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Tamara, con dos hijos, vive entre ratas y lagartos en Güímar

La joven güimarera de 24 años, con solo 400 euros de ingresos, pide una vivienda digna y el Ayuntamiento solo le ofrece “el pago de tres meses de alquiler”
Tamara Torres y su hija de ocho años, en la entrada de su morada, cerca de un barranco / SERGIO MËNDEZ
Tamara Torres y su hija de ocho años, en la entrada de su morada, cerca de un barranco / SERGIO MËNDEZ
Tamara Torres y su hija de ocho años, en la entrada de su morada, cerca de un barranco / SERGIO MËNDEZ

Maltratada por su expareja, a quien denunció cuando vivía con ella en La Palma, tras ser madre con 16 años, hoy, ocho años después, Tamara Torres Lugo trata de rehacer su vida en Güímar con otra pareja en una vivienda que no reúne las condiciones mínimas sanitarias para una familia.

Allí, en menos de 40 metros cuadrados, al borde del barranco de La Vera y muy cerca de la larga calle Chacaica, reside Tamara junto a su novio, su hija de ocho años, un niño de uno, dos perros, un gato y un pájaro, sin “contar las ratas y lagartos”, que se meten por la pequeña cocina tapiada con palés.

 
Una vivienda, si se puede llamar así que le ha cedido su cuñada, que junto con su suegra, son los únicos familiares que “me ayudan”, dejando entrever que no mantiene relaciones con sus padres separados.

Tamara Torres solo recibe unos 400 euros del paro y algún dinero de la venta de dulces que realiza los viernes, insuficiente para “alquilar una casa en Güímar, cuando los precios están por encima de los 500 euros”, declara, recordando que su novio no recibe prestación alguna.

Comenta que ha recibido recientemente la visita de la técnico de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Güímar, pero que “solo me han ofrecido el pago de tres meses de alquiler y con eso no me arreglan nada, porque yo no podría seguir pagándolo después”, mientras sigue esperando por el Gobierno de Canarias para obtener una vivienda de protección oficial o alquiler social, “en la que pueda pagar 100 o 150 euros al mes, para que me quede algo para comer y vestir a mis hijos”, señaló mientras nos enseñaba las condiciones insalubres de su morada, en la que se ven obligados a comer en la cama ante la presencia de roedores en la que llama cocina. Además, su hija de ocho años, tiene que dormir en una pequeña cama móvil que guarda junto a los enseres en un hueco del pequeño pasillo que conecta la entrada con el baño y el cuarto, rodeado de cables aéreos que dan luz a la vivienda desde un pequeño motor de gasoil.

La cocina, tapada con palés, es tan pequeña que tienen que comer en la cama / S.M.
La cocina, tapada con palés, es tan pequeña que tienen que comer en la cama / S.M.

Tamara estuvo un mes en un piso tutelado del Gobierno de Canarias tras denunciar en 2013 a su primera pareja por maltrato, “aunque solo me pegó una vez, me rompía todo, se enfadaba por nada, me insultaba y no aguanté más”, señala. “Dejé de estar en esa asociación de mujeres maltratadas porque con los psicólogos me encontraban peor y decidí curarme por mí misma. Me vine a Tenerife y estuve un tiempo viviendo con mi padre, luego con mi tía y ahora vivo con el chico con quien estoy”.

 
La joven güimarera de 24 años sabe que “no estoy en las condiciones de una vivienda que se pueda habitar con dos niños”, por lo que teme perder la tutela de los dos menores, aunque hasta ahora nadie le ha insinuado esa posibilidad.

Dice que no pide limosna, sino una casa digna y ni siquiera es habitual en el Banco de Alimentos porque “comida no me falta, solo una casa”, afirma.

Tamara Torres y su hija de ocho años, en la entrada de su morada, cerca de un barranco / SERGIO MËNDEZ
Tamara Torres y su hija de ocho años, en la entrada de su morada, cerca de un barranco / SERGIO MËNDEZ

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