
Por los cálculos de Alejandro Betoret, técnico en Gestión del Medio Natural, la tortuga “podría haber estado unos tres días atrapada” debido al buen estado del mar durante los últimos días. Se trata de un ejemplar de Caretta caretta, más conocida como tortuga boba, de pequeño tamaño que el pasado 21 de mayo se encontraba enredada en un saco de rafia y encajada en una zona rocosa situada en Punta del Hidalgo, perteneciente al municipio tinerfeño de La Laguna.
Afortunadamente, unos niños que estaban pescando por la zona se percataron de los hechos y avisaron al tinerfeño cuando este iba a practicar surf, quien decidió actuar de forma inmediata. “En un principio pensé que estaba muerta”, ha contado Betoret a este periódico, que hizo un rápido pronóstico muy poco esperanzador. “Estaba muy reseca, deshidratada y flaca, y además, tenía un saco de rafia enredado en una de sus aletas delanteras y en el cuello”. En las imágenes que acompañan esta información, puede verse cómo el técnico corta poco a poco las fibras en un rescate casi agónico para el animal.
Tras liberar al ejemplar de los residuos, Betoret comprobó que podría tener la aleta partida y que habría que amputársela. Fue entonces cuando contactó con el Centro de Recuperación de Fauna de La Tahonilla, dependiente del Área de Medio Natural y Seguridad del Cabildo de Tenerife, para que fueran a recogerla.
Esta tortuga boba tuvo la suerte de toparse con un técnico que ha trabajado para proyectos relacionados con el medio ambiente tanto para la Corporación insular como el Gobierno de Canarias. De hecho, “hice mis prácticas en La Tahonilla y sé cómo funciona”. Sin embargo, miles de animales resultan heridos y mueren cada año al quedar atrapados o ingerir residuos plásticos arrojados al océano por el ser humano. Una situación que, tras años y años de inconsciencia, parece imposible de reconducir. Por ello, tan solo dependerá de nosotros que las ya condenadas muertes agónicas de estas especies comiencen a reducirse…