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Gabino Diego: “Actuar es como una carrera de coches; te ofrezcan conducir un Ferrari o te den un 600, tú debes hacerlo lo mejor posible”

El actor madrileño es uno de los homenajeados en la tercera edición de la Muestra de Cine Español de Tenerife
Gabino Diego participará el miércoles en un encuentro con el público en La Laguna, en Multicines Tenerife, donde además se proyectará 'El viaje a ninguna parte'. / Sergio Parra

Los Multicines Tenerife, en La Laguna, vuelven desde hoy sábado (19.00 horas) a ser la sede de un foro cinematográfico dedicado al séptimo arte hecho en España. Organizada por estas salas de exhibición y la Asociación Cultural Charlas de Cine, con el patrocinio de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Aguere y la Universidad de La Laguna, la III Muestra de Cine Español de Tenerife homenajea a Loles León y Gabino Diego con una agenda de propuestas en la que también participa Carlos Areces y durante la que, asimismo, se recordará al recientemente fallecido Carlos Saura.

Gabino Diego asistirá el próximo miércoles a un encuentro con el público, que además podrá disfrutar contemplando en pantalla grande El viaje a ninguna parte, de Fernando Fernán Gómez, hoy considerada una cinta absolutamente referencial de lo mejor del celuloide hispano que, cabe recordar, inauguró el palmarés de los premios Goya en 1987, llevándose los galardones de mejor película, dirección y guion. Sobre la Muestra de Cine Español de Tenerife, que tiene a la Fundación DIARIO DE AVISOS entre las entidades colaboradoras, acerca del cine español y, sobre todo, en relación al amor que siente hacia su oficio, versa esta entrevista con Gabino Diego.

-La III Muestra de Cine Español de Tenerife le rinde homenaje. ¿Cómo vive este tipo de reconocimientos y, sobre todo, estos encuentros con el público?
“Estoy muy contento. Especialmente, porque es en Canarias, una tierra que me encanta. Me gusta participar en estas iniciativas en las que tengo la posibilidad de dialogar con el público sobre mi trayectoria. Puedo comentar anécdotas que sucedieron en algunos rodajes, por ejemplo, en el de El viaje a ninguna parte (Fernando Fernán Gómez, 1986), que se proyectará durante este encuentro. Siempre es interesante mirar atrás y compartir esa mirada con el público”.

-Este foro cinematográfico recordará a Carlos Saura, fallecido el pasado febrero. Usted tuvo la oportunidad de trabajar con él en ‘¡Ay, Carmela!’, con la que además obtuvo un Goya. ¿Cómo era Saura en la dirección de actores? ¿Tiene algún recuerdo especial sobre ese rodaje junto a Carmen Maura y Andrés Pajares?
“Saura era un artista de los pies a la cabeza. Era todo sensibilidad. Y no solo con el cine, también con la música. Luego están los trabajos que hizo, que nos han quedado para siempre, con el flamenco, con las sevillanas, con el tango… Que me llamase para ¡Ay, Carmela! (1990) y pudiera participar en una película suya fue un lujo maravilloso. Mi personaje, Gustavete, no aparecía en la obra de teatro de José Sanchis Sinisterra en la que se basa, sino que se lo inventaron el propio Saura y Rafael Azcona. Y creo que lo escribieron muy bien. Si un papel no está bien escrito, tu trabajo como actor no puede ser bueno”.

-‘El viaje a ninguna parte’ logró, entre otros, el Goya a la mejor película en la primera edición de los premios. ¿Se hace uno pronto a la idea de la importancia de algunos films en los que trabaja o eso llega después?
“Va llegando más tarde. Ahora me suele pasar, entre las nuevas generaciones de actores y actrices, que me dicen que me envidian porque trabajé en El viaje a ninguna parte o en Amanece, que no es poco (José Luis Cuerda, 1989) o en otras películas hoy consideradas clásicos del cine español. Me siento muy afortunado por haber participado en esos rodajes, pero en el momento en el que lo hacía no era consciente de su relevancia. En El viaje a ninguna parte, por ejemplo, sabía que participaba en una película muy especial en torno a los cómicos. Trabajar con Fernán Gómez, que venía de una familia de cómicos y adoraba ese mundo, fue muy interesante. Ahí todos, desde José Sacristán a Juan Diego, de Nuria Gallardo a Laura del Sol, María Luisa Ponte y tanto otros, vivimos ese rodaje con mucha intensidad. Y luego la película ha ido cogiendo poso con el tiempo, como el vino”.

El actor regresará en mayo a Canarias para poner en escena la obra teatral ‘La curva de la felicidad’. / EP

-Se dice que 2022 fue un año excepcional para el cine español. ¿Cuál cree que es la clave de la aparición de tantas y tan buenas películas en los últimos años?
“Están surgiendo nuevos directores e intérpretes muy buenos. A mi juicio, eso se debe a que la industria del cine español cada vez es más potente. Cuando yo comencé, no existía industria. Ahora sí que la hay y eso, desde luego, da sus frutos, porque facilita dar salida al mucho talento que tenemos en España”.

-¿Qué tiene que tener un guion, un texto teatral, una historia, para que decida implicarse en sacarlo adelante?
“Busco que sea un reto. Que pueda aportarle algo a esa película, a esa obra de teatro, e intentar salir victorioso. No solo por el hecho de que aparezca mi nombre, sino, sobre todo, porque pueda hacer bien mi trabajo. Uno lo que va pidiendo es que el papel en cuestión sea interesante, que tenga muchos matices, que la historia que se cuenta sea atrayente… Interpretar a un personaje es como una carrera de coches. Hay mucha diferencia entre que te ofrezcan conducir un Ferrari o te den un 600. Pero siempre tengo que llevar el coche a la meta y debo hacerlo de la mejor manera posible”.

-¿Y ahora mismo, qué proyecto cumple esa idea, qué papel es ese reto del que habla?
“Estoy participando en una obra, La curva de la felicidad, con la que en mayo estaremos en Canarias [día 19, Teatro Leal de La Laguna; día 20, Teatro Víctor Jara, Vecindario, Santa Lucía de Tirajana]. La curva de la felicidad, de la que también se hizo una película [Luis Sola, 2011], es una obra escrita por Eduardo Galán y Pedro Gómez, que se estrenó hace 17 años. Con el tiempo, la han interpretado actores como Pedro Reyes, Pablo Carbonell, El Monaguillo…, que han ido aportando cosas al personaje que encarno yo ahora. Es una obra muy divertida y, para mí, con mucha magia. Estamos llenando los teatros porque la gente tiene necesidad de reírse. Cuenta la historia de Quino, un hombre al que ha dejado su mujer y deben vender la casa. Él no quiere hacerlo, pero al final acaban vendiéndosela a tres personas y todos conviven allí”.

-¿Qué es lo que más disfruta y lo que menos de su profesión?
“A mí me encanta actuar. En el caso del cine, durante los meses previos al rodaje leo el guion y fantaseo mucho con mi personaje. Ese momento de preparación es lo que más disfruto, porque luego el rodaje en sí es muy aburrido. Son 12 horas al día en las que estás más tiempo esperando que actuando. Eso lo llevo mal. Pero, bueno, luego, por otro lado, el cine tiene esa cosa de ver en una pantalla muy grande cómo se ha unido todo tu trabajo. Y resulta maravilloso”.

-¿Al afrontar un papel prefiere que todo esté muy concretado, muy medido y determinado de antemano, o, en cambio, prefiere que, en cierta manera, el personaje evolucione según lo prepara?
“Cuando, por ejemplo, llego a un rodaje, desde el primer día ya me sé todo mi personaje. Me lo aprendo como si fuera una obra de teatro. Aunque siempre haya que dejar un margen para la improvisación. Sí que me gusta, antes de ponernos a rodar, trabajar con el director. Comentarle las ideas que tengo sobre ese personaje y, al mismo tiempo, que me transmita las suyas”.

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