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Eligen las ruinas de Gordejuela entre las más bellas del planeta

Las redes sociales convierten en fenómeno internacional el rincón de Los Realejos donde se instaló la primera máquina de vapor de la Isla
Las ruinas ‘encantadoras’ de Gordejuela
Las ruinas ‘encantadoras’ de Gordejuela
Las ruinas ‘encantadoras’ de Gordejuela

A simple vista parece un castillo abandonado, una mansión encantada, la guarida secreta de un pirata… Las ruinas centenarias del elevador de aguas de Gordejuela, en la costa de Los Realejos, se han convertido, sin quererlo, en un nuevo reclamo turístico de la isla de Tenerife desde que fotos y vídeos de este rincón evocador han dado la vuelta al mundo a través de las redes sociales e Internet.

Civitatis, la empresa líder en la venta de visitas guiadas, excursiones y free tour en español, ha preparado un listado en el que recoge algunos de los parajes abandonados más bellos del planeta. Y en el primer lugar de ese ranking aparecen, precisamente, las ruinas de Gordejuela. Los muros desvencijados de este gran complejo construido a principios del siglo XX, donde se instaló la primera máquina de vapor de la isla de Tenerife, resisten imponentes ante el oleaje del océano Atlántico, formando una estampa de postal que impacta desde el primer vistazo. En esa lista mundial de Civitatis, Gordejuela rivaliza en belleza con otras ruinas extraordinarias, como el Castillo Bannerman (EE.UU.), el faro Rubjerg Knude Fyr (Dinamarca), Kolmanskop (Namibia), Belchite (Zaragoza), Salar de Uyuni (Bolivia) y el pueblo fantasma de Bannack (Montana. EE.UU.).

Durante décadas, las ruinas del elevador de aguas permanecieron olvidadas y prácticamente desconocidas para los foráneos de Los Realejos. Se empezaron a popularizar a raíz del acondicionamiento del sendero turístico, hasta la cercana Rambla de Castro, por parte del Ayuntamiento y el Cabildo. El sendero conecta este paraje natural con la playa de Los Roques y el barrio de Punta Brava, en el Puerto de la Cruz. A medio camino quedan las ruinas de Gordejuela, al fondo de un abrupto barranco, adosadas al acantilado, sobre la playa casi salvaje de La Fajana.

El acondicionamiento del sendero a lo largo de esta franja litoral, de gran belleza natural y paisajística, atrajo de inmediato tanto a los turistas como a las gentes de la Isla, hasta el punto de que la Rambla de Castro es en la actualidad uno de los rincones más visitados de Tenerife. Como consecuencia de la creciente popularidad del sendero, llegó muy pronto el efecto expansivo de las redes sociales e Internet, donde los paisajes espectaculares de Castro y Gordejuela son escenario habitual de reportajes y vídeos de todo tipo. Uno de ellos, en concreto, se hizo viral años atrás al aparecer un joven que paseaba al borde del abismo por uno de los muros de las ruinas del elevador de aguas, mientras era grabado desde un dron. Imágenes como esta convirtieron definitivamente a Gordejuela en un punto de atracción para los curiosos y los amantes de la aventura.

En la actualidad, las ruinas de Gordejuela carecen de protección específica alguna. El inmueble sigue en pie sin el techo, que se hundió hace décadas, al igual que los suelos de madera de las diferentes plantas. Tampoco conserva los arcos, ni puertas ni ventanas, y los huecos inferiores han sido tapiados por el Ayuntamiento por razones de seguridad.

La Asociación Hispania Nostra, entidad sin ánimo de lucro dedicada a la defensa, salvaguarda y puesta en valor del patrimonio cultural y natural de España, la ha incluido en la Lista Roja de Patrimonio por el riesgo de colapso.

El alcalde de Los Realejos, Manuel Domínguez, ve con buenos ojos que este lugar se destinara a un centro de interpretación del aprovechamiento del agua en Tenerife. Pero dada la envergadura del proyecto de rehabilitación del inmueble, solo sería factible si colaborasen en el mismo el Cabildo y el Gobierno de Canarias. Por lo tanto, de momento esa idea es más un sueño que otra cosa.

Lo cierto es que las ruinas del elevador de Gordejuela son un tesoro histórico y cultural de Los Realejos, un importante vestigio de la historia industrial de Canarias. Por ese motivo, y con el fin de evitar su definitiva desaparición, promover su puesta en valor y, además, garantizar la seguridad de los numerosos visitantes que acuden a las inmediaciones, desde DIARIO DE AVISOS proponemos al Ayuntamiento de Los Realejos que inicie los trámites para su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC).

UN HITO HISTÓRICO

La familia Hamilton, aún de gran trascendencia en Tenerife, llegó a la Isla a principios del siglo XVIII. Fueron productores y exportadores de plátanos, tomates y papas, contaron con una compañía naviera y operaban con buques carboneros. Fueron cofundadores del CD Tenerife, del Hotel Taoro y del Real Club Náutico. Además, fueron responsables de la construcción del Semáforo de Igueste y, también, del elevador de aguas de Gordejuela.

En 1898, la empresa Hamilton & Co. constituyó la Sociedad de Aguas de la Gordejuela, que tenía como objetivo la explotación de los manantiales existentes en la costa de Los Realejos, en la zona que debe su nombre a su primer propietario y fundador de los conventos de Los Realejos, el hidalgo Juan de Gordejuela y Mesa. La obra del elevador, emplazada en un antiguo molino de gofio, marcó un hito en su tiempo por haberse instalado en su interior la primera máquina de vapor de la isla de Tenerife. En 1902, la perspectiva de un crecimiento de los precios llevó a la empresa a comprar todas las acciones de la sociedad. A partir de esa fecha se edificó una estación con bombas a vapor para elevar unas 10.000 pipas diarias -4.800 metros cúbicos- hasta un embalse situado a 270 metros de altura, a través de una tubería de hierro de dos kilómetros de longitud. Para la distribución posterior por el Valle de La Orotava se construyó un acueducto de doce kilómetros.

La industria estaba formado por dos unidades: la primera, aparte de un almacén y la casa de los medianeros, poseía otra casa, con una chimenea de 50 metros de altura, en la que se ubicaba la máquina de vapor. El otro edificio, el más representativo del conjunto, fue en su momento uno de los mayores de Tenerife, con cinco niveles. La obra, que fue proyectada y supervisada por el ingeniero militar José Galván Balaguer, fue calificada en su época de “obra de romanos”. El periodista lagunero Leoncio Rodríguez publicó con el pseudónimo de Luis Roger, un artículo en el periódico El Progreso, en 1908, tras visitar el lugar, que describió así: “Cuanto se diga de las obras de Gordejuela, del atrevimiento de la fábrica, situada en un risco cortado a cercén sobre el mar, en la boca de un enorme y profundo barranco, no acertará á expresar la magnitud de la empresa, ni dará exacta idea de los esfuerzos materiales ni del alarde de inteligencia que la ejecución de aquella revela”.

El coste total de la instalación superó el millón de pesetas de entonces, lo que colocó en delicada situación financiera a la empresa promotora. Además, las expectativas económicas variaron por la coyuntura internacional, lo que afectó al comercio frutero. Con objeto de garantizar una remuneración a la inversión, optaron por arrendarla en 1910 a Elder & Fyffes, para luego vendérsela en 1919. Los avances tecnológicos de años siguientes obligaron a cambiar el método de elevación, lo que hizo innecesario el complejo tal como había sido planteado y fue abandonado paulatinamente.

Un siglo después, y a pesar del estado ruinoso de aquel complejo pionero, siguen vigentes estos párrafos escritos por Leoncio Rodríguez: “He ahí el espectáculo de Gordejuela; espectáculo donde la ciencia se hermana con la poesía y donde la vida parece que siente el soplo de la tragedia”.

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