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El encanto de más de medio siglo en el Puerto de La Cruz

Sandra, Tomás y Elvira Gutiérrez son primos y hermanos, y juntos trabajan en la ‘histórica’ boutique frente al muelle portuense, fundada hace 53 años por su padre y tío, Jesús ‘Borbolla’
El encanto de más de medio siglo en el Puerto de La Cruz

El Encanto nació en pleno boom turístico de Puerto de la Cruz. Allá por los años 70 del pasado siglo, cuando viajar era solo para unos pocos afortunados y Canarias era lo más parecido a un paraíso. En ese momento, Jesús Gutiérrez, conocido como Borbolla, decidió montar una tienda de ropa femenina y para niños.


Lo hizo después de volver de Galicia, tras su carrera como jugador del Celta de Vigo, donde “hizo unas perritas” y cuando regresó, pasados los años 50, y con el dinero que había ahorrado, se inició como empresario. Primero abrió una tintorería, luego una sucursal de Cortefield en la avenida Emilio Luque, en La Orotava, su municipio natal, hasta que finalmente apostó por el Puerto de la Cruz. Fue un municipio que siempre le gustó y donde también jugó al fútbol como miembro del Club Norte, que agrupaba a los mejores jugadores de la comarca en el campo El Peñón. Allí, hace 53 años, abrió la boutique El Encanto, ubicada frente al muelle portuense, y la única del ramo que sobrevive, ya que otras, incluso emblemáticas, y muy próximas, como los grandes almacenes ubicados frente al cine Chimisay, en la calle San Juan, o Galerías Liz, no tuvieron la misma suerte.


Jesús Gutiérrez fue un visionario en todo sentido y rompió estereotipos para la época. Era bastante moderno, incluso para vestirse. “Siempre le gustaron los tenis y los colores en la ropa que llevaba, era una persona como muy avanzada para su época”, cuenta su hija Sandra. Falleció en septiembre del año pasado pero su sobrina, Elvira, y dos de sus cuatro hijos, Sandra y Tomás, siguen con el negocio “que fue su vida y su gran ilusión”.


Elvira empezó a trabajar con sus tíos desde muy joven. Estaba en el colegio y cuando salía de clase, por las tardes, bajaba al Puerto con ellos porque “le encantaba la tienda”. Y allí lleva toda la vida. “Me encanta ir a ver los muestrarios, comprar, hacer escaparates y el trato con el cliente. Me encanta mi trabajo y aquí estoy”, subraya.


Su prima se incorporó al negocio en el año 93, aunque primero empezó en una tienda más pequeña que tenía su padre en la calle San Juan. En realidad estuvo allí desde que nació, porque pasaba las tardes en la cuna parque mientras su madre atendía la tienda.
Tomás fue el último en formar parte del equipo al seguir la huella futbolística de su padre. Empezó jugando en la UD Orotava, juego en el Barcelona B, el Hércules CF, de Alicante, El Linense CF y la UD Realejos. Su carrera deportiva la terminó donde empezó.


A partir de ahí comenzó su carrera laboral y no dudó en hacerlo en la boutique.


Jesús le contaba a sus hijos que se sentaba muchas veces en la acera de enfrente para ver por cuál de las dos pasaba más gente y así comprobó que pese a ser la misma calle, la de su local corría con ventaja. “Es verdad y es una cosa curiosa”, asiente su hija. Le gustó la esquina por la vista al muelle, el gran escaparate con el que cuenta y la cercanía a la Plaza del Charco, así que no dudó en comprarlo.


Contar con la propiedad facilitó mucho las cosas durante la pandemia. Igual que tener una clientela “muy buena y muy fiel”.


“En nuestro caso se volcaron y respondieron súper bien, y desde que se nos permitieron volver a abrir, lo hicimos y empezamos a trabajar muy bien”, apostillan las dos primas.
Su secreto para ser un referente en el comercio local todos estos años, igual que ocurre con casi todas las tiendas pequeñas, es el trato que se le da al cliente, “porque los centros comerciales están muy bien para la gente joven, es otro estilo, aquí ofrecemos otra cosa”, apunta Elvira.


También influye la situación en la que se encuentra el municipio, sobre todo en el último año. “Hay muchos eventos y eso repercute en el comercio porque es una cadena. Ha habido mucho turismo y hemos trabajado muy bien toda la temporada de invierno aunque nuestra clientela es, en su mayoría, gente de aquí”, sostiene Sandra.


Elvira comparte la visión de su prima. “Está más limpio y sobre todo, tiene vida”. Ella también fue testigo de la época dorada del primer municipio turístico de Canarias. “Pero ese turismo de tanta calidad, ya no existe, ahora es diferente. Entre otras cosas, porque hoy puede viajar todo el mundo y en esa época solo lo hacía quien tenía poder adquisitivo”, matiza.


Los tiempos cambian y ellos también tuvieron que hacerlo con su negocio. El Encanto estaba más enfocado al turismo que llegaba a la ciudad, pero con la aparición de los centros comerciales se vieron obligados a ofrecerle otras alternativas diferentes a su clientes, así que apostaron por las marcas, las tallas y una atención más especializada.


Y ese ha sido el secreto de haber permanecido en el sector tantos años. Pero no se quejan, todo lo contrario. “Seguimos en la lucha y eso es lo que hay que hacer, porque tenemos todavía ilusión por nuestro trabajo”, coinciden los tres.

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