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Arafo sigue presumiendo de castañas

Aunque los últimos tres años la cosecha ha disminuido por la falta de lluvias, el municipio mantiene su distinguida variedad arafera; Jacob Gil Fariña tiene castaños centenarios que le dan unos 5.000 kilos al año, gracias al picón del volcán Media Montaña
Un castaño centenario, cargado de frutos en Media Montaña / SERGIO MÉNDEZ

Arafo es uno de los municipios más pequeños de Tenerife, pero no por ello puede presumir de tener en su seno singularidades de las que presumen sus moradores. Por encima de todo se conoce a Arafo como el pueblo de la música -sigue teniendo dos bandas-, del buen pan y de poseer una de las variedades más ricas y dulces de castaña, denominada arafera.

Una variedad que se puede encontrar en Arafo, pero también en el otro lado de la dorsal (La Matanza, La Victoria o La Orotava), producto del intercambio que se realizaba a través del camino real por la cumbre, si bien Jacob Gil Fariña recuerda que “tu puedes llevarte un injerto de aquí y plantarlo en La Orotava, pero la climatología no es la misma, aquí al ser sequero es más dulce, en el norte es más aguachenta, más desabrida”. Jacob, de 40 años, es uno de los pocos en Arafo que todavía hoy se sigue dedicando al castaño, los suyos y los que tiene arrendado como medianero. Mantiene que dentro de la variedad arafera hay muchas diferencias a favor de las que se cultivan en la Media Montaña, una finca de 5.300 metros cuadrados muy cerca de Chivisaya, a 1.200 metros de altitud. “Aguantan más las sequías que hemos padecido, gracias a la humedad del picón, y eso les proporciona un dulzor que no tiene ni la castaña de la Península ni las del norte de la Isla”, comenta mientras nos señala un centenario castaño con tierra de picón, capaz de dar más de 100 kilos, y otro cercano, más amarillento y seco que no tiene picón en el suelo.

Dentro de la variedad arafera, Jacob distingue la castaña manso, “que es la más temprana, no muy grande, pero la más cara, por ser la primera”, nos comenta. “Luego está la de sala, ya tiene la castaña en el suelo, después está la de picón que es más pequeña, pero más dulce, que necesita la lluvia para que se abra”, porque se seca el erizo y no se abre, sobre todo cuando hay calima o tiempo de levante.
Los cosecheros de castañas en Arafo se cuentan, según Jacob, con los dedos de una mano y recuerda que “llevamos tres años de sequía, cogiendo 90 kilos por castañero ya nos daría 4.000 o 5.000 kilos”, que normalmente “se llevan al mercadillo de Arafo y todo el valle, y buena parte de ellas también van a MercaTenerife”, señala, mientras él también le vende al restaurante Aborigen, que tiene dos estrellas Michelín, “me compra castañas y las congela, al igual que también hace con las cerezas”.

Aunque se le ve emocionado cuando habla de sus castañas, cerezos y guindas, Jacob es consciente de que “resulta difícil dedicarse solo a esto, aunque vamos escapando”, y actualmente prepara unas oposiciones para convertirse en guardia rural, una profesión que le serviría, además, para estar cerca de los barrancos, senderos, montañas, cuevas guanches y volcanes que tanto conoce desde pequeño, y poder darle palos a los castaños cada mes de octubre o noviembre. Comenta que la castaña se ha convertido en un objeto de deseo, pese a que “no ha llegado aún ese frío que nos invite a comerla asada en cualquier rincón de Tenerife.

La variedad arafera es más dulce que las otras de la Islas gracias a ser se sequero y sobre picón / S.M.

El alcalde de Arafo, Juan Ramón Martín, también lamenta que “aparte de la sequía, el mayor problema que tiene la castaña es que un problema generacional, porque los hijos y los nietos no quieren dedicarse a ello”, pese a que el castaño apenas dé trabajo, más allá de tener limpio su suelo y lógicamente la recogida con los palos, a semejanza de lo que se hace con la almendra. Ese abandono ha traído consigo que se sucedieran en los últimos años los robos, que este año, por lo pronto, no se han dado en Arafo.

Una tradición

Siempre ha sido una costumbre que en Arafo, a por la fiestas de Todos los Santos y los Difuntos, sea un hábito el consumo de la castaña arafera, bien sean asadas, guisadas o en fritango, con pescado salado o carne, acompañada de vinos jóvenes, si bien este año, por la pandemia, la tradicional Feria de la Castaña no se ha celebrado.

Se tiene constancia de que la castaña existe en Tenerife desde su colonización, en donde en archivos históricos se relata que el Adelantado Alonso Fernández de Lugo otorga un trozo de tierra en La Orotava “para poner ocho mil sarmientos, tres mil morales y tres mil pies de castaños”. Desde entonces, la castaña ha estado presente en toda la Isla, en altitudes que van desde los 800 a los 1.600 metros.
En Arafo, las zonas donde aún se encuentran castaños, se sitúan en una franja localizada entre los 500 metros de altitud hasta los 1.500, aunque la zona de óptimo es la banda de los 900 metros de altitud. Los que se encuentran a una mayor altitud son los de la Morra de las Piedras y Lomo de los Chochos, a más de 1.500 metros, sobre Chivisaya y Media Montaña.

Aparte de Media Montaña, merece también especial atención los castañeros de Las Arenas, sobre los 1.300 metros, cultivados en los campos de picón oscuro generados por la erupción del Volcán de Arafo en 1705, doscientos años después del volcán que dejó Media Montaña y donde Jacob Gil Brito sigue cuidando hoy a varios castañeros centenarios de los que presume él y todo Arafo.

Las castañas asadas es una imagen que se repite desde noviembre hasta Navidad / S.M.

Cerezas y guindas

Jacob Gil Fariña heredó la finca de Media Montaña, un viejo volcán que erupcionó en el año 1.500, de sus abuelos y presume de tener en ella no solo enormes y centenarios castaños, sino también “cerezos y guinderos”, los únicos en las Islas, porque “necesitan más de 900 horas de congelación y solo se dan aquí, porque de lo contrario no cuajan”. La guinda suele llevarla a La Palma “para darle color al vino”. También presume de haber recuperado una vid original de Chivisaya, cuyos caldos fueron tan apreciados después de la conquista castellana que en la zona se llenó de bodegas que exportaban sus caldos, sobre todo, a Inglaterra.

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