Los episodios de calima son frecuentes en Canarias durante los meses de invierno pero en los últimos años se han registrado algunos eventos anómalos, como el que se produjo en febrero de 2020 -coincidiendo con el Carnaval- o el que tuvo lugar este mes de enero de 2022. Ambas intrusiones de calima han obligado a las instituciones a repensar los daños colaterales que puede causar el polvo en suspensión y, a su vez, a mejorar la información que se brinda para prevenir sus efectos nocivos en la población. Tanto es así, que una tarea pendiente es mejorar los avisos que la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) emite: el máximo aviso por polvo en suspensión es el “amarillo” y el único factor que se tiene en cuenta para aplicarlo es la reducción de la visibilidad.
Los avisos que emite la institución están dentro del Plan Nacional de Predicción y Vigilancia de Fenómenos Meteorológicos Adversos (Meteoalerta) y en el mismo existen varios umbrales para el viento o las precipitaciones que van de amarillo a rojo en función de la previsión de su incidencia. Sin embargo, en el caso del polvo en suspensión lo que se establece es que “cuando se considere oportuno dar aviso se le asignará el nivel amarillo (normalmente con visibilidades por debajo de los 3.000 metros”, explica David Suárez, delegado de Aemet en Canarias.
Este plan lleva ya siete versiones y durante años el equipo de la Aemet en Canarias ha propuesto modificaciones para tratar de mejorar los avisos relativos al polvo en suspensión: “Las mejoras se van realizando con el tiempo, en función a las necesidades y colaborando entre comunidades autónomas, especialmente con Protección Civil de cada región, que son quienes tienen más competencias”, expone.
La última vez que se produjo una reunión para modificar Meteoalerta, Suárez recuerda que desde Canarias propusieron nuevos umbrales para el polvo en suspensión y, además, “cambiar el paradigma respecto a este fenómeno y enfocar los avisos en función a la concentración de polvo en superficie”. Esto implicaría dejar de observar solo la disminución de la visibilidad, que es un parámetro relacionado con la aviación, para tener también en cuenta la cantidad de partículas en el aire, un parámetro que puede ser de mayor utilidad para las instituciones sanitarias y la prevención de la población.
“El nuevo enfoque que proponemos repercutirá positivamente en la población, porque hasta ahora se ha tratado la calima con un único umbral y quienes hemos vivido siempre el Archipiélago sabemos que los episodios de calima en Canarias pueden ser muy distintos entre sí”, resalta Suárez.
En concreto, la propuesta de los expertos canarios de Aemet conlleva la introducción de los nuevos niveles, amarillo, naranja o rojo, en base a la concentración de polvo. Unos niveles que han sido estudiados para Canarias específicamente. Suárez aclara que, en un principio, este cambio se esperaba que entrara para esta campaña de calima, “pero se ha retrasado un poco y ahora creemos que puede estar en el primer semestre de este año”.
2020 frente a 2022
A falta de culminar el análisis de los datos de la intrusión de polvo en suspensión de este mes de enero, los expertos de la Aemet coinciden: “La de este año será probablemente la más persistente pero si hablamos de intensidad, la de 2020 se sigue imponiendo”, apunta Suárez. Mientras, Emilio Cuevas, director del Centro de Investigación Atmosférica de Izaña de la Aemet, afirma que solo por el hecho de que en 2020 la calima “obligó por primera vez a cerrar todo el espacio aéreo, con lo que eso lleva acarreado para la aviación, ya es evidente la importancia de la intrusión de calima que hubo ese año”.
Cuevas aclara que cada intrusión se está comparando con la de 2020 porque hasta ahora mantiene el récord de partículas y también porque ha sido la que más daños económicos ha provocado, no solo por el cierre del espacio aéreo, sino también porque el polvo en suspensión “reduce mucho la capacidad de las plantas solares para generar energía”.
Por su parte, la intrusión de calima de 2022 ha “sorprendido” porque “no ha sido continua, sino que tiene como varios pulsos grandes que hicieron superar en algunas estaciones de Canarias los 1.000 microgramos por metro cúbico”, señala Cuevas. El límite establecido por la Comisión Europea es de 50 microgramos por metro cúbico de media diaria, por lo que ya en este mes de enero “se superó puntualmente unas 20 veces lo permitido de media diaria”.
Esos distintos pulsos se sucedieron durante unos seis días, lo que también fue algo inusual: “En invierno las intrusiones en Canarias no suelen ser tan largas, normalmente duran unos dos o tres días”, asevera Cuevas. Eso sí, lo que no es raro es el período en el que se ha producido la entrada de polvo en suspensión, ya que en el Archipiélago es habitual que esto ocurra durante el invierno.
Aprender a vivir con el polvo en suspensión
Las mascarillas han venido para quedarse, al menos, mientras sean necesarias. Aunque comenzaron a utilizarse de forma generalizada en 2020 a raíz de la llegada del coronavirus SARS-CoV-2, su uso se ha vuelto una protección también ante la llegada del polvo en suspensión: “Antes las mascarillas solo se veían en China o Japón, donde la población está acostumbrada a usarla contra la contaminación. Aquí se han comenzado a llevar por la pandemia y eso ayuda muchísimo”, apostilla Cuevas.
El experto rememora aquel febrero fatídico de 2020, cuando “salía del cine y me encontraba una atmósfera anaranjada o incluso rojiza producida por el polvo”. En aquel momento le llamó especialmente la atención “ver a gente caminando por la calle o montando en bicicleta con mascarilla, porque no lo hacían por la COVID, sino porque se dieron cuenta de que la atmósfera estaba tan cargada de partículas que se tenían que cubrir la cara”.
Pero no solo la población ha tenido que aprender a enfrentarse a los episodios de calima, también las administraciones. Abel López, geógrafo de la Cátedra de Reducción del Riesgo de Desastres y Ciudades Resilientes de la Universidad de La Laguna, considera que lo ocurrido en 2020 “ha servido bastante para interiorizar la gestión del riesgo en momentos de calima y afecciones de aire sahariano, con todos sus efectos asociados, ya que son uno de los principales rasgos climáticos de las Islas Canarias”.
López señala que en este último episodio de calima ha habido “suerte” ya que ha coincidido con una borrasca, cuando en la mayoría de ocasiones lo que ocurre es que a la vez hay un incremento térmico así como altas velocidades de viento. Un cóctel que, como ya se vio en 2020, puede hacer que se originen incendios. “Todo esto significa que las afecciones de aire sahariano pueden tener una gran complejidad desde el punto de vista de la gestión en materia de Protección Civil”.
Otro de los aspectos en los que más se ha avanzado en los últimos años, añade López, es todo lo que tiene que ver con los sistemas de alerta temprana, que son “una pieza fundamental dentro del engranaje de la Protección Civil porque nos permiten, entre otras cosas, adelantarnos a un fenómeno meteorológico adverso. Afortunadamente es fácil saber cuándo nos puede afectar una calima y cuál será su intensidad, así que en función a eso se pueden tomar medidas con antelación para gestionar los efectos asociados”.