Hoy se celebra el Día Internacional del Cáncer Infantil, una jornada especial para padres, madres y familiares de menores y adolescentes con esta patología y que tiene como objetivo dar visibilidad sobre la realidad que viven en primera persona miles de afectados y sus allegados.
El diagnóstico de cáncer supone un auténtico shock para las madres y padres de estos menores. Fue el caso de Katerinne Oliva cuando le informaron de que su hija Isabel Aparicio tenía osteosarcoma (el cáncer de hueso más común), unos minutos iniciales en los que apenas escuchaba lo que le estaba diciendo el especialista. Sin embargo, a su lado se encontraba su hermana Carolina, enfermera oncológica en el Hospital Universitario de Canarias (HUC). Sin duda, un gran apoyo tanto para Katerinne Oliva como para la propia Isabel Aparicio, que, con el paso de las semanas, se fue empoderando y ganando el terreno a la enfermedad.
Para Katerinne Oliva todo empezó cuando en marzo del 2022 a Isabel estaba surfeando, una pasión que comparten ambas, y se rompió el húmero de su brazo izquierdo. “Tenía 15 años y se lo trataron como si fuese una rotura normal de hueso; sin embargo, después, con el tiempo, a los especialistas les preocupó que no sellara bien. Así que iniciaron varios estudios para indagar un poco más las causas de esta rotura y así se dieron cuenta de que era un osteosarcoma”.
Cuando le llamaron a la consulta para informarle del diagnóstico y los pasos a seguir, Katerinne no intuía lo que iba a pasar. “Cuando te dan un diagnóstico de cáncer, te quedas inicialmente en shock y, posteriormente, en mi caso me sentí como si estuviera en un laberinto o en un camino en el que no hay señales”, aseguró. Además de sentirse “confusa”, reconocía que tenía ese “instinto innato que debemos tener las madres y padres para sacar fuerzas, que tienes que luchar por Isabel, y no puedes mostrar tus sentimientos ante ella”.
Junto a ella en la consulta estaba su hermana Carolina Oliva, enfermera especialista en cáncer, y a la que Katerinne no duda en “agradecer su apoyo”. “He tenido la suerte de que mi hermana trabaja en oncología y me ayudó a transitar por todo este camino que estamos llevando”, explica.
Carolina “insistió en acompañarme a la consulta” y reconoció que la primera pregunta que les hizo tanto al oncólogo como a su hermana, todavía conmocionada, fue “si Isabelita se iba a morir”. “Ya una vez me explicaron todo y el esquema del tratamiento, todavía era poco consciente de lo que me estaban diciendo, no lo asimilaba del todo, seguía dándole vueltas a la idea de que podría morirse”.
Katerinne se realizó a sí misma las preguntas habituales en estos casos: “¿Porqué a mi hija?, ¿qué tipo de cáncer es?, ¿puede ser o no mortal? y ¿en qué fase estará?”. A“ahí empieza el camino de buscar respuestas. Si tiene fecha de inicio, tendrá una finalización, y tras conocer el diagnóstico, siempre deseamos que ojalá se haya cogido a tiempo”. “Hace años asimilábamos cáncer con muerte, pero ahora, con los avances, hay más posibilidades de recuperación según el momento en el que se detecte”, reconoció.
“Ha sido duro”

A su lado, Carolina Oliva escuchaba el relato de su hermana. Como enfermera en el Hospital de Día Oncológico del Hospital Universitario de Canarias (HUC) ha pasado por experiencias similares, pero, en esta ocasión, la paciente era su sobrina. “También ha sido una situación muy dura para mí”, reconoció en su doble vertiente de familiar y sanitaria.
“Me ha tocado callar mucho más de lo que hubiera querido, por el hecho de no añadir más dudas e ideas que pudieran generar contradicciones y temor de lo que la situación ya de por sí genera”, admitió. Por tanto, “he tenido que esperar como evolucionaba la enfermedad por sí sola, y también prestando mi apoyo a Katerinne y a Isabel”.
Cuestionada por cómo se encuentra ahora mismo de su tratamiento, Carolina destacó que “ella está muy animada, porque solo le quedan dos ciclos de quimioterapia y tiene muchas ganas de que todo termine”.
Considera que “Isabel se lo ha tomado todo muy bien desde que supo la noticia, con calma, con el desconocimiento también de una adolescente sobre esta enfermedad”, pero destacó que “se ha tomado el cáncer siempre con alegría y optimismo”. “Si hay una cosa que he aprendido es que los niños lo viven de una manera más natural, es una enfermedad, mientras que somos los adultos los que lo dramatizamos. Ellos se toman las cosas de otra forma y también ayudan a su entorno a sobrellevar la situación”, explica.
“Voy a superarlo”
Por su parte, al hablar con la joven Isabel Aparicio nos sorprende su madurez pese a sus 16 años. Ajena a la charla anterior, nos atiende irradiando una felicidad e ilusión contagiosas. “Estoy bien y contenta porque ya me quedan dos sesiones de quimio y ahí sí que habré podido con el cáncer. Voy a poder con todo a lo que me enfrente de aquí adelante”, afirmó.
Reconoció que fue ella quien le preguntó a su madre si lo que tenía era cáncer. “La noté que estaba bastante triste y preocupada”. Tras el primer impacto, “tomé fuerza y dije ‘vale, tengo esto, pero lo voy a superar, mientras mi familia esté a mi lado”, destacó Isabel.
Hasta el momento ha sobrellevado bien la enfermedad, “aunque he tenido alguna recaída, y que lloremos en algún momento”. Físicamente los tratamientos de quimioterapia le han hecho perder peso y comenzó a perder el pelo, “pero fui yo la que decidió rapármelo antes de que se cayera”, destacó.
Isabel valoró todo el “apoyo y complicidad” que ha recibido de su familia, y en especial de su tía Carolina, a la que acudía con “cualquier duda que me surgía y me ha respondido”. En ese aspecto, destacó, “ha sido una gran ayuda y apoyo”. Cuestionada por lo que ha supuesto tener un cáncer y lo que le ha cambiado la vida, indicó que “tuve que dejar de acudir al colegio y estoy estudiando desde casa. He tenido que repetir cuarto de la ESO porque me pilló todo en medio del curso y los tratamientos de quimioterapia me impidieron continuar”.
Y en cuanto a la reacción de su grupo de amigos y compañeros de clase, se sinceró y afirmó que “perdí algunos que creía mis amigos, pero también recuperé a otros con los que nunca había tenido esa confianza. Es decir, por una parte me di cuenta del cambio tan brusco en mi vida, que te viene todo de un día para otro, pero a la vez esta situación ha puesto en mi vida personas que ahora son un pilar en ella”, finalizó, en alusión a los profesionales y compañeros que ha conocido en Pequeño Valiente.
En el transcurso de los actos celebrados en La Laguna por la Asociación Pequeño Valiente, Isabel Aparicio fue la encargada de leer el manifiesto Una mejor supervivencia es posible, en el que agradeció el papel de los cuidadores, familiares, sanitarios, psicólogos, docentes, trabajadores sociales y voluntarios.
Casi 1.200 casos y 200 fallecidos en España; unos 60 en las Islas
El cáncer es la segunda causa de muerte de niños y adolescentes según la Sociedad de Hematología y Oncología Pediátrica. Cada año afecta a unos 1.200 niños, unos 60 en Canarias. Lamentablemente fallecen casi 200 menores. Las familias insisten en que no se trata de una enfermedad rara y piden investigación.
Desigualdad en la curación entre los países ricos, el 85%, y pobres, el 20%
El cáncer infantil comprende numerosos tipos de tumores diferentes que se desarrollan en este grupo de población. Los más comunes son las leucemias; seguidas de los tumores de encéfalo y otros del sistema nervioso central; los linfomas; los tumores sólidos, como el neuroblastoma; los tumores de riñón, o los tumores de hueso malignos.
No se conocen las causas de la mayoría de los cánceres infantiles. Cerca del 5% de todos los que afectan a menores son causados por una mutación hereditaria (una mutación genética que puede transmitirse de padres a hijos).
Por lo general, en el cáncer infantil no existe la prevención primaria, ni detección mediante cribado, como en los adultos.
En los países de ingresos altos, más del 85% de los niños y adolescentes afectados de cáncer se curan, pero en muchos países de ingresos medianos y bajos la tasa de curación desciende incluso al 20%.
Muchos de estos fallecimientos son evitables y se producen a consecuencia de la falta de diagnóstico, los incorrectos o tardíos, las dificultades para acceder a la atención sanitaria o el abandono del tratamiento.
Por tanto, la Organización Mundial de la Salud aboga por una iniciativa mundial con el objetivo de alcanzar una tasa de supervivencia del 60% para los menores con cáncer hasta 2030, reduciendo el sufrimiento y salvando un millón de vidas más.