comedor social

La Milagrosa, la esperanza de decenas de personas en la capital

El céntrico comedor de la calle de la Noria atiende diariamente a más de 120 personas vulnerables en situación de riesgo o exclusión social que demandan de las Hermanas de la Caridad un plato caliente y alimentos para la jornada

Todos los días del año, el comedor de la Obra Social La Milagrosa, en la céntrica calle de la Noria de Santa Cruz, da una comida caliente a un centenar de personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad o en riesgo de exclusión social. Tras la crisis del coronavirus, el número de atendidos aumentó hasta los 120 o 150 personas diarias.

“Estamos atendiendo a los antiguos perfiles que venían al comedor, a personas sin hogar, con escasos recursos y en riesgo de exclusión social, y a otros también con un nuevo perfil, el de personas que se han quedado sin trabajo, están en ERTE y no llegan a fin de mes. Algunos han tenido que irse a la calle o dormir en su coche al no poder pagar el alquiler, gente que trabajaba en la economía no normalizada, trabajos puntuales en la construcción o la hostelería, personas que iban a vender al rastro y se ganaban algún dinerillo… Gente con un nivel medio y que, de la noche a la mañana, se ha quedado sin derecho a un subsidio o a una ayuda alimentaria”, señaló Belén Peyró, la trabajadora social de este comedor de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul.

Al mediodía comienza el primer turno de reparto de alimentos. Los usuarios entran ordenadamente, al ser citados por Sor María del Carmen Hernández, y, tras la higiene de manos, recogen sus alimentos entre pasodobles, canciones folclóricas, villancicos y boleros interpretados por un grupo de usuarios del comedor que crearon hace un año un grupo musical. “Llegaron a ser 20 entre los que tocaban y cantaban, y ahora con la pandemia han disminuido, sobre todo porque muchos se han desanimado en este 2020 atípico, pero los que siguen lo hacen con mucha ilusión. Es muy bonito, crea una unión”, reconoce Peyró.

“La comida que entregamos sigue siendo principalmente un plato caliente y la ponemos en recipientes de plástico, variando cada día la misma. Además, en la bolsa entregamos fruta, ensaladas, bocadillos, pan, algún enlatado, agua, zumos, etc. Sabemos que para ellos ahora es más triste, porque antes almorzaban en el comedor sus diferentes platos y ahora se llevan la bolsa de alimentos y tienen que sentarse por la calle, en bancos, en muros, y comer en un táper de plástico, pero por seguridad no podemos hacer otra cosa”.

La Obra Social La Milagrosa tiene un servicio de trabajo social que interviene con las personas que vienen (más de 400 distintas el año 2019); el servicio de comedor, que en la actualidad está entregando en bolsas; el servicio de ducha y lavandería (lunes, miércoles y viernes), además del grupo y coro social y otros talleres. Asimismo, ha puesto en marcha un novedoso servicio de economato en el que ya ha atendido a unas 25 familias.

Aunque el servicio de comida funciona por la mañana, las hermanas siempre están abiertas a atender a las personas que lo necesiten, ya sea por la tarde o incluso por la noche, si piden alimento o proveerse de ropa o mantas. “Ellas tienen un servicio 24 horas de solidaridad”, destacó Belén Peyró.

Antes de que arranque el segundo turno de reparto de alimentos, a las 12.45, la hermana María del Carmen Hernández señala que “la afluencia ha aumentado muchísimo, pero además de los sin hogar y los que tenían un trabajo y lo han perdido, también está llegando cada vez más familias pidiendo ayuda”.

Hernández destacó la solidaridad de “muchas personas que colaboran con lo que pueden, las subvenciones públicas y privadas y la ayuda de empresas y particulares, colegios que hacen campaña de Navidad, el esmero de más familias por ayudarnos y de supermercados como Mercadona o Hiperdino”.

Las cinco hermanas que forman la comunidad y los cinco empleados (cocinera, limpiadora, trabajadora social y un trabajador que hace todo tipo de quehaceres) trabajan a destajo para dar esperanza cada día a centenares de personas. La cocinera llega a las 7.00 y comienza una maratoniana jornada, porque a las 12.00 debe estar todo listo. Solo hay tres voluntarias de un grupo de más de 25, por motivos de seguridad, pero esperan que se incorporen poco a poco.

La pandemia ha sacado la ayuda y solidaridad, pero también la aporofobia

Las donaciones de familias y empresas han aumentado al darse cuenta del impacto de esta crisis socioeconómica del coronavirus. Sin embargo, lamentablemente, también se ha visto la aporofobia, el miedo y rechazo hacia las personas pobres. “Sobre todo, en la época del estado de alarma vimos insolidaridad, cómo algunos miraban a las personas que atendíamos con cara de asco, se distanciaban y evitaban pasar cerca de ellas, quizás por miedo al contagio”, afirmó Belén Peyró. Asimismo, lamentó cómo se interesaron en alquilar un amplio local cercano y sus propietarios se negaron si era utilizado de comedor social.

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