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“En mis primeros años en la farmacia se fiaba a los clientes, y todavía se hace…”

María Luz Acevedo Martín, farmacéutica pionera de Garachico
María Luz Acevedo Martín, farmacéutica pionera de Garachico
María Luz Acevedo Martín, farmacéutica pionera de Garachico
María Luz Acevedo Martín, farmacéutica pionera de Garachico. / DA

Siendo todavía estudiante de Bachillerato, María Luz Acevedo Martín, natural de Buenavista y residente en Garachico desde los siete años, ya soñaba con convertirse algún día en farmacéutica. Cursó la carrera de Farmacia en la Complutense de Madrid “porque aquí no había Facultad”. En su primer día en aquel ya desaparecido local de apenas 60 metros cuadrados, inaugurado en el penúltimo día del año 1975, pasó muchos nervios “porque no tenía experiencia”. Es entrar en la farmacia de su propiedad (la segunda que ha regentado en Garachico y donde lleva 13 años) y uno se da cuenta de la labor que realiza esta mujer. No solo dispensa medicamentos, sino que también realiza análisis en su laboratorio, además de informar al paciente-cliente de la manera más pedagógica posible sobre cómo conseguir los mejores hábitos de vida.

-¿El ser farmacéutica le viene por tradición familiar o por iniciativa personal?

“Pues, si te soy sincera, no. Lo que sí es cierto es que a mi padre siempre le pareció una profesión muy interesante, digamos algo cómoda porque, claro, estamos hablando de hace 60 años. Era una chica y ese tipo de cosas, hace 60 años se veían de otra manera. Aquí no había instituto, ni en Icod, y tampoco en ningún lugar de toda esta zona. Tengo que decir que mis dos primeros años de Bachillerato me los preparó una profesora particular. Después, con casi 12 años, me fui a estudiar interna a Las Dominicas de La Laguna, cuando todavía se encontraba en lo que es hoy el Ayuntamiento, en la calle Consistorio. De mi estancia allí te podría contar mil historias (ríe abiertamente)”.

-En ese tiempo, ¿ya pensaba que su futuro era ser farmacéutica?

“A mí me gustaba de siempre el tema científico. Iba más bien para Ciencias, aunque también sentía predilección por lo social. Entonces, quizás, Farmacia es una profesión que reúne un poco las dos cosas. Estudié la carrera en la Universidad Complutense, en Madrid, ya que todavía no había Facultad de Farmacia en la Isla. Me fue muy bien y tengo muy buenos recuerdos”.

-¿Pasó mucho tiempo hasta que empezó a trabajar?

“Pasaron unos cuantos años, ya que me dediqué a la enseñanza. A mí me gustaba mucho la enseñanza y estuve dando clase en un instituto. Eso sí, primero estuve haciendo análisis en un hospital en Madrid. Después, me vine a Gran Canaria porque me casé, ya que mi marido trababa allí, y estuve dando clases en el Instituto Isabel de España de Las Palmas. Decidimos establecer la farmacia en Garachico porque pensábamos que como solo había una y mucha gente me decía que hacía falta otra, pues, como mis padres estaban aquí, la verdad es que no me lo pensé demasiado. ¿Mi primer día? Estaba nerviosísima, porque no sabíamos nada y no tenía experiencia. No es como ahora, porque hoy en día la gente, cuando sale de la Facultad, tiene que hacer seis meses de prácticas en una farmacia. Y eso es muy interesante. En aquella etapa estuve sola, junto a un auxiliar que contraté, que estuvo conmigo 40 años”.

-¿Cómo era su primer local?

“Pequeño. No creo que tuviera más de 60 metros cuadrados. Me acuerdo que vinieron las autoridades al acto de apertura de la farmacia y del Colegio de Farmacéuticos vino Alfonso Morales, que en aquella época era miembro de la junta del Colegio. También fue farmacéutico de La Guancha y después en Santa Cruz. Falleció hace seis o siete años. La mayoría eran clientes de Garachico y, luego, como estábamos ubicados en la calle que suponía la salida a la carretera general que venía de la zona de Buenavista y Los Silos, sí que teníamos algunas personas de paso. Eso sí, con el paso del tiempo se llegaron a convertir en clientes fijos. No dejo de reconocer que éramos poquitos”.

-¿En aquellos primeros años se fiaba al cliente? ¿Existía una lista con pequeños deudores?

“(Vuelve a sonreír) Se fiaba… y se fía todavía. Hay que darse cuenta de que éramos muy pocos en el pueblo. Casi todos éramos conocidos y, sobre todo, mi auxiliar, cuyo padre había sido empleado del Ayuntamiento, conocía a todo el mundo, con nombre y apellidos”.

-¿Cómo se gestionaban entonces las recetas médicas?

“Cuando yo empecé, la verdad es que hacía un par de años que se había acabado aquel famoso petitorio de la Seguridad Social. Al poco de empezar en la farmacia hubo un boom de la Seguridad Social y había bastantes recetas. Eran de papel, o sea, individuales, y todo se hacía de manera manual. Se hacían los tacos de 25, como exigía el Colegio, y se mandaban. ¿Los pedidos? Unos los hacíamos por teléfono, mientras que en otros le dejábamos la nota al chófer en la ventana. Al pasar por la mañana, lo recogía, y luego lo traía por la tarde. Así que imagínese si han cambiado las cosas desde entonces. Además, como uno de los chóferes era de Buenavista, al pasar a las seis de la mañana levantaba un poquito la ventana y allí le dejábamos el vale con lo que queríamos”.

-¿Se imagina hoy en día una farmacia sin ordenadores, cajas registradoras de última generación, cámaras de seguridad…?

“No se podría hacer nada en absoluto. Hoy en día, para hacer una dispensación, nosotros nos conectamos con el Servicio Canario de la Salud y ellos nos contestan, vía electrónica, lo que podemos dispensar y lo que no. Sin la receta electrónica, que está establecida desde hace años, habiendo sido pioneros en Canarias, no es posible dispensar”.

-¿Usted ha notado en su gremio cierta desigualdad entre hombres y mujeres o piensa que ya ha desaparecido?

“Sinceramente, nunca he notado en ninguna de mis actividades, que han sido muchas, tal desigualdad. Fui directora de Salud Pública y no llegué a notar discriminaciones de ningún tipo. Quizás, en algún detalle muy concreto durante mi etapa en la Facultad, pero por lo demás, nada de nada. Y es que hay que fijarse que, en nuestra profesión, somos más mujeres. Es que aquí es al revés. En las profesiones sanitarias en general, las mujeres abundan mucho. En concreto, en las farmacias hay muchísimas mujeres”.

-¿Ha cambiado mucho su día a día en una farmacia?

“Sí. Sobre todo, la gestión. La gestión de una farmacia se ha complicado muchísimo, porque continuamente llegan normas nuevas. Están las normativas de cambios de precios. Antes, el día a día era siempre igual. Digamos que era monótono en el sentido de compra, pero en lo demás pienso que es igual que ahora. Por ejemplo, en aquella primera etapa podías comprar sin problemas, ya que si no lo vendías en un mes, lo hacías en dos, pero el precio era el mismo. Sin embargo, ahora no, porque los precios van cambiando. Entonces, a lo mejor puedes comprar y después vale más barato, con lo que pierdes dinero. Lo que es la gestión de las recetas se ha complicado bastante. Por una parte es más fácil, pero por otra se ha complicado, ya que hay mayor número de normativas”.

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