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La música como terapia para la inclusión social

La Obra Social La Milagrosa, responsable del comedor de la calle La Noria, pone en marcha un coro con los usuarios del centro
El coro, compuesto por una veintena de personas, ensaya dos veces por semana en las instalaciones del comedor que se ubica en la calle La Noria, un espacio en el que ya preparan un pequeño repertorio para el Carnaval. Sergio Méndez

Son las diez de la mañana. Aún faltan unas cuantas horas para que el comedor de la Obra Social La Milagrosa, en la calle La Noria, abra sus puertas. Sin embargo, justo en la parte de atrás de este espacio que da almuerzo y cena a unas 100 personas diarias de lunes a sábado todo el año, ya reúne casi a una veintena de usuarios de este comedor. El motivo, el ensayo del coro. Y es que desde finales de noviembre del año pasado, guitarras, timples y tambores acompañan a hombres y mujeres que ocupan parte de su tiempo en disfrutar de la música, en aprender, en compartir, pero sobre todo, en un proceso que pretende darles algo de normalidad en unas vidas que en muchos casos están llenas de grietas que los separan de una sociedad que los mira de soslayo, desde la distancia.

Algunos tienen conocimientos musicales, otros parten de cero, pero todos permanecen atentos a la instrucción del monitor, Filiberto López, que le enseña las posiciones en la guitarra y el timple y marca los tiempos de la percusión. Unos villancicos sirvieron para hacer su presentación en sociedad, la siguiente actuación será en el Carnaval, para la que ya trabajan con mucho empeño. “Vamos a preparar tres canciones muy sencillas para darles ilusión y después seguiremos con las Fiestas de Mayo con algo de folclore”, explica el profesor, quien añade que “se trata de que entiendan de que no es algo pasajero y que durará en el tiempo”. Hasta se plantean participar en alguna romería.

Uno de los miembros del coro, a sus 67 años, lleva un año como usuario del comedor de La Milagrosa. Explica que “lo conocía desde cuando estaba en un centro. Traímos cosas que nos daban, para no tirarlas, y además conocía a las monjas porque estudié en los Salesianos. Desde que me jubilé y me salí del centro estoy viniendo al comedor”. Asegura que cuando supo del coro se apuntó enseguida. “Es una obra en la que nos tratan bien y nos dan lo que necesitamos así que si podemos hacer algo que menos que ayudar”, asevera este hombre que cuenta que hasta que no se lee todos los periódicos no empieza el ensayo. “Cuando empecé me dijeron que les gustaba como cantaba, que tenía voz”, dice con un sonrisa de orgullo. Cuenta que no tenía conocimientos de música para después admitir que en el colegio tocaba el bombardino y que siempre le gustó la música. Cuando se le pregunta que ha supuesto el coro para él contesta que “pasar un buen rato”. “Es una vivencia para mi muy fundamental. En vez de estar por ahí tirado, estoy haciendo una labor que no me supone nada y me sirve de relax”, añade. Al año nuevo le pide que, como mínimo, sea como el 2019 y lanza un mensaje: “mucha gente desconoce la labor que las monjas están haciendo. Hay muchas que no pueden y sin embargo dedican su tiempo a los más necesitados, un ejemplo es este comedor, ahí están las seis hermanas que se están sacrificando y eso cualquier persona no lo hace”.

Junto a este jubilado esta otro de los miembros del coro, una mujer de 56 años que solo hace tres vivía en la calle, el mismo tiempo que lleva siendo usuaria del comedor. “Llevo tres años viniendo al comedor, antes estaba en la calle. Hace como dos años me dieron una vivienda y sigo viniendo al comedor porque no tengo trabajo”. Cuenta que su último trabajo lo tuvo en 2017 gracias a los convenios de trabajo social, fue entonces cuando le dieron una casa. “Cuando tengo ingresos aporto el 30% del coste de la vivienda y cuando no pues no doy nada”. Ahora mismo no tiene ningún tipo de ingresos. “Estoy esperando a ver si me vuelven a llamar del Ayuntamiento”, confiesa con cierta esperanza. Ella es de las que sabe manejarse con una guitarra, lo que le permite incluso echarle una mano al profesor en las clases. El coro para ella ha supuesto una forma de sentirse útil. “A mi me está viniendo muy bien, es un tiempo para ti, en el que te relacionas con la gente y en el que también les enseñas cosas, sientes que puedes aportar algo. Pasamos un rato muy agradable”.

Y es que uno de los fines de esta actividad es precisamente la del empoderamiento de las personas en exclusión o en riesgo de estarlo. Así lo planteó Belén Peyró, la trabajadora social de la Obra de La Milagrosa que buscó la financiación para este coro. Desde su llegada, hace ya un año, pensó en impulsar algún tipo de actividad con los usuarios del comedor pero, como aclara, “la idea del coro surgió de la directora, Sor Carmen, yo había apostado por un proyecto relacionado con el deporte”.

Cuenta Peyró que, cuando entró, ellos ya hacía salidas como excursiones al monte. Fue en una de esas salidas, “jugando al béisbol con un palo”, cuando se le ocurrió que podría solicitar una subvención para impulsar nuevas actividades. “Hasta me regalaron un bate y todo (de gomaespuma)” comenta entre risas. Sin embargo, “me di cuenta que era complicado porque tienes que coordinar con el Ayuntamiento de Santa Cruz la cesión de espacios para la práctica deportiva y si a eso le unes que la mitad de la población tiene problemas físicos o de salud mental, todo se complicaba mucho”.

Detalla que fue entonces Sor Carmen la que propuso crear un coro social. Peyró creó un proyecto con el que acudió a distintas entidades consiguiendo financiación de las fundaciones de CajaCanarias y la Caixa. “El proyecto va desde octubre 2019 hasta diciembre 2020, lo valoré en 20.000 euros y nos dieron 10.000, de los que nosotros tenemos que aportar el 25%, así que aún nos faltaba dinero”, explica. Por eso también le han solicitado una subvención al Gobierno de Canarias, de la que aún están pendiente. Con la subvención que ya han recibido han podido comprar los instrumentos y contratar al monitor.

Cuenta Peyró que Sor Carmen sugirió el coro porque los usuarios necesitaban algo más lúdico. “Aquí hemos hecho cursos de cocina, de ordenadores…, por eso apostamos por algo más relacionado con el ocio para las personas vulnerables, gente que no tiene recursos económicos ni sociales para tener acceso a la cultura”. Explica la trabajadora social que este coro es un proyecto “bonito” que requiere coordinación entre las personas y que empodera. “Tenemos algunos de los usuarios que tienen problemas de salud mental a los que la música les viene muy bien. No hablamos solo de un proyecto pedagógico o de integración social, sino también de dar visibilidad, normalidad, y de quitar esa visión asistensialista que hay de las personas en exclusión social o vulnerable”, defiende Peyró. Insiste en que acciones de este tipo permiten a las personas en exclusión sentirse motivadas, empoderarse, que tienen sentimiento de pertenencia a la comunidad.

En cuanto al grupo que conforma el coro, asegura que están muy motivados y que se ha conseguido que entre 20 y 25 personas asistan de forma continua a los ensayos que tienen lugar dos veces por semana. Para formar parte del coro solo es necesario que quieran participar. Admite Peyró que, al principio, fue necesario incentivarlos. “Muchas veces hay que darles un poco de impulso. Les dices que se vengan si no están haciendo nada y si les surge algo pues pueden dejarlo, pero que, mientras tanto, pueden hacer algo nuevo”. La trabajadora social de La Milagrosa no renuncia a formar un equipo multideportivo confía en conseguir el dinero y el apoyo necesario para sacarlo adelante.

Con respecto al funcionamiento del coro, afirma su monitor que, “ahora mismo, la asistencia es muy continua, muy pocos fallan. Ellos cogen una guitarra y desconectan un poco de sus problemas. Esto es algo que debería repetirse para que esta gente pueda ilusionarse por algo en la vida”.

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