
Paula siempre ha soñado con dar la vuelta al mundo en bicicleta. Un plan que no solo fraguó, sino que comenzó. El viaje, lejos de la idea inicial, dio comienzo en compañía. Todo iba sobre cuatro ruedas -que no dos- hasta que lamentablemente su sueño, como el de numerosos terrícolas por aquel entonces, se truncó en marzo de 2020 cuando la pandemia de coronavirus irrumpió en nuestras vidas. Sin embargo, para comprender el proyecto de vida de esta videógrafa madrileña también hay que aludir al de Giorgina, una venezolana que navegó durante más de 12 años en cruceros por todo el mundo amenizando la travesía a los turistas.
Las mujeres se conocieron hace unos 7 años en aguas internacionales. La empresa de Giorgina pasaba por Brasil y Paula subió al barco para realizar unos trabajos. Pese a que ocurrió un “primer flechazo”, el actual matrimonio tuvo que separarse, pero unos meses después la temporada europea propició el encuentro de ambas en Ibiza. La animadora sociocultural regresó a su país de origen para pasar sus vacaciones y Paula, que por amor decidió posponer su periplo, fue tras ella para emprender lo que a día de hoy es su proyecto vital más relevante. Tras varios años de amor a distancia, en 2018 la pareja decidió instalarse en Tenerife porque “nos encanta Canarias” y, esta vez juntas, comenzaron a soñar.
“Estuvimos trabajando durante un año para ahorrar y poder emprender la vuelta al mundo, aunque obviamente sustituimos la bicicleta por un coche que además, en este caso, es mi favorito”, cuenta a este periódico Giorgina, que hace referencia a su Escarabajo como vehículo conductor; nada más y nada menos que un Volkswagen Tipo 1 de color amarillo del año 1971. “Se lo compramos a un grancanario llamado Raúl por un módico precio, ya que empatizó mucho con nuestra intención”, agrega. De ahí el nombre de su aventura: BeetleWoman (mujer escarabajo, en español), que plasman en sus redes sociales, donde intentan rentabilizarla.
En 2019 arrancaron motores hacia La Palma, “que apenas la conocíamos”, embarcándose posteriormente hacia el sur de la Península para visitar Andalucía, Comunidad valenciana y Cataluña. “Cruzamos hasta Francia, pero pronto tuvimos que regresar a España, en concreto al País Vasco, porque decretaron el confinamiento”, explican las viajeras, que reconocen el sentimiento de hospitalidad que percibieron de forma constante durante la época. Allí decidieron adoptar a su perro Atreyu, el tercer integrante de la expedición.
Paula y Giorgina admiten que los primeros meses fueron llevaderos porque “teníamos ahorros”, pero con el tiempo “fue duro”. “Hemos ido adaptando el coche conforme a nuestras necesidades y nuestro objetivo era parar en diferentes ciudades para trabajar y obtener ingresos”, afirman. Con la distensión de las restricciones, la pareja continuó su camino hacia Europa, llevando el Escarabajo al límite por los Alpes franceses bajo la amenaza de un nuevo toque de queda. Lograron cruzar la frontera y pisar suelo italiano, donde llegaron a colaborar en un voluntariado. Sin embargo, a pesar de la ayuda recibida por parte de sus residentes, “la COVID-19 lo complicó todo”: “Todo estaba cerrado y los casos seguían subiendo; intentamos buscar trabajo en Austria y Suiza, pero fue imposible y decidimos regresar al archipiélago canario”.
“Un viaje así te tira todos, absolutamente todos, los prejuicios”
Hace exactamente un año que las protagonistas de BeetleWoman instalaron su “campamento base” en El Hierro que, para ellas, es especial. Sumaron otro miembro a la familia, un can que rescataron en la Isla, pero no se rinden y apuestan por volver a hacer realidad el sueño compartido. Admiten que lo más complicado es enfrentarse a las inclemencias meteorológicas porque “el frío paraliza y, a veces, ni tenemos ganas de salir del vehículo”. Aunque ambas destacan con ímpetu los frutos recogidos en la carretera: “Acabas conociéndote mejor a ti misma y sientes la bondad de la mayoría de personas con las que nos hemos cruzado; solo nos hemos topado con un dos por ciento de gente mala”.
Ahora, tras más de 365 días en la Isla del Meridiano, a la que siempre considerarán “nuestra casa”, vuelven a planificar el viaje con billete de idea. Paula y Giorgina lo intentarán el próximo año y valoran iniciar la ruta, esta vez, desde África. Su deseo es pasar gran parte de su vida recorriendo el planeta, empapándose de la diversidad de culturas y ambientes hasta llegar a su idílico subcontinente: América del Sur. Y es que si algo han aprendido estas dos aventureras es que “un viaje así te tira todos, absolutamente todos, los prejuicios”.