El encendido de velas en recuerdo de los difuntos, las tertulias familiares durante la noche y el consumo de almendras, higos y vino blanco presidían la noche de finados en el sur de Tenerife el siglo pasado, una costumbre que el paso del tiempo y la irrupción de Halloween ha ido diluyéndose hasta casi desaparecer.
La comarca, que hasta el boom turístico se caracterizaba por la austeridad en sus festejos, celebraba la antesala del día de los difuntos desde el recogimiento. En las casas se encendías velas, con aceite, agua y algodón, que se dejaban flotando en un plato hasta que se apagaran, y durante la noche, a la luz de las velas, se recordaban algunos pasajes de la vida del fallecido, en la que nunca faltaban las anécdotas. Las tertulias se prolongaban hasta altas horas de la madrugada en la mayoría de casos y se acompañaban con higos porretas, almendras, castañas, higos pasados y vino blanco o mistela.
Julio Concepción, investigador y divulgador de tradiciones canarias, recuerda que, aunque en el Sur no se estilaban los ranchos de ánimas (grupos que cantaban a los muertos de casa en casa, sobre todo en Gran Canaria, a pesar del rechazo de la Iglesia), sí se escribían y se pronunciaban coplas populares dedicadas a los fallecidos, del tipo: “Yo no voy al cementerio ni que me llamen a voces, porque allí tengo a los míos y si hablo me conocen”.
Concepción recuerda que “cuando se encendía una vela por una persona fallecida, se tenía que apagar el fósforo, porque se decía que la luz de un muerto apaga la de otro, así que se prendía un fósforo por cada finado. De esa manera se transmitía el mensaje de que cada persona tiene su propia luz y lo que hay que hacer es facilitar las herramientas para que cada una desarrolle su luz individual”.
Carlos Delgado, investigador y animador sociocultural de Arona, subraya que la noche de finados no era un acontecimiento triste sino un homenaje “en positivo” a los difuntos. “Era el momento de recordar a los muertos para que no desaparecieran del todo”, destaca, aunque lamenta que una tradición tan arraigada haya perdido fuerza, “todo lo contrario de la costumbre de ir a los cementerios a enramar”.
“Muchas veces las familias estaban toda la noche, como si se tratara de un velatorio pero con un ambiente más positivo, en la que el recuerdo a la persona fallecida era el hilo conductor de las conversaciones”, explica Delgado.
Algunos municipios del Sur han previsto actos para intentar preservar la tradición del Día de los Finados. El Ayuntamiento de Arona, a través del área de Patrimonio Histórico, ha organizado una velada para mañana en la Casa de la Bodega bajo el título de Agarrando la muerte con las manos, dirigida por Juan Carlos Tacoronte, actor y narrador oral, que incluirá cuentos, música y degustación de castañas asadas y vino.
“Queremos plantear una reflexión sobre la vida y la muerte, entre cuento y cuento, y con elementos de nuestro acervo frente a la apisonadora de Halloween”, manifestó a este periódico Tacoronte.
Por su parte, el Ayuntamiento de Adeje y la Escuela Municipal de Folclore organizaron anoche, en la plaza de la Cruz del Llano, una ruta nocturna escenificada sobre las costumbres del Día de Finados. Se trata de una iniciativa producto de una investigación histórica sobre las características y los valores de esta fecha, pero también un estudio social que demuestra, por desgracia, el desconocimiento y desapego por esta tradición.
El Ayuntamiento de Granadilla de Abona celebrará mañana la Noche de Finados en la calle Arquitecto Marrero, donde se desarrollará una ruta teatral y folclórica y una exposición de fotografías relacionadas con hábitos y costumbres isleñas. El acto incluirá las actuaciones de la Agrupación Folclórica Oroval, Herederos de Chasna y la representación teatral del grupo costumbrista Thynisara, además de una exposición fotográfica.
También se darán a conocer diferentes costumbres canarias como el velatorio de los angelitos, el pedir los santos, los ranchos de ánimas, el homenaje a las madres y los rezos, informó el Ayuntamiento.