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Mariano Ramos: “He luchado por un restaurante bueno, bonito y caro”

Mariano Ramos, gomero de 62 años, es el propietario de un restaurante emblemático de Tenerife como es Los Limoneros

Mariano Ramos, gomero de 62 años, es el propietario de un restaurante emblemático de Tenerife como es Los Limoneros que ha conocido los tiempos de la bonanza económica, en los que todo aquel que tenía que celebrar algo o ultimar un negocio acababa en su restaurante. Luego vivió la crisis, que fue dura, y ahora, afirma, que es la mejor época, con más tranquilidad.

-¿Qué recuerda de la mejor época de Los Limoneros?

“Yo diría que la mejor época de Los Limoneros es esta que está pasando ahora. Hay un poco más de tranquilidad y en aquel momento lo que había es mucho trabajo y la mayoría lo teníamos desordenado. Era tanto el dinero que entraba, no digo ganado, sino que entraba, que parecía que todo era fácil. Ahora se trabaja de otra forma diferente, más tranquilidad, después de haber pasado, todos, unos años muy difíciles. El que ha escapado es el que como decía mi padre guardó un poco de agua para cuando llegara el verano. Han sido unos años muy duros. Y a ver, aquello no vuelve más Creo que ahora hay un poquito más de dinero y hay gente que tiene mucho dinero, mucho dinero”.

-¿Se aprende con la crisis?

“Todo se aprende en la vida. Los negocios, pero no solo de restaurantes, han aprendido y han sabido adaptarse a los nuevos tiempos y estos siguen funcionando. Los restaurantes son un reflejo del dinero que hay en la calle, cuando en la calle hay alegría para gastar, para ir a un restaurante, hay alegría para celebrar una comida de empresa, o para ir a una pizzería los más jóvenes. No sólo hay que vender langosta se pueden vendar pizzas o arepas”.

-¿Hubo algún momento en que no viniera nadie?

“¡Hombre!, nadie no, pero poca gente sí. Por qué cerraron la mayoría de mis compañeros y amigos, porque si a usted le baja la facturación el 20, el 50 0 el 70% y tiene unos gastos fijos, es difícil mantenerse. Y le pasó a gente muy buena que tuvo que cerrar ”.

-¿Qué plato no ha podido quitar de la carta?

“Pues no se ha quitado casi ninguno. Yo creo que hemos hecho cosas mal hechas, pero también alguna bien hecha. Y lo que se ha hecho bien fue mantener la misma calidad y el mismo personal. Aquí hay Pingus, hay langosta, hay percebes, hay centollo, y angulas, que cuesta 700 euros el kilo y no es el momento de gastar ese dinero, pero lo he intentado mantener. Porque cuando llega la crisis en hostelería se nos planteó la duda de qué camino seguir y aquí se sigue vendiendo angula porque hay mucho cumpleaños, empresarios, gente con dinero. Antes hablábamos de lo que se hizo bien, y una cosa fue adaptarse a la realidad de la calle, por ejemplo, me llama una persona que quiere reservar y tiene un determinado presupuesto, antes a lo mejor le hubiera dicho que no y si tiene 50 en vez de 100 euros se adapta el menú”.

-¿Cual es el vino más caro que ha vendido?

“Un Pingus, que se vende a 1.500 euros la botella. Y todavía se vende. El otro día una pareja lo pidió, le preguntamos si celebraban algo y nos dijeron que no, que estaban aquí, que tenían buena salud y que les apeteció probarlo. Pues me parece bien”.

-La fama de ser un restaurante caro le ha beneficiado o le ha perjudicado

“No porque yo siempre he querido ser eso. Es la mayor publicidad que me pueden hacer en la calle; yo siempre he luchado porque Los Limoneros no podía ser bueno, bonito y barato, prefiero bueno, bonito y caro. Y también depende, aquí se puede comer por 100 o 200 euros por persona y también por 50. Desde que yo comencé en este restaurante lo abrí con esa intención”.

-Los Limoneros destacaba por su sala, se siguen elaborando platos delante del cliente

“Si, y espero que siga así porque cada vez se consiguen menos camareros, ya no se ven flambeados en la mesa”.

-Hay algún personaje que deseara que no volviera más por el restaurante

“Pues no. Y le digo por qué, en casi 33 años que llevo este restaurante no he visto ningún problema; alguien que se ha tomado una copita de más… También es muy importante en la restauración que eso se va perdiendo, y no me canso de repetirlo: cuando uno va al dentista, el importante es el cliente; no se debe perder el respeto hacia el cliente y los camareros deben saber que entre el cliente y él tiene que haber un espacio, una distancia, un respeto. Te voy a poner el ejemplo de una persona que aprecio mucho y que es un referente en Tenerife, la Taberna Ramón. Siempre hay un orden y un respeto”.

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