Ainhoa Marigorta, de 51 años y natural de Vizcaya, ha encadenado 750 contratos temporales en los 16 años que lleva trabajando en la fábrica de galletas Artiach. Encontró el trabajo a través de una Empresa de Trabajo Temporal (ETT), pero nunca imaginó que sus condiciones contractuales para con la empresa se alargarían más de una década.
Durante trece años estuvo alternando contratos diarios con sustituciones por bajas hasta que en 2016, y tras un cambio de ETT, pasó a encadenar contratos semanales aunque, según explica Ainhoa, no siempre se trabajaban los cinco días de la semana. “A veces trabajábamos dos días”, cuenta a EL ESPAÑOL. De esta manera, en 16 años en la empresa llegó a acumular 750 contratos.
Ainhoa aguantaba esta situación porque necesitaba el trabajo y porque confiaba que un día galletas Artiach -fabricante de icónicas marcas como Filipinos, Chiquilín y Marbú- le ofreciese un contrato en condiciones. Es decir, que la hiciese “fija”. Pero no fue así.
Ainhoa se ha pasado “los mejores años” de su vida esperando un contrato indefinido que nunca llegó. Ahora tiene 51 años y, aunque se considera una persona positiva, ve su futuro muy negro. Está en una edad en la que “es difícil que me contraten”, lamenta, y al trabajar días sueltos, de los 16 años que ha operado en la fábrica, probablemente el periodo de cotización no superará los 10 años, lo cual lógicamente afectará y reducirá su futura pensión.
Este martes se celebra el juicio de apelación del sindicato LAB a la decisión de Artiach de no hacer indefinidas a Ainhoa y sus compañeras. La trabajadora espera que salga bien porque, si no es así, ella y sus compañeras se quedan completamente “desvalidas”. También pide al Gobierno vasco que haga un seguimiento de las subvenciones que da a las empresas y de cómo se utiliza “el dinero del contribuyente para despedir a las personas de esta forma”, concluye.
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