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“Si tocan a uno, nos tocan a todos”: el sindicalismo frente al colapso económico

Según la OCDE, el nivel de afiliación en España es el menor desde 1990, un 13,7% de los asalariados, y no ha parado de bajar desde mediados de esa década, cuando alcanzó el 20%

“Si tocan a uno, nos tocan a todos. Unidos, resistimos. Divididos, caemos”. El exlíder laborista británico, Jeremy Corbyn, recordaba este viejo lema del movimiento obrero hace unas semanas, en su última intervención parlamentaria como jefe del partido. “Y la gente de nuestro país lo sabe. Hay tantos que están mostrando su compasión frente a la adversidad”, decía en referencia a la lucha frente a la pandemia del coronavirus. Lo mismo podríamos decir aquí en España. Y no solo del magnífico personal sanitario, también de quienes están al frente de los cajeros de supermercados o trabajan en las industrias esenciales. O de la gente normal, que desde casa busca mil maneras de ayudar. Un espíritu colectivo que contrasta, sin embargo, con la debilidad de los sindicatos, que ayer no pudieron manifestarse para celebrar el Primero de Mayo a causa de la pandemia. En medio de una crisis terrible que, según el propio Gobierno español, hará que nos dejemos por el camino un 9,2% del PIB en España. En torno a un un 20% en Canarias, según el Ejecutivo regional.

Según la OCDE, el nivel de afiliación en España es el menor desde 1990, un 13,7% de los asalariados, y no ha parado de bajar desde mediados de esa década, cuando alcanzó el 20%. Aunque la situación tampoco es para tirar voladores a nivel internacional: entre los 36 países más industrializados, la media de afiliación es del 16%, justo la mitad que en 1975, cuando las poderosas organizaciones sindicales europeas eran garantes del Estado del bienestar y un pilar fundamental de los partidos de izquierdas, cuyas políticas condicionaban en convulsos congresos de jersey de lana, pipa y cigarrillo oloroso.

Pero la vida ha cambiado mucho, y afiliarte a un sindicato te puede hasta marcar. “Nos cuesta acceder a determinadas empresas”, reconoce Victoria Francisco, presidenta de la Gestora de UGT-Canarias. “Hay gente que tiene miedo a sindicarse y lo hace a escondidas, que te hace una consulta por teléfono y luego te pide que no le llames porque está trabajando. A veces parece que estamos volviendo a la época en la que los sindicatos eran ilegales”, comenta. “En muchas empresas se presiona a los trabajadores directamente para que no se afilien”, afirma Jaime Bethencourt, miembro del Secretariado Nacional de Intersindical Canaria.

Sin embargo, ambos piensan que también ha habido una campaña bien diseñada para desprestigiar al sindicalismo. Victoria Francisco alude directamente al Gobierno anterior en España, liderado por el PP de Mariano Rajoy. Para Bethencourt, esta creciente imagen negativa fue un “proceso diseñado para que no hubiese reacción organizada a los recortes que se hicieron. Se desató una campaña de desprestigio contra las organizaciones sindicales para que perdiesen su fuerza. Y hemos asistido a una criminalización de la acción sindical”. Figuras como la del liberado sindical, que se dedica exclusivamente a labores de representación en empresas de más de 250 trabajadores, han sido utilizadas para dibujar, por parte de ciertos sectores de la derecha, la imagen de un sindicalismo parasitario que vive de las subvenciones del Estado. También rechaza las subvenciones el sindicato anarquista CNT, pero precisamente por lo contrario: porque una subvención puede condicionar la intensidad de la lucha sindical, que ellos consideran muy débil por parte de UGT y CCOO.

Tampoco ayuda el contexto. La conciencia de clase se ha debilitado en un mundo de precariedad, contratos temporales, freelancismo y creciente teletrabajo, lo cual debilita los espacios físicos comunes de deliberación colectiva que servían para mantener a raya al individualismo. “Ahora uno se explota a sí mismo figurándose que se está realizando”, afirmaba en 2018 a EL PAÍS el filósofo coreano Byung-Chul Han, afincado en Berlín y autor del libro ‘La sociedad del cansancio’. “Es la pérfida lógica del neoliberalismo que culmina en el síndrome del trabajador quemado”.

Aun así, el sindicalismo resiste y las organizaciones mayoritarias, como UGT y CCOO, son iterlocutoras habituales del Gobierno. Y otras más pequeñas, como CGT o CNT, han encontrado espacios interesantes. En 2018, por ejemplo, la gran mayoría de la plantilla del centro de logística de Amazon en Madrid paró durante dos días. El sindicato mayoritario era la CGT, de orientación anarquista -aunque no rechaza algunas subvenciones públicas-.

Ayer era un día especial, pero los sindicatos tuvieron que celebrarlo confinados. Hubo una ‘manifestación’ virtual a través de Twitter de UGT y CCOO. 75.000 personas utilizaron el hashtag #1deMayo. Los secretarios generales de ambas organizaciones, Pepe Álvarez y Unai Sordo, defendieron, cómo no, el papel del sindicalismo. “El discurso sindical está plenamente vigente y estamos ante un cambio de visión donde se está demostrando la importancia de lo común y colectivo y del trabajo, muchas veces precario, para sacar adelante una sociedad”, afirmó Álvarez en una rueda de prensa conjunta con Sordo.

También quisieron homenajear a los trabajadores de los servicios públicos que han estado batallando contra el coronavirus. Para Sordo, “el sindicalismo tiene razón de ser, porque existen estas personas, porque trabajan y porque el mundo del trabajo sigue siendo lo que explica y vertebra un país y queremos que este 1º de Mayo siga siendo un reconocimiento para los cientos de miles de trabajadores”. Ambos defendieron que se sigan utilizando los ERTEs como una especie de “congelador” del que vayan saliendo los trabajadores a medida que se vaya recuperando la actividad económica.

En Canarias, UGT ha querido honrar a los “trabajadores invisibles”, en palabras de Victoria Francisco. “Esos que se han convertido ahora en esenciales en la lucha contra el COVID-19. A menudo ocupan puestos de trabajo precario, muchos con rostro de mujer, pero nos han sacado las castañas del fuego”, afirma. Ahora, en UGT-Canarias siguen trabajando con el Gobierno regional en el pacto de reactivación, donde pedirán un “cambio de modelo productivo”.

En esa misma mesa de trabajo querría estar Intersindical Canaria. Pero, como no alcanza el porcentaje de representación exigida, no la invitan, “a pesar de ser el sindicato mayoritario en la Sanidad y la Función Pública” , afirma Bethencourt. Pero eso no impedirá que defiendan que “Canarias necesita sistemas productivos alternativos” al “monocultivo del turismo”, Una idea que suena con cada vez más fuerza en algunos sectores sociales y políticos de las islas.

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