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La Laguna recuerda y homenajea a sus lavanderas

El Ayuntamiento distingue a estas mujeres con la colocación de una escultura en la plaza de los antiguos lavaderos del Tanque Grande
Las antiguas lavanderas, el artista (i), el alcalde y la concejala, ayer junto a la escultura. / Sergio Méndez

“Yo empecé a lavar con mi madre con 5 años y seguí lavando aquí hasta el año 89, hasta que cerraron. Venía con la ropa cargándola a la cabeza, era duro, pero fue una época bonita”. Así lo rememoraba ayer Guadalupe Siverio, una de las lavanderas que en el pasado acudía a los antiguos lavaderos del Tanque Grande y que hoy siguen, aunque cerrados, en su ubicación del lagunero camino de las Peras, donde el Ayuntamiento inauguró ayer una escultura, modelada por el artista Ibrahim Hernández, para distinguir la labor de estas mujeres, representadas en el acto por Guadalupe Siverio, Darkis Pérez y Pura Ángel de la Rosa.

En el acto estuvieron presentes el alcalde, Luis Yeray Gutiérrez, la concejala de Patrimonio, Elvira Jorge, así como varios concejales del Consistorio, el presidente de la Fundación Cicop, Miguel Ángel Matrán, y una representante de la Asociación de Vecinos del Casco.

Luis Yeray Gutiérrez destacó que “hemos querido homenajear a todas estas mujeres, que de manera silenciosa han estado trabajando y luchando” en este oficio tradicional, a la vez que valoró “la importancia que ha tenido siempre el agua en nuestro municipio”.

La concejala enfatizó que la escultura es un homenaje “a todas las mujeres y niñas lavanderas, a su trabajo sacrificado y anónimo”. “Estos lavaderos han sido testigos de su trabajo solidario y generoso, y de las confidencias y de los momentos felices”, señaló la edil, quien añadió que habrá un segundo acto de reconocimiento previsto para septiembre.

Recuerdos

“Una gran alegría, por homenajear a las personas que tanto vinieron aquí de madrugada, de noche, con los hijos a lavar, porque no tenían lavadora, ni agua en las casas, era un sacrificio tremendo”, relataba ayer Pura, quien iba de pequeña a este lavadero, del que guarda “recuerdos bonitos: el amanecer, el frío lagunero y siempre estaba lloviendo”. “Esto es muy bonito, no olvidarnos de lo de antes, y más de un patrimonio cultural”, destacó.

Guadalupe solo lamentaba que no fuesen testigos del reconocimiento “las abuelas y bisabuelas que ya no están y que fueron las que tuvieron el mérito más grande”. “Una venía con la bisabuela a aprender el oficio de ellas, de chiquita al pie de las personas mayores para ir recogiendo lo que ellas sabían para que nosotras no perdiéramos las tradiciones”, explicaba. Aún así, a pesar de la dureza del trabajo, es algo que, como todas, también echa de menos “porque era el momento del diálogo, de las personas mayores con la gente joven. Y lo que tu oías y hablabas aquí, del tanque no salía. Era nuestro espacio de diálogo. Era una época bonita”.

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