cuadernos de la periferia

Cuando el diminutivo llega hasta una pizza hecha en Canarias

El uso frecuente del diminutivo es una de las características distintivas del español que se habla en Canarias. Lo que aún no he descubierto es si usamos el diminutivo más que antes
pizza hecha en Canarias

Hace unos años, el periodista Juan Cruz fue a comerse una pizza a un restaurante de las Islas. Cuando la camarera llegó con la comida, puso el plato sobre la mesa. “Aquí tiene la pizzita”, exclamó. “Pero si es una pizza grandísima”, pensó el escritor tinerfeño. Días después, me lo encontré en el Puerto de La Cruz y empezamos a charlar. “¿No nos estaremos pasando con el uso del diminutivo?”, se preguntó. “Creo que se podría escribir algo sobre eso”.

Yo soy muy de usar el diminutivo, pero me pareció un tema interesante y me puse a indagar. Se lo vendí a un periódico nacional, pero no sé por qué, el artículo nunca se publicó. Pasa con los freelancers que estamos a dos mil kilómetros de distancia: a veces somos como una motita de polvo para los trasatlánticos mediáticos. Aun así, aquello me sirvió para aprender que el uso frecuente del diminutivo es una de las características distintivas del español que se habla en Canarias. Y me pareció interesante rescatar la cuestión para este Cuaderno del mes de julio, a ver si nos aireamos un poco con la brisa del verano y aflojamos con las rutinas políticas del año.

“Los dependientes de ciertos establecimientos, para captar la benevolencia del cliente, son los que más tienden al uso del diminutivo”, me explicó entonces el lingüista Gonzalo Ortega. “En una panadería, es muy común que el dependiente diga: ‘Tenemos pulguitas, rosquetitos, dulcitos de varias clases. No tiene que ver con el tamaño objetivo. Se da en contextos en que uno quiere ser amable”.

Según Ortega, esta forma de congraciarse se produce en situaciones formales, como cuando uno quiere venderle algo a alguien. “Cuando los interlocutores se conocen y existe entre ellos un cierto grado de familiaridad, los panes dejan de ser panitos”, explicaba en un estudio de 2017 coescrito con el lingüista Antonio Lorenzo. “El canario trata de ser muy amable, de evitar los exabruptos. Las formas de imperativo aquí son menos frecuentes que en la península”, comentaba.

En el libro Lengua y Colonia en Canarias (1990), donde aparece el primer estudio exhaustivo sobre el uso del diminutivo en Canarias, el lingüista Marcial Morera afirma que las grandes diferencias sociales y la miseria existente en buena parte de la historia del Archipiélago “obligaban a las clases bajas a expresar su impotencia y sumisión con el ruego humildoso y el desvanecimiento empequeñecedor”. Morera traza una equivalencia con el uso del diminutivo en Latinoamérica y en algunas hablas populares de la península. “Es algo común en zonas que han sido bastante marginales”, me comentó cuando lo llamé para hablar sobre el tema.

Para Morera, el diminutivo también se utiliza en las Islas por “desvaloración”, para quitar importancia a las cosas que uno tiene. Es habitual que uno diga que tiene “unas perrillas en el banco” o “unas tierrillas en Lanzarote”, aunque se refiera a una suma importante de dinero o a un terreno muy grande. Puede ser una manera de protegernos, de no dar demasiada información. “La lengua la utilizamos muchas veces para ocultarnos o para defendernos”, afirmaba.

A veces, el diminutivo también se ha utilizado en Canarias como señal de respeto, sobre todo en las islas orientales, Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote. “Dentro de un entorno comunitario, se llama a un señor Juanito o Pepito. Es el diminutivo de respeto cariñoso”, explicaba Gonzalo Ortega. “Aunque está en regresión, porque cada generación tiene sus formas de tratamiento”.

El diminutivo puede igualmente funcionar como eufemismo, muchas veces para hablar de enfermedades, pero evitando señalar su gravedad. Morera recoge algún ejemplo real muy revelador en su libro: “Está fastidiadillo, tiene una papita en la garganta, que Dios libre y guarde, que dicen que no es cosa buena”.

Cada variedad del español tiene su forma de construir el diminutivo. En Canarias se dice “piedrita” y no “piedrecita”. O “callita” y no “callecita”. “Tienen mucho que ver con la afectividad, y a la gente le cuesta renunciar a su propia manera de construirlos”, explicaba Ortega. En América Latina van más lejos y no solo utilizan el diminutivo para sustantivos o adjetivos: uno puede vivir “allacito”, que es un adverbio, o llegar al trabajo “andandito”, que es un verbo.

Lo que aún no he descubierto es si usamos el diminutivo más que antes. Mi madre piensa que sí, igual que Juan Cruz. En cualquier caso, les deseo un buen veranito.

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