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Eduardo, el agricultor tinerfeño que llevó papas en el barco a La Palma

Natural de San Juan de La Rambla, iba a quedarse a dormir en el coche, pero un vecino de Los Llanos, “sin pensárselo dos veces”, lo acogió
Eduardo, con su camioneta, a punto de embarcar el domingo rumbo a La Palma para prestar su ayuda | CEDIDA

Se decía que la pandemia de la COVID-19 nos haría mejores personas, y cuando comenzábamos a tener dudas al respecto, estalló el volcán de Cumbre Vieja, que hizo a los canarios sacar su cara más amable y humana, con donaciones y gestos que dejarán huella en la sociedad palmera, que se ha sentido arropada como nunca. Y a ello han contribuido personas como Eduardo, un agricultor del norte de Tenerife que no se lo pensó dos veces y se embarcó el domingo hacia la Isla Bonita para echar una mano en lo que hiciera falta.

Su familia y él, naturales de San Juan de La Rambla, se dedican a cultivar papas. Cuando comenzó a salir la lava y vieron por televisión cómo devastaba todo a su paso, cuenta que “lo poco que nos quedaba por vender decidimos no venderlo, sino llevarlo a La Palma”. Así, el pasado domingo se subió al barco con la camioneta llena, además, de “algunos enseres, sobre todo ropa”. Su idea inicial era acudir al pabellón deportivo Severo Rodríguez de Los Llanos de Aridane, donde se están coordinando las donaciones, y “tratar de ayudar”.

Eduardo no había reservado plaza en ningún hotel; tenía previsto, según dice, “dormir en el coche”. Sin embargo, si hay un aspecto caracteriza a los palmeros, aparte de la calma y paciencia, es la hospitalidad: “Tuve la suerte de conocer a alguien que, sin pensárselo dos veces, me llevó a su casa”. Explica que primero entró en contacto con Jacob Alonso, el DJ que organizó hace escasas semanas una sesión de 24 horas ininterrumpidas en beneficio de los afectados por el incendio que asoló El Paso y Los Llanos en agosto.

Al comentarle cómo y dónde iba a pernoctar, el artista llamó a otro vecino, Juan Ramón, y le dijo cuál era la situación. Este no tardó sino unos minutos en llamar a su familia para anunciarles que esa noche se sentaría alguien más en la mesa. Habilitaron una cama de uno de sus hijos y le ofrecieron un techo bajo el que estar mientras colaboraba con la Isla en un momento de tanta dificultad como el actual.

Sobre lo que vio al conocer de primera mano la realidad que viven los damnificados, Eduardo indica que es “muy diferente a lo que se ve por la tele. No hay palabras para describir tanta tristeza y tanta solidaridad”, un binomio similar al que hacía referencia el joven Lucas, que tras participar en el desalojo de una casa expresaba que “jamás” había imaginado que en su furgón llevaran “la vida de una familia”.

“Estando allí [en La Palma] es complicado mantener la entereza sin que se te caiga una lágrima, cuando ves a familias que están esperando a perderlo todo”, relata el agricultor de San Juan de La Rambla. Y manifiesta su sorpresa por el recibimiento que le dieron los habitantes de la Isla Bonita: “Aun pasándolo mal, el trato de los palmeros siguió siendo exquisito”.

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