educación

Universidades para la igualdad en África

La Red CIMPI, formada por investigadores de Canarias, Cabo Verde y varios países del continente, presentó ayer el resultado de su trabajo desde 2018

Cuando Fatoumata Keita era una niña, su abuelo, agricultor y funcionario en una fábrica de algodón de Malí, la animaba a estudiar. No era algo tan habitual en un país absolutamente atravesado por el patriarcado, pero ya había hecho lo mismo con la madre de Fatoumata, que se convirtió en ingeniera. Muchos años después, esa nieta es ahora profesora del Departamento de Inglés en la Universidad de Letras y Ciencias Sociales de Bamako, tras haber hecho un doctorado sobre Literatura Americana en Senegal y una Beca Fulbright en la Universidad de Columbia. Y forma parte de la Red CIMPI, un programa para impulsar políticas de igualdad a través de la cooperación entre las universidades públicas canarias y universidades del continente africano. Ayer, algunas de sus componentes explicaron, durante un acto público en la ULL, parte del trabajo realizado desde sus inicios, en el año 2018. Las acompañaba en la mesa Lidia Cabrera, vicerrectora de Proyección, Internacionalización y Cooperación de la ULL.

Con 54 personas investigadoras y siete países participantes, incluyendo a Marruecos, Cabo Verde, Senegal, Costa de Marfil, Malí, Mauritania y España, la red ha desarrollado su labor a través del Proyecto Intrapi, cuyos objetivos son actualizar y ampliar los recursos sobre políticas de igualdad, fomentar la implicación del alumnado de cada una de las universidades, impulsar la transferencia de todo este conocimiento a la sociedad, especialmente a las ONG, el tejido productivo y los gobiernos locales; y promover el uso de las tecnologías de la información y la comunicación. Así lo explicó la profesora Inmaculada González, del Departamento de Historia y Filosofía de la Ciencia, la Educación y el Lenguaje Junto a ella, la profesora Carmen Ascanio, del Departamento de Sociología y Antropología, destacaba las publicaciones que han hecho a partir del proyecto.

“En Malí estamos muy retrasados en cuestiones de igualdad de género, pero el proyecto nos está ayudando a avanzar”, comentaba Fatoumata Keita en la sala. En su universidad, las mujeres son solo un 10% del profesorado. Y las alumnas representan alrededor del 22%. Ya fuera del acto, explicaba que pertenecer a un proyecto internacional como este le da una cierta “legitimidad” en su centro, donde ha contado con la aprobación del rector, pero que también provoca cierta resistencia de quienes piensan que está “expandiendo ideas extranjeras”, que uno de los argumentos que utiliza el machismo en Malí.

“Cuando en 2018 empezamos a trabajar en cómo integrar la cuestión del género en la universidad, nos dimos cuenta que simplemente no se mencionaba para nada”, explica Keita. “El de Malí es un patriarcado muy rígido donde los hombres se resisten a que las mujeres ocupen cualquier posición de liderazgo. En mi universidad, por ejemplo, solo hay una mujer ocupando un cargo”. Keita evita la palabra feminista, pues asegura que es una “etiqueta muy grande y pesada” para llevar en su país. “Es muy importante tener en cuenta el contexto local para el éxito de este tipo de políticas. Si no, puede que no consigas tus objetivos”. Así que ella busca estrategias. Por ejemplo, habla de “complementariedad” entre hombres y mujeres. “Así, la gente te escuchará. Si dices que en una posición administrativa, después de poner a un hombre, la siguiente debería ser una mujer, para asegurar la complementariedad, consigues una cierta paridad”.

El problema, asegura, es incluso conceptual, pues las lenguas nativas ni siquiera manejan el concepto de género y se producen muchos malentendidos. “Muchos piensan que el género solo está vinculado a la mujer y no lo ven como una relación de poder entre hombres y mujeres. Tampoco los alumnos, que repiten los códigos culturales de sus familias, con formas de ver el mundo que son iguales que las de hace muchísimos años”, explica Keita. “Pero cuando les explico lo que significa la igualdad de género o la inclusión, tener las mismas oportunidades, entonces les parece bien. Tienden a pensar que la igualdad de género significa que hombres y mujeres son lo mismo. Y no es así, porque biológicamente somos diferentes. Tenemos los mismos derechos, pero no somos lo mismo”.

En la mesa también estaba Carmelita Silva, doctora en Antropología Social y profesora de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas y Artes de la Universidad Pública de Cabo Verde, que habló de la importancia que tiene compartir el conocimiento entre universidades para impulsar políticas de igualdad. Y destacó la necesidad de hacer una transferencia de ese conocimiento a la sociedad.

En ese sentido, resaltó actividades formativas que han hecho en su universidad sobre derechos humanos o una unidad de atención psicosocial para víctimas de violencia de género.

Silva dice que, ahora, el objetivo principal es un plan de igualdad para la universidad. Entre otras cosas, analizarán las condiciones que hacen que algunas carreras, como Medicina o algunas carreras técnicas, tengan poca presencia de mujeres. Pero el panorama que nos describía ayer después del acto era razonablemente favorable: Cabo Verde ya tiene su plan de igualdad nacional y muchos planes a nivel municipal. Hay una ley contra la violencia de género que ha servido para visibilizar y luchar contra este tipo de situaciones. En su universidad hay más mujeres que hombres. Hay bastante paridad en el equipo rectoral. Y antes de este rector, hubo una rectora durante dos mandatos. “Estamos avanzando”, aseguraba.

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