Arafo presume de ser un pueblo muy musical, de tener las mejores castañas de Tenerife y de poseer una bodega comarcal que no para de ganar premios con sus caldos, pero también por tener un pan que ha trascendido sus fronteras, como se reconoce con esa frase más bueno que el pan de Arafo que en realidad se refería al pan de Arecio, el panadero de toda la vida en el pueblo. Su hija, Teresa González Cejas, y su nieto, Alexis, son hoy los que llevan la Panadería Arecio, aunque ella misma reconoce que “no me sale tan sabroso como a él, no sé que truco tenía, qué punto le daba, pero debería ser el cariño y la mano que le ponía, la verdad es que no le puedo explicar”, afirma la orgullosa hija.
Y no se trata de un pan especial, más bien todo lo contrario, el pan común de toda la vida. “Nosotros solo le ponemos agua, harina, mejorantes y levadura”, eso sí siempre hecho en el horno de leña, “de leña de toda la vida, nada de luz o gasoil”, indica Teresa, mientras su hijo Alexis comienza a hacer la masa fresca sobre las ocho de la noche cada día, para repartirlo ambos a primera hora del día “puerta por puerta, como hacía mi padre”, aunque ya hay quien “no deja la talega, porque se la llevan”, señala con amargura mientras recomienda a su clientela que “no dejen el pan en la bolsa de plástico, porque pierde su dureza, aunque el de leña tiene más cocción y aguanta más”, recordando de nuevo a su padre, Arecio: “Él decía que el pan está mejor a los dos días, porque servía para sopas, torrijas, para bizcochar o para hacer pan rallado, el pan se aprovecha siempre”, lamentando que ahora “muchos prefieren ese pan congelado y se está perdiendo la tradición de los hornos de leña”.
Teresa González, al contrario que su vecina Marta Rosales, que hace panes artesanales para vender en los mercadillos, no es de las que le guste innovar, porque “yo hago pan común, cumplido, redondos o pulguitas, pero no eso de panes con espelta o integrales, porque es mucho rollo y lo que que deja son pérdidas”, comenta quien ha vuelto a vender, después de confinamiento, entre 400 y 500 panes diarios solo en Arafo, puerta por puerta “y en alguna boutique del pan”, siempre a 40 céntimos la unidad normal y muchas veces “cobrando a la semana o al mes, esa tradición se mantiene desde la época de mi padre, a quien acompañé en esta tarea desde que cumplí los 16 años”, reconociendo que “haciendo pan no vamos a llegar a ricos, pero no vale la pena quejarse”, si bien admite que “es un trabajo muy duro, con muchas noches de sueño y un horario que te marca la vida”, explica.
Señala Teresa González que desde el decreto del estado de alarma las medidas de seguridad se mantienen intactas, y más tratándose de una panadería artesana, siendo su hijo Alexis el artesano de la masa madre y quien lleva las cuentas, asumiendo que ya es el destinado a seguir la tradición familiar del pan de Arecio, que traspasó el municipio con la frase está más bueno que el pan de Arecio (Arafo), aunque a veces también colabora su hermano Ramón con el reparto por todo el pueblo, entre los vecinos y algunos restaurantes, comercios o gasolineras. No hay nadie en Arafo que no conozca el pan de Arecio, el pan de toda la vida, ya sea cumplido o redondo, grande o pequeño, un pan común, pero con sabor a leña, leña auténtica que nos calentó la fría noche arafera.