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Icor, donde vivir confinado es algo casi natural

El histórico y prehispánico caserío de Arico sigue manteniendo sus pasos vitales en el encierro, incluso ahora con más gente y con la buena nueva de la pronta llegada de la fibra óptica que lo conecte al mundo
Ignacio Fuertes, uno de los pocos vecinos que vIVE todo el año en el caserío / FRAN PALLERO

Dicen que el confinamiento al que estamos obligado estos días por el coronavirus chino es aún mayor más severo en la denominada España vaciada, en donde algunos hablan de soledad al cuadrado.

Podría entenderse así por las dificultades que tienen los moradores de esos pueblos deshabitados y alejados por la falta de los medios tecnológicos y logísticos que se dan en todas nuestras ciudades, grandes o pequeñas. Sin embargo, en los pequeños caseríos de Tenerife, salva raras excepciones, el confinamiento se lleva casi en la piel de sus moradores, es algo que va en el ADN de quienes viven por encima de las medianías de la Isla. Algunos, como Madre del Agua o Fuente Nueva, llevan este encierro, además, con la ausencia de agua potable y luz, pero estar aislados es su pan nuestro de todos los días.

En Icor, justo por debajo de Madre del Agua y Fuente Nueva, entre otras morras o calles y barrios de Arico, lejos de perjudicar, este encierro ha servido para ver más vida entre las viejas parejas de tosca (bloque amarillo), porque muchos han decidido que no hay mejor forma de pasar un largo encierro -caminamos por la quinta semana- que estar en casas amplias, con huertas cercanas y junto a los vecinos de toda la vida, aunque la cobertura telefónica sea escasa, a la espera de la fibra óptica que curiosamente estos días ya ha comenzado a instalarse.

En esa docena de casas que componen el caserío histórico de Icor, la vida de hoy no dista mucho de la de hace cinco semanas, excepto en las restringidas visitas de vecinos o familiares. Se siguen teniendo las mismas dificultades para que llegue el correo – “hace un mes que no recibimos una carta”, afirma Germán Borges, presidente de la comunidad de vecinos- o que solo se disponga de la venta de Fabiola para comprar los viveros básicos del día a día, la única tienda que hay en la Carretera del Sur desde Fasnia hasta Arico, recuerda Fabiola que heredó la venta de su madre hace 25 años. “Ahora estoy vendiendo más que antes, desde luego, y lo hago a todos los vecinos de Icor y alrededores e incluso de Las Eras”, comenta mientras despacha a una vecina, encantada de encontrar allí “verduras y frutas frescas para capear el temporal” que Fabiola trae casi todos los días de MercaTenerife.

 

Fabiola lleva 25 años con la única tienda que abre desde Fasnia a Arico en la Carretera del Sur / FRAN PALLERO

Fabiola reconoce que “ahora estoy vendiendo un poco más, pero tampoco demasiado, porque a la gente le cuesta desplazarse”, destacando que vende de todo “sobre todo embutidos, pan y verduras” y que desde hace tiempo “ya no apunto los fiados en la libreta” como se hacía antaño.

Por lo demás “no hay mejor sitio para pasar un confinamiento que Icor”, comenta Germán Borges, presidente de los vecinos del casco histórico de Icor, y no le debe faltar razón cuando se ha doblado el número de vecinos que hoy viven el encierro en Icor y su entorno, “seguro que hay más de ochenta personas confinadas aquí, que han decidido que es el mejor lugar para pasar el confinamiento, y se nota porque cada día vez a personas en las huertas o en la tienda de Fabiola”.

El confinamientO ha dado pie que se acerquen hasta los cuervos al interior de Icor / FRAN PALLERO

Borges insiste que “aunque no estamos tan alejados como Madre del Agua y Fuente Nueva, yo llevo 13 años en la asociación y el Ayuntamiento sigue año tras año prometiendo lo mismo, asfaltado de calles, mejorar la luz pública, el agua, el cartero, pero seguimos igual. Pedimos cosas simples, pero que ellos le dan largas y largas y todo sigue igual, ni siquiera nos hicieron caso cuando hace un año salimos con crespones negros para que atendieran nuestras demandas”.

La declaración del caserío como Bien de Interés Cultural ha supuesto, además, algunas trabas para quienes habitan en él, “porque cualquier cosas que se mueva tiene que pedir permiso y es un trámite muy largo, como el que le pasa a Ignacio Fuertes, que tiene permiso para arreglar su tejado y la colocación de la luz en su vivienda y todos son pegas, más bien por parte del Ayuntamiento que por el Cabildo. Y ahora con la llegada de la fibra óptica, que es un avance para toda esta zona, vamos a tener un problema, porque dentro del caserío habrá que soterrarla, al menos ese tramito que es solo tierra y no creo que haya demasiado problema, cuando son once casas contando con la escuela, que hoy es propiedad de unos alemanes”.

Pero esa misma declaración (1984) de BIC en categoría de Sitio Histórico le ha valido para evitar la instalación de uno de los grandes aerogeneradores de un parque eólica que casi linda con el caserío y las cuevas prehispánicas que alberga el mismo. Una imagen que refleja el pasado y futuro de Arico, el municipio con más parques eólicos de Tenerife que pretende compatibilizar con su riqueza patrimonial y agraria.

Ignacio Fuertes, nacido en Valladolid, lleva un año y medio viviendo en Icor. “Mi mujer y yo llevábamos mucho tiempo visitando la Isla y decidimos que cuanto nos jubilemos nos venimos a vivir aquí, y aquí estamos”. Fuente vive en una de las casas históricas y casi todos los días atiende su huerta. El confinamiento “ni lo hemos notado”, porque “esto es muy tranquilo, habitualmente vivimos solo dos familias fijas y los fines de semana es cuando más gente venía, aparte de alguna guagua del Cabildo con turistas”. Ahora hay muchos que han venido a pasar este encierro en Icor y se nota más movimiento”, a pesar de que el confinamiento ha dejado sin alquilar muchas de las casas rurales que hay en las morras de los alrededores de Icor.

Germán Borges cifra el inicio de Icor hace 600 años, en 1420, tenor de las cuevas de aborígenes guanches que aún se conservan , aunque no fue hasta el siglo XVIII cuando se data el número de unas 12 viviendas y de habitantes (27).

El caserío de Icor, de origen prehispánico, destaca por su gran valor arquitectónico, etnográfico, arqueológico y paisajístico, una joya que se ha mantenido imperturbable a lo largo del tiempo. Su principal valor son sus casas canarias tradicionales, de planta rectangular y patio interior. Algunas son de dos pisos, con una escalera de madera para acceder a esa estancia, que normalmente hacía de granero. Las paredes son de mampostería y tejado a dos aguas. No pocas de las viviendas poseen un muro en sus fachadas, en el que se sentaban los lugareños a departir y siguen haciéndolo hoy, como una de las casas más singulares -“y la más fotografiada”, recuerda Germán Borges- que se utiliza como sede de la asociación de vecinos que él preside.

A pesar de tener la consideración de BIC, los aerogeneradores eólicos se sitúan muy cerca del caserío / NORCHI

Una atalaya a 330 metros de altitud

El caserío de Icor se halla junto a la Carretera del Sur (TF-28) en una loma sobre el barranco que le da nombre y por debajo de Madre de Agua, donde se encuentran los históricos lavaderos de un asentamiento anterior a la llegada de los castellanos, datando sus casas actuales, bien conservadas, del siglo XVIII. Icor está situado a 330 metros de altitud y desde allí se divisa parte de las medianías y corona forestal de Arico y Fasnia, y  en la costa, El Porís, Las Eras y el muelle de Granadilla.

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