“Amar es cosa de valientes”, canta Jorge Drexler en su último sencillo. Y nada más lejos de la realidad. Organizaciones LGTBIQ+ de toda España han convocado estos días concentraciones y protestas por la muerte de Samuel, el joven de 24 años que el pasado sábado perdió la vida en La Coruña tras recibir una paliza mortal propinada por un grupo de jóvenes y motivada, al parecer, por su orientación sexual. Un trágico suceso que coincidió precisamente con la semana en la que el colectivo reivindica su derecho, que no es otro que amar libremente sin ser juzgado ni discriminado. Pero, ¿es un caso aislado el del chico coruñés?
En DIARIO DE AVISOS hemos querido conocer la realidad más cruda que soporta aquel que ama y mantiene relaciones sexuales con alguien de su mismo género o simplemente siente que su cuerpo es el equivocado. Y siguiendo los versos del popular compositor uruguayo, “armémonos de valor hasta los dientes” porque a continuación compartimos algunos de los testimonios que muchos tinerfeños han vivido y, desgraciadamente, siguen viviendo en el Archipiélago:
“Me acostumbré a las agresiones diarias”
Óscar creció y vivió en Ofra, uno de los barrios situados en la periferia de Santa Cruz. “Desde que tengo uso de razón, con 6 años, recuerdo las palizas que recibía en el colegio al grito de maricón, incluso sin saber qué significaba aquello. Solo recibí ayuda por parte de dos profesoras, la de inglés y, curiosamente, la de religión, a las que siempre estaré agradecido. El resto de docentes se limitaba a decir que “son cosas que pasan” o “tú provocas las peleas. Llegó un momento en el que me acostumbre tanto a las agresiones diarias que muchas veces, para tener el día tranquilo, iba directamente a pelearme para que aquello ocurriera cuanto antes”.
Lamentablemente para el joven santacrucero “esto no ha cambiado”. “Durante mi etapa en el instituto recibía todos los días insultos, collejas, me ponían la zancadilla e incluso, una vez, llenaron una botella de escupitajos y me la tiraron por encima en mitad del pasillo para que todos se rieran de mí. Me han llegado a decir comentarios como ojalá Franco estuviera vivo para que veas cómo se te acaba la mariconería o ¿no has pensado en suicidarte?“.
“Me agredieron hasta dejarme inconsciente”
Valeria es una joven trans que sobrevivió a una brutal agresión. “Un día, cuando estaba en el instituto, entré en el vestuario para cambiarme después de realizar una clase de física. Al salir, me cogieron entre varios y me pegaron una paliza. Intenté huir entre las duchas, pero volvieron a acorralarme y me agredieron hasta dejarme inconsciente. Fui encontrada por unas compañeras en el suelo del baño, mientras soltaba sangre por la boca. El centro escolar se desentendió del asunto y a los agresores no les pasó absolutamente nada”.
“¡Muérete, maricón!”
Hugo, de 25 años, nació en Murcia, pero actualmente vive en Tenerife. “Desde que era un niño, he estado en tratamiento psiquiátrico a causa del acoso continuo que he recibido durante toda mi infancia y adolescencia. Uno de los momentos más duros que recuerdo fue con 13 años. Salí del cine con unas amigas y un grupo de chicos comenzó a lanzarme botellas y refrescos gritándome bicho y maricón de mierda, entre otros insultos. Tuvimos que salir corriendo -una de tantas veces- en dos grupos porque nos siguieron riéndose y diciendo, literalmente, te vamos a reventar, maricón. A la mañana siguiente, me desperté en mi casa porque lanzaron una piedra a mi ventana en la que escribieron: MUÉRETE, MARICÓN”.
“Ojalá te mueras”
Ali reconoce que caminando sola por la calle ha recibido comentarios como “lesbiana de mierda”, “ojalá te mueras”, “prefiero que mi hijo salga drogadicto a que sea como tú”. “No ha ocurrido una sola vez, sucede más veces de lo que las personas creemos. La LGTBIfobia existe, no es una fantasía”.
“Vete a jugar con Barbies, maricón”
Cuando Jorge pasó al instituto, conoció a una amiga con la que un día fue a La Laguna a sacarse fotografías. “Todo iba bien hasta que, de repente, aparecieron unos matones que me hacían bullying durante mi época en el colegio. Solían gritarme mensajes de odio como maricón, vete a jugar con Barbies, ojalá te mueras… Ese día, se percataron de que me encontraba en un callejón sin salida y comenzaron a insultarme y tirarme piedras. Pasé mucha vergüenza delante de mi amiga porque trataba de hacer amistades nuevas y quería expresamente tal y como soy, sin miedo al qué dirán. Siempre temí ser agredido”.
“Terapias psicológicas para curarme”
Hace unos 9 años, Pablo acudió con su pareja al cine del Centro Comercial Meridiano. “Mientras estábamos de mano, nos dimos un beso y una profesora que impartía clases en mi centro educativo, que era concertado, me vio. Al día siguiente, la directora convocó a mis padres en una reunión urgente para hablar sobre mi comportamiento. Ellos pensaban que había suspendido los exámenes o había tenido algún problema, pero cuando llegaron se encontraron folletos con terapias psicológicas para curarme. Mis padres dejaron que terminara el curso escolar allí porque era mi último año, pero evidentemente la liaron parda. A raíz de eso, la directora solía dejarme en evidencia en diferentes situaciones, como no saludarme o sentarme en última fila para que apenas se me viera en mi graduación”.
“Eso no es de hombres”
Edgar también ha vivido el horror de ser reprimido por el mero hecho de ser quien es, pero, desgraciadamente, entre su propia familia. “Con 8 o 9 años, me gustaba jugar con las muñecas de mis hermanas, pero mi padre me las quitaba diciéndome que eso no es de hombres. Con el tiempo, quise maquillarme como mis hermanas y otra vez mi padre me repetía eso no es de hombres. Sin embargo, cuando quise ponerme un vestido para estar por casa, llegó lo peor. Me encerró en un cuarto en casa de mi abuela y comenzó a pegarme. Lo único que podía escuchar entre tanto golpe era que esto te pasa por ser como eres. Mi familia por parte de padre me vieron salir con un ojo morado e hicieron oídos sordos. Desde entonces, he sentido miedo a ser quien yo quiero ser. Por eso me repito una y otra vez: la familia no es la que toca, sino la que tú eliges“.
“Maricones, fuera de Canarias”
Josué reconoce que ha sufrido violencia casi a diario por su orientación sexual. Sin embargo, destaca un episodio en particular. “Hace unos dos años, estaba yendo al coche de mis amigas para ir a la playa y, de repente, un hombre vino a agredirmo al grito de maricones, fuera de Canarias. Pese a que no consiguió agredirme, siguió increpándome. Alerté a la Policía, pero cuando llegaron, el homófobo ya se había marchado”.
Lamentablemente, y para asombro de muchos, son bastantes las historias homófobas que han llegado estos días a la redacción. Palizas por parte de familiares, humillaciones, miedo a toparse con un grupo de adolescentes por la calle… La LGTBIfobia existe, y hasta que el clamor no sea al unísono, cada 28 de junio la bandera de las seis franjas de colores seguirá ondeando en las calles.