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Inteligencia y prejuicio: los planes británicos para invadir Canarias en la II Guerra Mundial

El Reino Unido preparó hasta cinco operaciones de ocupación del Archipiélago para contar con una plaza estratégica alternativa a Gibraltar si España entraba en la contienda del lado de Alemania

El Reino Unido temía tanto perder Gibraltar durante la II Guerra Mundial si España entraba en la contienda del lado de Alemania que preparó hasta cinco planes de invasión de Canarias para contar con una plaza estratégica alternativa en el Atlántico, planes minuciosamente documentados por su espionaje… pero también salpicados de prejuicios y desprecios.

“Los canarios son venales (sobornables), sumamente perezosos y desaseados en su modo de vida. Los recuerdos de la prosperidad bajo la influencia británica y una violenta aversión, no solo al régimen actual, sino en particular a la influencia alemana, provocan una expresión amplia y abierta del deseo de que Alemania invada España y de la consiguiente ocupación británica de las Islas”.

El párrafo que antecede figura en el informe sobre Canarias de 1942 del Subcomité Conjunto de Inteligencia, uno de los muchos documentos rescatados ahora de los archivos británicos de época por la investigadora de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria Marta García Cabrera para mostrar en la revista Intelligence and National Security el valor que el espionaje británico llegó a dar a la geografía física y política de los escenarios de guerra.

Lo explica la propia García Cabrera: escarmentados por sonados fiascos en Crimea y de la I Guerra Mundial, al enfrentarse al Eje los británicos se esforzaron por que cualquier operación militar tuviera el respaldo previo de una recolección detallada de datos geográficos y sociales, en la que participaban varias agencias (el Servicio Secreto, la Dirección de Operaciones Especiales, la División de Inteligencia de la Armada…) y que bebía de todo tipo de fuentes (desde espías sobre el terreno y expertos de las universidades, hasta enciclopedias, guías de viajes y novelas).

La documentación que se fue sumando a los diferentes planes de invasión de Canarias (las operaciones Chutney, Puma, Pilgrim, Adroit Y Tonic) cuando el objetivo inicial y genérico de controlar las islas se concretó en tomar el puerto de La Luz mediante una operación de desembarco anfibio en la costa oriental de Gran Canaria, muestra el nivel de detalle geográfico, topográfico, socioeconómico, militar o político que llegaron a manejar. La autora de este artículo subraya que los informes de la Inteligencia británica sobre Canarias entre 1941 y 1943 contienen una descripción “muy útil” del Archipiélago, aunque no están exentos de algunas imprecisiones (por ejemplo, sobreestimaban en cerca de un 50 % las fuerzas militares españolas sobre el terreno) y, sobre todo, trataban de “favorecer” la opción de invadir las islas sobre otras alternativas posibles para equilibrar la pérdida de Gibraltar.

Por ejemplo, cita García Cabrera, acentúan el sentimiento de “anglofilia” existente en algunos sectores de la sociedad canaria y el rechazo al régimen del general Franco, cuando si bien la población “no era predominantemente falangista”, tampoco había en las Islas “ninguna militancia antifascita real y activa”.

De ese modo, presentan un escenario donde los soldados británicos iban a ser “bienvenidos” si Londres se decidía por la invasión.

“Los canarios conocen y confían en los británicos desde hace mucho tiempo. Parece que los canarios consideran a Gran Bretaña como nos vería una de nuestras propias colonias”, dice un informe de 1941.

La óptica colonial que revela el final de esa conclusión se aprecia en los párrafos que la preceden, de nuevo llenos de prejuicios: “La población de Canarias es ciertamente española, pero el 90% de los habitantes son canarios y nunca deben ser considerados como los españoles de la Península (…) Son muy anticuados, conservadores y profundamente honestos. La gente común es asombrosamente ignorante y su insularidad oscurece cualquier sentido de distancia en relación con el tamaño del mundo”.

Al final, los estrategas del Ejército británico se decidieron por Gran Canaria, en particular por dominar el puerto de La Luz, donde, por otra parte, tenían la certeza de que se estaban abasteciendo los submarinos nazis, mientras el Gobierno de Franco se decía “neutral”.

Sin embargo, apunta García Cabrera, el escenario de la guerra cambió en 1943: las victorias aliadas en el Mediterráneo y, sobre todo, la rendición de Italia en septiembre de ese año redujeron cualquier tentación de los militares franquistas de empujar a España a entrar en la contienda y, sin esa amenaza, las Islas Canarias perdieron el interés que tenían para Londres hasta ese momento.

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