramas vienen por comparación. Si estás a punto de morirte y te deja la novia, pues no te importa, pero si estás de puta madre y te deja, pues es un drama. Y al final cogí eso como vehículo emocional y comencé a hacer comedia romántica”.

-¿Qué tiene la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña (Escac) que en los últimos años están saliendo directoras y directores potentes?
“Yo creo que es porque tocan muy bien la teoría, pero, sobre todo, la parte práctica. Enseñan cine sin tapujos. Y lo más importante al final es que no aprenderás cine viendo todo un ciclo de Godard o aprendiéndote El Padrino. No. A lo mejor te conviertes en un gran cinéfilo. Aprendes cine saliendo a rodar con una cámara y espabilándote y sin esperar hacer una gran obra maestra. Y lo que hace la Escac es entrenamiento de rodajes. A todos los niveles. Ver cuántas tomas puedes rodar al día, saber cómo funciona una dinámica de rodaje y desde el día uno estás rodando. Yo creo que ese es su gran secreto”.

-¿La industria cinematográfica es muy diferente a lo que usted se imaginaba antes de entrar?
“Me sorprendió para bien con qué facilidad una vez has hecho algo bien te llegan proyectos. Que incluso desearía que alguno se hubiera retrasado un pelín solo para saber que tengo cuatro meses libres. Porque no descanso más de cuatro días seguidos desde hace tres años”.

-¿Cómo definiría su cine?
“Hay una parte más personal que son las dos primeras películas, con tramas románticas o de conflictos generacionales entre personas cercanas a mi edad, y sobre todo los dramas de pareja que siempre me han gustado. Sobre todo la comedia. Y ya después están los encargos que, al final, tienes un guion más concreto y lo tienes que liderar de la mejor manera que puedas. No sé si tengo un estilo personal concreto, todavía lo estoy definiendo, pero sí es verdad que todas las películas tienen un punto en común y es que tienen luz. Son largometrajes con los que sales del cine con buen sabor de boca. Claro que no tienen nada que ver El mejor verano de mi vida con El Pregón. Pero aunque sean así, diferentes, lo que me gusta es que las tramas emotivas de los personajes están conectadas”.

-¿Le sorprendió el éxito de El mejor verano de mi vida?
“Sí. Yo la rodaba con mucho miedo porque siempre pienso que lo que estoy haciendo no va a funcionar. Me agobio mucho. Y llegamos a ocho millones. Me sorprendió porque no pensé mucho en el éxito de la película, estaba más pendiente de que estuviera bien. El guion partía de unos agujeros que se tenían que rellenar, o sea, no era un guion redondo, no nos vamos a engañar. Y era algo que se tenía que disimular muy bien. Y sufrí mucho intentando camuflar los errores que tenía y poniendo levadura a lo que creía que funcionaba, elevando eso. Como director hay mucha responsabilidad. Aunque no escriba el guion, me meto mucho en él. Fue un proceso duro, pero bonito”.

-Precisamente, parte del rodaje de El mejor verano de tu vida se realizó en Tenerife. ¿Cómo surgió venir?
“Bueno, es un tema más de producción, porque es sabido que en Canarias hay un buen incentivo fiscal, pero, aparte de eso, creo que se ha sabido adaptar muy bien a este filón. No es que aquí cuando vienes el coste de la película sea mejor, sino que la gestión de un rodaje es como hacerlo en Madrid. Y también cuentas con localizaciones muy buenas, aunque para esta película jugó en mi contra, porque no se podía saber que era Canarias. Se supone que es Marbella y aquí las playas son muy características, de arena negra. Y entonces no pude disfrutar todo lo que me hubiera gustado. Pero en mi próxima película sí que se verbaliza que es Canarias y estoy muy contento. Rodar aquí es maravilloso. El clima es genial. Aunque El mejor verano de mi vida la rodamos en invierno, cuando el equipo vino tuvimos una sensación de estar en una cúpula y cuando regresamos a Madrid dijimos todos de volvernos (risas). Pero no es solo el clima. Hay una energía de buen rollo en Canarias que se te pega. Y eso no te sabría decir qué es exactamente”.

-¿Cómo ve la industria en Canarias? Porque vienen muchas producciones internacionales y nacionales, pero aquí se tiene un poco la sensación de que hace falta más apoyo a la industria propia.
“Es un poco como en Cataluña. Aunque yo siempre he sido muy contrario a decir cine catalán. Porque ¿en qué medida es catalán y en qué medida no? ¿Si la dirijo yo es catalán? ¿Pero si la ruedo en Madrid es menos catalana esa película? Y aunque tenga estas preguntas, sí puedo decirte las características del cine catalán actual. Es cine hecho por gente bastante joven, entre 20 y 30 años, las tramas son conflictos sobre todo relacionados con las expectativas de una vida mejor pasada una determinada edad. Supongo que como el cine que yo he hecho. Y no me preguntes por qué pero pasa mucho en la idiosincrasia de Barcelona. Pero bueno, sí que es verdad que Canarias, tan solo por la distancia, tiene un ecosistema propio a todos los niveles. Yo creo que si los directores canarios trabajaran y narrasen historias desde aquí, empezaría a salir un cine característicamente canario. Pero esto solo se impulsa si la creación parte de aquí, porque al final es cierto que se rueda mucho en Canarias, pero no se visualiza lo que es Canarias”.

-¿Nos puede adelantar algo de esa nueva película?
“Sí. Es una comedia romántica de una chica que organiza bodas y una de ellas la hace aquí. Y parte un poco de las comedias de Judd Apatow, Ben Stiller… Es una película que me apetece mucho”.

-Desde su experiencia, ¿qué quitaría y qué reforzaría de la industria cinematográfica en Canarias?
“Uff… No lo sé. Es que los problemas que tuve aquí de rodaje no eran problemas por ser Canarias. Eran problemas que pasarían en cualquier rodaje. Depende de las personas. Sí que tuve un poco de complicaciones a la hora de conseguir material. Había mucho que teníamos que traer de fuera porque no hay tanto material en la Isla. También hay que modernizarlo, pero cosas muy concretas, a nivel de óptica, por ejemplo, o más tipologías de cámaras”.

-Cambiando radicalmente de tema, dirigió Élite, una de las series más exitosas de España y encima en Netflix, una plataforma internacional. ¿Qué tal la experiencia?
“Lo que es el rodaje al final es uno más, pero sí que hay algo de emocionante saber que estás haciendo un producto para una plataforma que tú la has visto siempre como “buah, cómo mola”. Y eso acojona, pero a la vez te anima a que la serie sea la hostia. Fue un lujo y fue un rodaje duro, porque en las series el tiempo de rodaje es menor. No pregunto cuánto presupuesto tengo, sino cuánto tiempo tengo para rodar. Porque es lo que más sufro y es lo que no te permite a ti como director ser un director. Tienes que rodar más páginas de guion al día. Pero muy bien. Ahora ya estamos con la segunda temporada”.

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