Revivir la experiencia de entrar a un videoclub y llevarte “un pedazo de cine en tus propias manos” es algo cada vez más difícil. En Canarias, los locales de alquiler de películas que continúan abiertos se cuentan con los dedos de las manos. Uno de ellos es Scorpio, un auténtico templo para cinéfilos ubicado en el número 35 de la calle Álvarez de Lugo, en Santa Cruz de Tenerife, que guarda más de 16.000 películas. En DIARIO DE AVISOS hemos hablado con Agustín García, el apasionado del celuloide que ha hecho posible mantener a Scorpio como un referente del sector desde que abrió el local, en 1986.
Visitar Scorpio es descubrir un lugar con encanto e historia: desde su fachada en color chocolate, hasta los carteles antiguos que sirven para indicar cómo están colocadas las películas, pasando por el suelo en blanco y negro. La vista se va también a las dos cámaras antiguas que alberga el interior de la tienda, una de 1906 y otra, de 1939.
Dentro del establecimiento, la mejor huella del pasado es la máquina expendedora de películas, símbolo de la época más importante de los videoclubs y del comienzo del consumo del cine “a la carta”: “La gente venía de madrugada a sacar lo que les apetecía ver. Elegían entre unas 200 películas comerciales y solo necesitaban su tarjeta del videoclub para sacarlas”.
Agustín recuerda que el ritmo de trabajo era frenético durante esos primeros años del local, a finales de los años 80, lo que le llevó a tener a otras tres personas en plantilla. Poder ir al videoclub y coger una película en las manos para verla cuando quisieras, aunque no estuviera en el cine, era toda una novedad, por lo que las colas duraban horas cuando había estrenos. Su videoclub llegó a tener clientes de todas las Islas, personas que viajaban a Tenerife por trabajo y de paso alquilaban películas.
“Fue algo increíble, el día en que entraba la película a los videoclubs era tan importante como el momento del estreno en cines. Recuerdo con mucho cariño la llegada de Titanic, Matrix y Memorias de África. De esas películas teníamos hasta seis unidades y eso que en aquella época comprar nos resultaba más caro, pero el negocio funcionaba. Teníamos a 200 personas que deseaban alquilarlas el primer día y gestionarlo no era fácil“, rememora Agustín.
En aquellos años, en Tenerife había más de un centenar de videoclubs y solo en la zona de Scorpio se concentraban quince: “Fue un boom que la generación nacida a partir de los 2000 no imagina, con formatos en alquiler como el Betamax y VHS, hoy en día descatalogados”.
El trato y la especialización en cine, claves del éxito
A lo largo de los últimos 36 años Agustín ha tenido que hacer frente a los cambios que se han producido en la industria y que afectaron a los hábitos de consumo de cine. La primera de estas crisis llegó con la aparición de las televisiones privadas, que causó un descenso en la clientela de los videoclubs y le obligó a emprender otros negocios. Más tarde, tuvo que enfrentarse a la llegada de Internet, la televisión por cable y, por último, a la reciente aparición de plataformas digitales como HBO, Netflix o Amazon Prime.
Sin embargo, nada de esto ha podido acabar con Scorpio ni con el concepto de videoclub que Agustín siempre ha tenido en mente: “Conjugo negocio y cine. Nunca pensé en comprar más unidades de las películas de moda por el simple hecho de hacer dinero sino que buscaba tener las novedades para complacer a todos los públicos y también las películas de culto para un público que pedía más”.
Así, la profesionalización siempre ha sido importante para este palmero afincado en Tenerife. Conocer a los grandes directores de cada país, los distintos premios internacionales, las críticas de cine o incluso los argumentos de aquellas películas que podían resultar interesantes a su clientela ha sido algo indispensable para él y las personas que han formado parte de su equipo.
“Teníamos, y todavía conservamos, un público muy exigente que sabía las películas que había en el videoclub y las que podíamos traer, así que el atendimiento debía estar a la altura. Además, muchos clientes que venían buscando los últimos estrenos comerciales acababan pidiendo que les recomendáramos otros títulos. Nos gustaba acertar y que vinieran a contarnos que les había gustado la película aconsejada. Y a veces, se aficionaban al cine de autor y pedían más obras de ese director”, recuerda Agustín.
Una colección con un orden y mimo que los cinéfilos valoran
Aunque podría haberse jubilado hace unos años, Agustín sigue trabajando porque le gusta todo lo que supone tener un videoclub con una clientela fiel que le apoya. Bromea, incluso, con el hecho de que alguien le haya ‘advertido’ de que si cierra “podría pasarle algo”. Su local es frecuentado, sobre todo, por cinéfilos de todas las edades, pero también le visitan algunos nostálgicos que rememoran entre pasillos y pasillos de películas tiempos pasados.
Pero hay un factor más que obliga a Agustín a seguir al frente de Scorpio: no ve sus películas como mercancía, sino como una colección. Y eso se aprecia en el mimo con el que están ordenadas así como en su apego a ellas: “No me desprendería de la mayoría de estas películas. Solo vendo alguna de la que tengo varias unidades. Además, tengo una lista de películas que intento conseguir. Hace poco me hice con Pulgarcito (1957)”.
El incierto futuro del cine a la carta
Más de quince plataformas digitales cumplen con una función similar a la que antaño solo realizaban los videoclubs: permitirte elegir qué ver y cuándo hacerlo a través de un variado catálogo de películas. Tienen ventajas frente a los videoclubs, como el hecho de no tener que salir de casa, pero también un gran inconveniente: “Pagando la suscripción de una sola plataforma no tienes acceso a todos los estrenos ni a todo el cine. Mientras, en el videoclub puedes alquilar casi todos los estrenos y pagas solo por el alquiler de lo que ves”.
Agustín reconoce que, en el futuro, existe el riesgo de no poder acceder a las películas que se desea, ya que algunos clásicos y películas de autor no están en las plataformas y podrían desaparecer para siempre. Por eso, invita a las administraciones a crear filmotecas en las ciudades y les hace un llamamiento en Canarias: “Estoy interesado en llegar a un acuerdo para que no se pierdan estas películas, muchas difícilmente se consiguen hoy en día. Sería una pena que se perdieran”.