Por María P. Bonmatí.| El 19 de septiembre de 2021 un volcán situado en la zona de Cumbre Vieja estallaba en la isla de La Palma. El rugir del gigante duraría 86 días en los que el mundo miró asombrado y asustado, a partes iguales, las estampas que dejaban la lava y la ceniza a su paso. Un año después, el monstruo de lava está apagado, pero muchas de sus cicatrices aún no están cerradas. El volcán de Cumbre Vieja arrasó 1.218 hectáreas de cultivos, destruyó 1.676 edificaciones y sepultó bajo la lava 73,8 kilómetros de carretera. Durante más de tres meses, se produjo la evacuación de más de 7.000 personas. Mientras unos se iban, otros llegaban. Vulcanólogos, geólogos y especialistas de las más variopintas áreas científicas aterrizaban en La Palma para trabajar en una experiencia única. “Fue una ocasión absolutamente especial”. Quien habla es el vulcanólogo Vicente Soler Javaloyes (Jacarilla, Alicante, 1954), investigador científico del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA), dependiente del CSIC. Soler pidió la prórroga de la jubilación justo antes de que el volcán de Cumbre Vieja entrase en erupción, sin tener la certeza absoluta de que fuera a hacerlo. Su rostro se convirtió en uno de los más habituales en los medios de comunicación. Por su valía como experto y por hacerse viral debido a su gran parecido con Fernando Simón. Sólo con poner su nombre en Google, el buscador sugiere la siguiente relación: Fernando Simón. “Me hace gracia la comparación”, comentaba en una entrevista anterior con EL ESPAÑOL.
Ahora vuelve a atender a este periódico para hacer balance de todo lo vivido un año después. Está en La Palma, junto a un grupo de trabajo. ¿Trabajo? Según las informaciones que circulan, tras la prórroga que pidió, ya está jubilado. “Administrativamente, me jubilé en julio, lo cual me deja todo el tiempo para dedicarme a lo que me gusta, que es investigar”, confiesa. Vamos, que Soler sí que logró eso que dice el refrán: trabaja en lo que te gusta y no trabajarás nunca. “Lo único que ha cambiado es la remuneración, que ahora es la pensión”, bromea.
-¿Qué hace ahora en La Palma? ¿Es por el aniversario o tenemos que asustarnos?
“No, es porque han abierto una carretera que corta la lava. Es el primer corte que hay y hay aspectos interesantes para investigar en colaboración con más gente de la Península, en este caso de Burgos, y estamos en una campaña que estaba prevista ya hace tiempo. No es otra cosa”.
-En una entrevista anterior que nos concedió, vaticinó, según sus cálculos, que el final del volcán sería para Navidad [el fin se certificó el 25 de diciembre, aunque la actividad había cesado el 13 de ese mismo mes]. No pudo estar más acertado. ¿Cómo llegó a ese cálculo?
“El tremor sísmico ya venía dando signos de agotamiento. Luego también había una información y cálculos de Involcan, que en base a las tasas de emisión de SO2 (dióxido de azufre), la actividad era mucho menor. Había como un consenso entre todos los científicos de que aquello podría no llegar a Navidad, pero solo era, como se diría en castizo, el pálpito en base al análisis de unos indicadores científicos”.
-¿Cómo vivió el final de la erupción?
“El día 13 de diciembre, a las cuatro y media, cinco de la tarde, yo recuerdo que estaba con un equipo de televisión, y es cuando comienza una actividad del momento final. En Valencia sería como la traca final. En cinco horas se reacondiciona el cráter principal con la forma que tiene actualmente e, instantáneamente, finaliza la actividad. Ahí se paró para siempre. Por desgracia, el día 4 de diciembre, una semana antes, se abrió una fisura eruptiva al sur del cráter principal. En torno a esa fisura es donde aún hoy día sigue saliendo una emisión de gas un año después, que es la zona de Puerto Naos y La Bombilla. Es la peor consecuencia en términos de afección a la población que ha tenido. Es gente que tiene sus casas, sus viviendas, intactas, pero que no pueden acceder a ellas porque hay un flujo continuo de CO2. Eso a día de hoy sigue siendo así y es un problema. Un año después, amén de casi las 2.000 viviendas que hay bajo la lava, la situación es que los más afectados por ese problema no pueden regresar a su domicilio. Ese es, tal vez, el problema más candente en la actualidad”.
-¿Cómo llevaron durante los más de tres meses de trabajo el problema del SO2?
“Hubo un momento, al principio, que se emitía muchísimo gas, muchísimo SO2, que era emitido por un jet, por un chorro de tal fuerza que pasaba a la alta atmósfera. Aquí, en el entorno de la erupción, en el entorno próximo se respiraba relativamente bien. Paradójicamente, al final de la erupción, hubo menos emisión de SO2 diaria, pero se emitía ya con mucha menos fuerza y es cuando empezó, para entendernos, el gas a desparramarse por el terreno. Y ahí es cuando empeoró la calidad del aire en todo el Valle de Aridane. Es una consecuencia del final de la erupción”.
¿Hubo algún momento crítico?
“Durante los 86 días, los centros sísmicos, por llamarlos de alguna manera, no cambiaron nunca, es decir, siempre se mantuvieron ahí. Durante ese tiempo hubo muchas sugerencias y cuestiones de si podría abrirse una boca eruptiva en otra parte de la isla, porque, justamente, en esta zona, ocurrió una erupción en 1949 que tuvo un salidero de lava, paró y luego se reactivó en otra vertiente, cortando la isla en su base, en su parte inferior, en dos, de forma que hubo que abastecer a la isla por barco. Mucha gente, durante todo el proceso, preguntaba si podría suceder. La opinión era que no, porque tanto la sismicidad como la actividad era muy continuada y se mantenía en su sitio. Sin embargo, sí que es verdad que el día 24 de septiembre hay unas explosiones supersónicas y tres días después la erupción se para. Lo hace durante unas siete horas. Actividad cero. Ahí sí sospechaba si iba o no a renacer en el mismo sitio. Fue el único verdadero momento inquietante, científicamente hablando. Ese mismo 27 por la tarde, se reactivó y ya continuó siempre el proceso activo”.
-¿Se descarta la reactivación del Cumbre Vieja en los próximos años?
“Una vez me lo preguntaron en un programa de la CNN. La pregunta era: ¿cuándo se duerme el volcán? A lo cual le respondí que los volcanes se duermen en América. En el cinturón de fuego del Pacífico, son todos estratovolcanes, es decir, un volcán que crece por acumulación de sucesivas erupciones del mismo punto. En Canarias, eso solo se da en el Teide (Tenerife). Es el único estratovolcán que ahora mismo tenemos que considerar activo. Aquí, en Cumbre Vieja, que Cumbre Vieja es el nombre genérico, es como si dijéramos la cordillera costero catalana, las erupciones son monogenéticas. Salen unas pegadas a otras, pero nunca se reactivan en un periodo dentro de 50 o 100 años. Quiero decir que el volcán no se duerme, sino que se apaga. La siguiente erupción puede ser pegada, en otro lado, pero nunca se ha dado el caso de que un volcán se apague durante un año y se reactive en el mismo sitio”.
-¿Entonces, tenemos que estar atentos al Teide?
“Tenemos que estar atentos de por vida, eso es obvio, al menos a escala humana, salvo que uno sea Superman. El Teide es un sistema más complejo potencialmente, pero no necesariamente más peligroso. Lo que pasa es que no se tiene una experiencia instrumental previa. De ahí la conveniencia de mantener todas las redes de observación, porque no se sabe exactamente”.
-¿Y con qué empezaría la erupción?
“Cabe esperar que todo comience con una reactivación sísmica, que haya una sismicidad normalmente elevada, pero como no existe esa experiencia, la atención es mayor, o la incertidumbre.”
La charla con Vicente Soler está en un punto de lo más interesante. El vulcanólogo se sabe al dedillo fechas y datos de otras erupciones en el lugar. Habla de 1704, 1705, 1706, 1798, 1909. También de los conatos de sismicidad de 2001, 2004 y 2010, pero tenemos que interrumpir la conversación. Se encuentra trabajando junto a sus compañeros y tienen que seguir la travesía. Lo primero es lo primero.Son las 18.30, hora canaria, y sigue con la faena. Además, nos consta que solo han parado la faena quince minutillos para tomar un bocadillo. Si así se las gastan en una jornada de trabajo sin complicaciones, no queremos saber cómo era con el Cumbre Vieja en erupción. Bueno, sí queremos. “Dime, dónde nos quedamos”, dice cuando reanudamos la entrevista.
-Nos quedamos en que si podía haber una erupción en el Teide o en algún punto de Tenerife en los próximos años.
“Esa es una pregunta recurrente. ¿Tendrá Tenerife una erupción? Sí. ¿Se sabe cuándo? No. ¿Hay indicios de que pueda ser pronto? Pues de momento no hay indicios, porque ha habido unos pequeños enjambres muy separados en el tiempo, muy concentrados y, de momento, ahí sigue. Al fin y al cabo no deja de ser una manifestación de que es una isla volcánicamente activa!”.
Más vale hacer caso de las palabras del experto sobre el Teide y Tenerife que no considerarnos Superman. Según un estudio publicado en Bulletin of Volcanology sobre la última explosión en Tenerife, la referida por Soler de 1909, en el Chinyero, la intensidad y magnitud de la erupción fue mucho mayor de lo que se pensaba y distribuyó materiales piroclásticos (nube de cenizas o fragmentos de lava que circulan a través del aire y del vapor) muy lejos del volcán. Fue una erupción violenta que, si sucediera hoy, afectaría a autopistas, centros turísticos, hospitales y cultivos agrícolas, además de a los dos aeropuertos de Tenerife, que están dentro del rango de dispersión de las cenizas del Chinyero.
-Ayer me comentaba que está jubilado administrativamente, me imagino que si esto sucediera, volvería a la carga otra vez.
“En realidad no he dejado nunca de estar ahí. Tengo equipos monitorizando parámetros que me interesan especialmente y sigo trabajando en Tenerife y La Palma. En el Hierro ya es cuestión de retirarlo porque hacía muchos años que ocurrió. De hecho, el 10º aniversario de la erupción de El Hierro ocurrió con la erupción de La Palma en marcha. Básicamente, ahora me limito a Tenerife, La Palma y algunas colaboraciones que mantengo con Sudamérica”.
-Haciendo una retrospectiva, ¿hay algún sitio que le haya marcado de verdad?
“A mí me impresionó mucho la magnificencia de los Andes. Había leído mucho, pero nunca había estado, hasta 2004, que fue la primera vez, entonces me pareció un sitio especial donde mirar todo”.
-¿La Palma tiene parangón con algún punto de su carrera?
“No, La Palma fue una experiencia única porque era la primera vez en la historia moderna de Canarias, vulcanológicamente hablando, que se podía conjugar una observación geofísica y geoquímica con la observación misma, la observación visual de lo que allí estaba aconteciendo. Hay volcanes que entran en erupción, pero están muy lejos, no te puedes aproximar, sólo ves unas indicaciones de la sismicidad, de la energía liberada, etc. Con La Palma es que te podías acercar a cinco, seis metros de la lava. En los sitios donde había mayor flujo, además, la podías tocar, porque la superficie de la lava, aunque continuaba activa, en muchos lugares se enfriaba rápidamente. En la zona donde estaba el propio cono, había un área de exclusión de unos metros, pero es que se veía como si estuvieses ahí mismo.”
-¿Cómo era un día de trabajo en La Palma?
“Digamos que un día de trabajo normal consistía, por la mañana, fundamentalmente, en asistir a la reunión del Comité Científico Asesor. Luego, el fenómeno también requería observación directa, qué es lo que estaba sucediendo. Había una parte de la dinámica en la que no quedaba otra que contemplarla y sentirla si la querías comprender. También teníamos un permiso especial por la noche que nos permitía estar hasta avanzadas horas de la madrugada observando el comportamiento del volcán”.
-Trabajar hasta por la noche. Vamos, que de ocho horas de jornada, nada.
“Digamos que, llegado a ese punto, para toda persona que tiene interés por su trabajo, siempre hay un evento importante. Para nosotros era éste y no era cuestión de escatimar a nadie ni a uno mismo”.
-Mereció la pena entonces la prórroga de la jubilación.
“Sí. La prórroga de la jubilación es casi una cosa característica en la investigación. Al menos en el CSIC, la jubilación oficial es a los 65 años, ahora a los 66, con una prolongación que hubo, pero muchísimos investigadores piden la continuidad hasta los 70. Yo no pido la continuidad porque sospecho que va a haber erupción en La Palma, pido la continuidad porque me gusta lo que hago y quería continuar”.
-Teníamos entendido que sí había sido por La Palma.
“Decir que pido continuidad porque sospecho que va a haber una erupción… No sé, eso tendría que haber sido algo que anunciara a bombo y platillo, ¿no?”.
-Lo que también le viene con la erupción de La Palma es el fenómeno mediático. ¿Cómo se vivió eso?
“Por un lado, sorprende porque las ciencias de la tierra, en general, no gozan de unos presupuestos como la astrofísica u otras disciplinas. En nuestra actividad, normalmente, los presupuestos que el país dedica a esto son más bien modestos, por no decir muy modestos. Entonces, de repente, ese cúmulo mediático, pues sorprende mucho. Pero, por otro lado, también es una forma de darnos cuenta de que el país, España como país, está ahí. Eso de alguna forma también enorgullece, el ver la atención que el país le dedica a un fenómeno y ver cómo el país, en su conjunto, también se vuelca. En ese sentido estoy orgulloso”.
-¿No llegó a ser un poco incómodo tener que trabajar con tanta gente alrededor?
“No, porque el área de exclusión estaba limitada. En el área de exclusión entraban todos los equipos de investigación que se consideraban necesarios u oportunos. Yo nunca sentí la sensación de que alguien estuviese tan cerca de mí que molestase. Es decir, por ejemplo, el IGN tiene seis o siete estaciones; Involcan, lo mismo; nosotros dos o tres. Pero es que el terreno es muy grande. Es cierto que donde estaban los medios concentrados, pues si uno quería ir, allí se agolpaba la gente, los medios y todo eso. Pero eso es como el que va a un concierto, tiene que saber dónde va”.
-¿Entonces no hubo ningún momento crítico entre los diferentes equipos?
“Hombre, en todo conjunto de relaciones humanas siempre hay cosas mejores y peores. Con la edad todos aprendemos a sortearlas y a defendernos. Por la parte humana, yo siempre tuve el apoyo de mi institución, el CSIC, y no tengo queja que expresar, más allá de los caracteres y las características diferentes de la gente que te rodea. Pero eso, vamos, es la condición humana. Con el trabajo, el momento crítico es lo que decía del parón”.
-Un año después, ¿qué destaca de todo lo sucedido en la erupción de La Palma?
“Ahora comienza una etapa superinteresante, que es la investigación de cosas que hasta ese momento no se podían llevar a cabo porque no había ocurrido el fenómeno. Se ha abierto un año de un interesantísimo campo de investigación para muchísimas disciplinas, no solo la astrofísica o la geología, también están los biólogos con la evolución. Por ejemplo, en El Hierro fue noticia que a los pocos meses de la erupción submarina, que inicialmente acabó con toda la fauna del entorno, pues había habido un resurgir de la vida, que hasta había tiburones rondando el cono. Esto es una oportunidad única y ya es un trabajo distinto, que no tiene tanta trascendencia mediática, pero no menos interesante”.