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Horas en busca de certidumbre tras dos noches de solidaridad

Los vecinos del bloque de viviendas de Ofra donde se produjo un socavón el miércoles esperan por un informe técnico de Urbanismo para saber si pueden volver hoy a sus casas
La concejala del distrito Ofra-Costa Sur, ayer por la mañana, hablando con los vecinos del bloque 102 de la calle Hermano Pedro | SERGIO MÉNDEZ

Parecía un día corriente. Eulogio, más conocido como Goyo, residente en el bloque 102 de la calle Hermano Pedro, en el barrio santacrucero de Las Retamas (Ofra), terminaba el miércoles, alrededor de las seis de la tarde, de dar unos golpes de brocha al rellano del tercer piso de su edificio. Tiene por costumbre, cada cierto tiempo, hacer algunas labores de mantenimiento. Y, tras dejar los materiales en su particular almacén -que antaño se utilizara como portería, hasta que el portero se jubiló-, subió a su vivienda para ducharse. Minutos después, al abrir el grifo de la cocina, no salía ni gota. “Oye, ¿tú tienes agua?”, le preguntó a un vecino, quien también expresó su sorpresa por el corte del suministro: “¡Pero si el otro día vinieron los de Emmasa!”. Mientras ambos se dirigían a la planta baja para comprobar los contadores, se escuchó un fuerte estampido: el suelo de la habitación donde Goyo guardaba sus herramientas se desplomó, generando un socavón que se tragó sillas, mesas y todo lo que allí se acopiaba.

Rápidamente, el presidente de la comunidad, José Francisco Pérez, y su hijo, tocaron una por una las 48 puertas del vecindario. Ya habían comunicado a la concejala del distrito Ofra-Costa Sur, Gladis de León, lo sucedido, que se personó en el lugar y movilizó a las áreas de Urbanismo, Servicios Sociales y Seguridad del Ayuntamiento, cuyos máximos responsables, Carlos Tarife, Rosario González y Evelyn Alonso, respectivamente, también hicieron acto de presencia. De hecho, ayer eran varios los residentes que agradecían la celeridad con la que se desplegaron bomberos, Protección Civil, Policía Local y personal del IMAS. “El alcalde [José Manuel Bermúdez] estuvo aquí, y fueron muy atentos con nosotros”, señalaban Rosario y Manuel, del tercer piso, que se vieron obligados a pasar la noche en la casa de su hija, en Güímar, ante el gran susto.

En el marco del operativo, se buscaron recursos en los que pudieran pernoctar quienes no tuvieran familiares en los que respaldarse en una noche tan aciaga. Así, hasta 10 familias acabaron hospedándose en el hotel Plaza, con el que el Consistorio mantiene un acuerdo para hacer frente a emergencias de este tipo. No obstante, otras puertas que también se abrieron de par en par fueron las de la Iglesia de San Antonio de Padua, y es que su párroco desde hace 29 años, don Antonio Gómez, al percatarse de lo que estaba ocurriendo -vive en la segunda planta del templo- decidió poner la capilla a disposición. Ayer se mostraba gratamente asombrado por la “tranquilidad” reinante en la evacuación, así como los gestos de solidaridad que se produjeron de manera espontánea. Hubo incluso un vecino del bloque 105 que bajó chocolate caliente para combatir el frío.

Los altavoces que habitualmente se emplean para dar el oficio religioso se convirtieron en el medio de comunicación ideal para transmitir las instrucciones de las autoridades; avisar sobre las posibilidades que había encima de la mesa, y, sobre todo, informar a los vecinos de que no podrían regresar a sus hogares hasta que se verificara que la infraestructura es segura. Entre charla y charla, en los corrillos que se formaron en la plaza de la Iglesia, los más veteranos no podían evitar recordar que debajo del edificio, hace medio siglo, habían previstas dos plantas de aparcamientos que nunca se llegaron a acondicionar, y, como solución, se introdujo tierra para rellenar el espacio que estas ocupaban. Ese mismo material, humedecido por la fuga de una tubería de agua que esta semana había detectado Emmasa, se estima que fue el que cedió, dejando una estampa que, irremediablemente, recordaba al del edificio que se desplomó por completo en Miami.

INFORMES TÉCNICOS

Por fortuna para los residentes en el bloque 102, las primeras inspecciones efectuadas por los técnicos de la Concejalía de Urbanismo, así como los peritos de la compañía aseguradora de la comunidad, apuntaban ayer a que la integridad del edificio no se ha visto comprometida, si bien las conclusiones finales de dichos expertos no se conocerán hasta, según previsiones, hoy al mediodía. Cuando se emita el escrito y se dé a conocer su contenido, las 48 familias comenzarán a vislumbrar su destino próximo, que en las últimas horas ha sido del todo difuso, tanto por el impacto de una experiencia tan poco deseable como por la incertidumbre de no saber qué va a ocurrir con sus viviendas, las cuales no solo atesoran bienes materiales, sino recuerdos y vivencias, en muchos casos, de toda una vida.

A lo largo de la mañana de ayer volvían a la plaza, a cuentagotas, los vecinos. Esperaban respuestas. Y era imposible iniciar otro tema de conversación. “¿Tú dónde te quedaste?”, “¿Al final cómo hiciste con el perro?”. El viento, que arreciaba a ratos con fuerza, sacudía las valizas colocadas alrededor del edificio, provocando un importante estruendo: “No veas qué sustos anoche”, se escuchaba decir. Los especialistas del Ayuntamiento acudieron desde primera hora, y Gladis de León, también, que, más allá de ofrecer declaraciones a los medios de comunicación, habló con los vecinos interesándose por su estado. “Lo primero para nosotros son las personas. Pueden estar seguros de que vamos a intentar que puedan volver lo antes posible”, aseguraba. Paralelamente, se hacían los trámites oportunos para que una empresa se encargara de apuntalar la entrada, de modo que quienes lo necesitaran subieran a coger ropa; les esperaba al menos una jornada más fuera de casa.

“Se está limpiando el hueco y se está apuntalando el acceso. Si el informe técnico es favorable, y todo parece apuntar a que será así, podrán volver”, declaraba a última hora de la tarde la edil. El optimismo se asomaba por momentos. “Mejor así, que haya avisado. Podría haber sido peor”. Esa ligera sensación de haber experimentado un amargo episodio que se puede enmarcar en un “susto” abría la puerta a una reflexión: de esta saldrán reforzados. No solo en el sentido arquitectónico. También como comunidad.

La desgracia del miércoles trajo consigo un único sentimiento: la solidaridad. John Harold, del octavo piso, bajó a la calle con un carrito de bebé a cuestas, acompañado de dos niños, su esposa y una familiar embarazada; aun así, todavía le quedaron fuerzas para, acto seguido, ayudar a una vecina con problemas de movilidad a llegar a la entrada del edificio. Katty, presidenta de la Asociación de Vecinos 26 de mayo y residente del bloque 104, no dudó un minuto para adentrarse en la antigua portería; es más, fue quien tomó la única foto que ha trascendido públicamente del agujero. “Luego me di cuenta de lo que había hecho y me entró el susto”, confesaba. Se coordinó con el IMAS y ha servido de nexo con quien requería apoyo.

Todos. Desde Ayoze, Besay y Atenea, que en el séptimo no escucharon nada, hasta Rosario, que en el tercero percibió un temblor en la ventana que asoció al viento, pasando por Goyo, el primer impactado por el socavón, solo aguardan por una frase: “Pueden volver a sus hogares”.

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