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Los guanches empezaron a transformar el ecosistema

La investigadora paleoecóloga de la ULL Lea de Nascimento afirma que recolectar o pastorear tenía un impacto en el entorno
La investigadora y su equipo deben hacer diversas catas en el suelo buscando muestras para estudiar.
La investigadora y su equipo deben hacer diversas catas en el suelo buscando muestras para estudiar.

Lea de Nascimento Reyes, que pertenece al Grupo de Investigación de Ecología y Biogeografía Insular de la Universidad de La Laguna (ULL), está especializada en paleoecología, una disciplina que consiste en describir qué especies vegetales existían en un lugar y estudiar las relaciones y el impacto humano sobre los ecosistemas insulares.

Para ello, recoge muestras a distintas profundidades del suelo y analiza componentes como los granos de polen o las partículas de carbón. “Los ecólogos en las Islas trabajamos en muchos campos distintos, somos generalistas. En mi caso, estudio el impacto humano sobre el medio natural de los ecosistemas insulares. He trabajado mucho tiempo en ecología actual, el impacto de los incendios o de los herbívoros sobre la vegetación, y desde que hice mi tesis -leída en 2014- en la línea de la paleoecología, trabajo con el impacto humano desde la prehistoria o la llegada de los primeros pobladores de Canarias hasta el periodo histórico y el actual. Describir qué pasó cuando llegaron los primeros pobladores, cómo interactuaron con la naturaleza y cuáles fueron las consecuencias en un ambiente que no había conocido humanos”.

De Nascimento, profesora ayudante doctor del Departamento de Botánica, Ecología y Filosofía Vegetal de la ULL, se desplazó a Nueva Zelanda para aprender de una de las mejores especialistas de la materia, Janet Wilmshurst, con cuyo equipo trabajó en las técnicas y métodos de investigación. Sin embargo, ha tenido que adaptar los protocolos al ámbito canario.

“Las técnicas que utilizo y los indicadores que analizo necesitan unas condiciones ambientales determinadas para que se mantengan en el tiempo, se preserven y lleguen hasta la actualidad para ser estudiados. Tienen que haber estado en determinadas condiciones y en Canarias no hay estas condiciones ideales como en otros lugares del mundo, con temperaturas más frías, con capas heladas o lagos. Por tanto, replicar las técnicas que se utilizan en Norteamérica, Europa y Oceanía no es fácil. Hemos tenido que adaptar muchos protocolos y utilizar técnicas nuevas”, destaca.

Ante la falta actual de lagos, “al principio analizamos la antigua laguna de La Laguna”, y ahora busca muestras “en los conos y cráteres volcánicos, así como pequeñas calderas, que a veces se inundan en invierno con las lluvias”. “Aunque la cantidad de muestras de polen son menores y la preservación de los restos es peor, al estar más degradados y en ocasiones no se pueden identificar, la mayor diferencia es una cuestión de tiempo. El que invierte un investigador que trabaja en zonas óptimas es mucho menor”.

Entre las muestras que obtiene del subsuelo, la investigadora se centra en partículas de polen y de carbón. “Para saber qué plantas había en el pasado en un lugar tienes que estudiar sus restos. Si en otras partes encuentran hojas o un tronco, en Canarias es complicado que se den estos hallazgos y nos toca analizar granos de polen, que se conservan relativamente bien y tienen formas específicas según cada planta. Luego también aparecen indicadores como partículas o restos de carbón, que nos dicen si hubo incendios en un determinado periodo. Normalmente esa concentración de carbón es uno de los indicadores que utilizamos para detectar la presencia humana. Cuando llegaron los primeros pobladores, inevitablemente quemaron vegetación para aclarar y tener zonas de cultivo, corroborándose esas concentraciones. Sin embargo, había incendios por incidencia de rayos o actividad volcánica y también se ven en los registros”.

Clima y aborígenes

Cuestionada por los hallazgos más sorprendentes que ha encontrado, Lea de Nascimento señala que “al principio esperábamos ver de qué manera respondía la vegetación a los cambios del clima en el pasado, y nos sorprendió detectar cómo la llegada de los guanches supuso cambios en el entorno. Cuando se pensaba que las primeras transformaciones las habían hecho los castellanos y europeos, vimos que con los aborígenes se empieza a transformar la naturaleza, ya que todo lo que hacían (recolectar, sembrar o pastorear) tenía un impacto. En cuanto a los europeos, su impacto mayor fue sobre diversas especies muy sensibles, aquellas aves que no tenían adquiridas habilidades para escapar. Los humanos, además de cazar, llegaron con perros y otras especies domésticas, así como con los roedores”.

Especialistas en arqueología, paleontología, biología, botánica o paleoecología se nutren entre sí en sus investigaciones y coinciden para llegar a las mismas conclusiones. “Con la labor de los arqueólogos y el estudio y análisis de las semillas que se encuentran en los yacimientos se sabe que el principal cereal de los guanches fue la cebada, seguida por el trigo, y también eran muy importantes los higos y algunas legumbres, que coinciden con los datos de nuestras muestras de polen”. Sin embargo, la parte temporal histórica más actual se trabaja menos, “porque nos cuesta mucho más encontrar ese material para analizar. Suelen estar en las capas más superficiales, y en Canarias ha habido poblamiento durante mucho tiempo y se ha movido el suelo para cultivar o para sorribar. Por tanto, esas capas del suelo ya no están disponibles”.

En relación a los avances que está realizando en la mejora de su investigación, figura el estudio del ADN antiguo para buscar vestigios del pasado. “Es una técnica nueva que se utiliza en otros lugares del mundo, y que en zonas frías tiene un mejor funcionamiento, ya que es como si las muestras estuvieran en un congelador. Conocer esta técnica fue la base de mi estancia postdoctoral en Nueva Zelanda: identificar restos de plantas con el ADN y ver su potencial para Canarias”, explica.

Entre otras líneas de investigación menciona las muestras biológicas de especias extintas, por ejemplo patógenos o parásitos, para conocer qué enfermedades había y pudieron afectar a la población, junto al Instituto Universitario de Enfermedades Tropicales. “Esta línea de investigación nos daría una información interesante para identificar enfermedades que se describen en las crónicas, pero de las que no se sabe muy bien cuál fue su causa. Si conseguimos encontrar e identificar virus o parásitos, podemos corroborar cómo les afectaron y se desarrollaron enfermedades infecciosas”.

Dentro de su línea de investigación también se describen las consecuencias directas de periodos o episodios de cambio climático y cómo afectaron a las especies en Canarias. “La evolución del clima, con épocas con temperaturas muy frías u otras muy cálidas, ha tenido consecuencias sobre las formas de vida en el pasado, y es interesante conocerla para extrapolarla al futuro. Sin embargo, no se puede comparar el cambio que estamos experimentando ahora con el de hace 100.000 años, cuando la Tierra vivió unas temperaturas similares, ya que son muy distintos, por la mayor velocidad a la que se está produciendo, 10 veces superior, y porque nos va a afectar a nosotros”, concluye.

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