
Salvar la platanera y salvar los empleos. Cientos de agricultores, que no propietarios, quedarán a expensas del paro o en el mejor de los casos del ERTE por la devastación que la lava ha provocado en las fincas de plátano de la comarca oeste de La Palma. Los nombres y datos fiscales de los arrendatarios de estas fincas, a medias con el propietario, no figuran en los expedientes de Agroseguro, ni formarán parte de las compensaciones que, se espera, reciban los plataneros afectados por la erupción del volcán en La Palma. Cuidan las matas, sulfatan, riegan, y recolectan para cargar cajas con miles de kilos de plátanos. Todo pasa por sus hombros como trabajadores por cuenta ajena. Son cientos de casos entre los que se encuentran nombres como el de Julio, que ya tiene la certeza de que la cosecha que no es suya, pero de la que vive, y con cuyos beneficios da de comer a cuatro hijos de entre 4 y 14 años, se perderá. La finca está incomunicada y sin riego, mientras que la otra alternativa, en otra explotación de la costa de Tazacorte, está bajo la colada del volcán. “Sin el plátano no somos nadie”. “Si se pierden las explotaciones serán muchos los que buscarán trabajo en otra cosa, buscarán donde meterse y no hay para todos”. La mitad de los 30.000 euros con los que iba a vivir hasta la próxima temporada, a medias con el dueño de la explotación, se han evaporado.
Francisco Garlaz, al frente de una finca que cultiva en ecológico, relata cómo algunos propietarios están cediendo la casa y el 100% de la producción a sus arrendatarios, conscientes de la gravedad de la situación para familias que solo tienen este medio de vida. Propietarios que no están dispuestos a dejarlos desamparados. En cambio, relata, otros instan a los agricultores a meterse “en el infierno de las cenizas y el humo del volcán en los invernaderos, para quedarse con la mitad del 20% que hubiera costado la cosecha. Pero son estos hombres que trabajan por cuenta ajena los que se juegan la vida”, enfatiza. Otros pequeños agricultores han renunciado a salvar la cosecha bajo unos invernaderos a punto de colapsar por el peso de la ceniza caída durante los últimos 13 días. La justificación de esta renuncia se explica, dicen, “porque ya nos han dicho que la plataforma de distribución y comercialización a quien se los vendíamos, no quiere plátanos de La Palma”.
Las fincas trabajadas durante décadas, con las que se han pagado los estudios de los hijos, la construcción de las casas ahora sepultadas, quedarán abandonadas. “Las esperanzas son pocas”, dice uno de los afectados con su finca en El Remo. “El volcán sigue escupiendo lava y nadie puede decir cuándo va a parar esto”. “Que luchen los jóvenes; nosotros no podemos más”.