
En 1859, cuando el Hospital Militar estaba instalado donde hoy se levanta el Palacio de Capitanía, el arquitecto Manuel de Oráa levantó una casa de tipología tradicional canaria al otro lado del camino de La Laguna (Rambla Pulido) que iba a ser destinada a mesón, aunque sería vendida al ramo militar, que la dedicó a Parque y Maestranza de Artillería.
Esta nueva construcción permitiría que, en junio de 1860, se abriera una calle a la izquierda del citado camino de La Laguna, a la que el alcalde José Luis de Miranda propuso que se le pusiera el nombre Iriarte. La calle sería asfaltada por primera vez el 5 de octubre de 1936.
Tomás de Iriarte, Puerto de La Orotava, 1750-Madrid, 1791, fue el decimotercer hijo de los diecisiete habidos en el matrimonio de Bernardo de Iriarte Cisneros y Bárbara Nieves-Ravelo y Hernández Oropesa. Sobrino del humanista y erudito Juan de Iriarte y Cisneros, bibliotecario real y traductor de la Secretaría de Estado, desde niño fue llevado a Madrid, al igual que lo habían sido sus hermanos Bernardo y Domingo, adquiriendo una sólida educación bajo la tutela de su pariente.
Bernardo llegaría a ser miembro de las academias de la Lengua y Bellas Artes, Domingo sería secretario de la Embajada en Viena, y años más tarde embajador en Varsovia (Polonia), y Tomás sucedería a su tío en su puesto de traductor oficial de la Secretaría de Estado, ocuparía el cargo de Archivero de Guerra, y sería uno de los escritores más importantes del siglo XVIII.
Tomás de Iriarte era el prototipo del cortesano dieciochesco, elegante, culto, cosmopolita y buen conversador, su figura destacaría en los ambientes literarios y sociales, siendo un asiduo de la tertulia de la Fonda de San Sebastián, reunión de intelectuales del Madrid de la Ilustración, donde trabó amistad con su fundador Nicolás Fernández de Moratín.

La fama le llegó en 1773, con la publicación de la obra satírica Los literatos en cuaresma, imprescindible para conocer a los escritores neoclásicos españoles; pero su mayor popularidad se debió a las Fábulas literarias.
En ellas reunió una serie de poemas satíricos y moralizantes que encierran muchas veces una burla feroz de sus coetáneos, como puede apreciarse en piezas como El burro flautista, El caballo y la ardilla, y la más conocida, Los dos conejos, de donde surge la expresión son galgos o podencos, fábula en la que aprendemos que más vale no perder el tiempo pensando sobre los peligros que nos acechan, ya que corremos el riesgo de sucumbir ante ellos.
De su actividad teatral cabe destacar el monólogo Guzmán el Bueno, basado en el episodio medieval del cerco de Tarifa, cuyo alcaide, Guzmán el Bueno, prefirió dejar morir a su hijo antes que rendir la ciudad. En prosa compuso el drama La Librería, y tres comedias morales en verso: El don de gentes, El señorito mimado y La señorita malcriada, que tratan sobre la dificultad de educar a los hijos. Cuatro años antes de morir hizo realidad su deseo de ver publicada su Colección de obras en verso y prosa.
En el ámbito musical, además de tocar el violín y la viola, compuso sinfonías y escribió un poema didáctico en cinco cantos de silvas -versos endecasílabos y heptasílabos de rima consonante- titulado La Música, que sería traducido a varios idiomas.