alerta por los nuevos casos de coronavirus en canarias

Se declara el estado de ‘shock’ en Costa Adeje

Los más de 700 turistas y 270 empleados del hotel en cuarentena por el coronavirus intentan digerir una pesadilla que va para largo
Se declara el estado de ‘shock’ en Costa Adeje. DA
Se declara el estado de ‘shock’ en Costa Adeje. DA

A 150 metros de la señorial entrada del hotel H10 Costa Adeje Palace las vallas impiden acercarse al establecimiento al que mira toda España y media Europa desde que en la madrugada del martes se aplicara el protocolo sanitario que impide a turistas y empleados salir de las instalaciones después de que varios huéspedes (un matrimonio italiano y dos amigos más) diera positivo en las pruebas del coronavirus.

Una pareja de la Policía Local provista con mascarillas monta guardia frente al pelotón de cámaras de televisión que apunta, desde la distancia, a la gran pérgola por la que se accede al hall de recepción. El revuelo de periodistas genera expresiones de extrañeza entre los turistas que a esa hora pasean o circulan con sus coches de alquiler por la concurrida vía que enlaza Costa Adeje con La Caleta. El resto del perímetro hotelero, incluyendo el paseo marítimo, lo custodian varios agentes de la Policía Nacional.

Miriam espera junto a los reporteros noticias de su suegra, empleada del departamento de pisos, con la que mantiene contacto telefónico. “Está un poco nerviosa, esperando a ver qué pruebas le hacen”, comenta a media mañana a este periódico. Rosa (nombre ficticio de una camarera de piso), llega después para someterse a un control sanitario tras recibir una llamada en su móvil. No duda en personarse en su día libre, aunque “preocupada, porque tengo niños”.

Acto seguido, llega uno de los cocineros, que busca la manera de sortear a los periodistas. Acude con aparente normalidad a su turno, aunque no es ajeno a la crisis. No quiere hablar y recurre al lenguaje gestual para atender la única pregunta que da tiempo a hacerle: “¿Estás nervioso”? Responde encogiéndose de hombros.

Poco después se presenta en el primer control policial Ruth Jiménez, presidenta del comité de empresa, que confirma la “ocupación alta” del hotel “como siempre” y que en él trabaja una plantilla de 270 empleados. “Lo único que pedimos es que se adopten las medidas de seguridad que correspondan”, dice mientras enfila la recta hacia la fachada del complejo hotelero. Horas después se muestra más serena. “La situación está controlada y los trabajadores están bien atendidos”, asegura.

En la explanada lateral del parking, a la vista de numerosos huéspedes alongados en sus balcones, se celebra una reunión de trabajadores y miembros del equipo sanitario, con aspecto de asamblea informal, al mismo tiempo en que varios agentes del Cuerpo Nacional de Policía, dotados de mascarillas, entran y salen de la zona de los garajes.

A su término, comienzan a abandonar el recinto algunos trabajadores con mascarilla sin hacer declaraciones a los periodistas en lo que parece ser una consigna incluida en el protocolo. Solo una camarera de piso afirma sin detenerse: “Lo siento, es mi puesto de trabajo y me hace mucha falta”.

seguimiento activo

A todos ellos, como al resto de sus compañeros, se les realizará un “seguimiento activo individualizado” en las dos semanas de cuarentena. El protocolo sanitario que se aplica permite a los clientes que no presenten síntomas de la enfermedad moverse con libertad dentro del establecimiento hotelero, aunque ayer las zonas comunes (piscinas, área de jardines y bares) se encontraban desiertas.

En cambio, muchos huéspedes permanecen asomados en las terrazas de sus habitaciones, contemplando el paisaje -algunos con aspecto de mirada perdida- y observando el discreto goteo de ambulancias y coches policiales, que llegan sin señales acústicos ni visuales que anunciaran una emergencia. Otros turistas se limitan a tender la ropa en el balcón, como parte de su rutina diaria, y borrarse rápidamente de la vista de los reporteros entrando de nuevo a la habitación.

En el Centro Comercial San Sebastián, con menos clientela que nunca, aún se aprecian en su exterior algunos afectos del vendaval de arena del pasado domingo. En una de sus terrazas, a menos de 100 metros de la entrada del hotel un matrimonio de turistas de avanzada edad toma dos cervezas bajo una sombrilla y con la mirada clavada en la fachada del complejo, como quien contempla un espectáculo, donde se empieza a ver movimiento entre el personal sanitario con mascarillas que al anochecer desaparecerán de la vista de los periodistas tras unas carpas y biombos.

La entrada de un camión de grandes dimensiones de una lavandería es otro de los signos que demuestran las medidas de prevención extremas aplicadas, en este caso, al tratamiento de limpieza de todo el material textil que usa el establecimiento.

A primera hora de la tarde, cuando más aprieta el sol, que se abre paso entre los restos del mayor episodio de calima en casi medio siglo en las Islas, todo es rutina y el cansancio comienza a aflorar entre los reporteros, que ven pasar las horas amenizadas, paradójicamente, con el Himno de la alegría que suena cada 60 minutos en el campanario de una iglesia próxima, como si fuera la banda sonora errónea de una pesadilla que durará 14 noches.

El despliegue mediático alteró la tranquilidad de una zona idílica

La presencia a primera hora de la mañana de agentes de la Policía Nacional y la Policía Local puso en alerta a los viandantes de que algo estaba ocurriendo cerca de la Iglesia de San Sebastián. La llegada de cámaras de televisión, radios, prensa escrita y digitales no hizo sino alimentar la curiosidad de todos los turistas, visitantes y lugareños que pasaban por el lugar y que trataban de inmortalizar la escena con sus móviles. Los locales del Centro Comercial San Sebastián no pudieron abrir sus puertas, mientras los vecinos no lo tuvieron fácil para acceder con sus vehículos a la zona.

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