medio ambiente

Aparece un cachalote varado en una playa de La Palma tras las maniobras militares

Solo la necropsia que llevarán a cabo en los próximos días los científicos podrá confirmar si ambos sucesos tienen relación o se debe a una colisión, envenenamiento por plásticos o una muerte natural

No hay forma humana de saber con certeza aún si el fatal varamiento de un magnífico ejemplar de cachalote que apareció muerto durante la mañana de ayer en una playa de La Palma tiene algo que ver o no con las recientes maniobras que ha llevado a cabo la Armada española al sur de la provincia occidental de Canarias, la tinerfeña, pero es precisamente la celebración del Día Internacional de la Diversidad Biológica (o, si así lo prefieren, de la Biodiversidad) motivo suficiente para llevar hoy a las primeras páginas del Decano de la Prensa isleña un tema que enlaza con la importancia de proteger semejante riqueza de un Archipiélago sin cuya naturaleza difícilmente atraería a tantos millones de visitantes al año.

Será, como no puede ser de otra manera, la necropsia que en los próximos días llevarán a cabo los veterinarios de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria que forman parte de la Red de Varamientos de Canarias lo que dilucide si realmente hay relación o no entre este varamiento y tales maniobras, o si bien el cachalote en cuestión ha muerto por mor de una colisión (algo más frecuente en Canarias que en prácticamente todo el resto del planeta por lo que a estos animales se refiere) o, incluso, si su óbito es fruto de una enfermedad por ingerir masivamente plásticos, aunque no parece el caso dado que, vistas las imágenes, el cachalote parece ser un ejemplar sano.

Ni qué decir que una muerte natural tampoco se puede descartar a estas alturas iniciales de la investigación forense.

Por lo que dicen las imágenes recabadas durante la mañana de ayer en la playa de Los Nogales (término municipal de Puntallana), y a pesar de las reservas propias de tan somera inspección como es la única posible hasta ahora, todo apunta a que estamos ante un cachalote de al menos ocho metros de longitud, un tamaño propio de uno de esos adultos que se crían en las colonias existentes en aguas de Canarias y que, tras independizarse, nadan hacía zonas australes donde alimentarse para luego volver por estos lares.

El animal presenta algunas cicatrices viejas y varias manchas de sangre que a priori podrían obedecer a las derivadas del propio varamiento y el castigo contra la costa, pero ello no implica necesariamente que haya que descartar ni las maniobras ni la colisión como causa de la muerte, porque ambos casos no son necesariamente detectables a primera vista incluso cuando se trata de choques contra embarcaciones.

Siempre dentro del estricto análisis de los hechos, respecto a las manobras hay que destacar el hecho de que la Armada española optase por alejar aún más de las Islas estas prácticas después de que la prensa local (entre ellos, este periódico) divulgase las quejas de científicos canarios por la celebración de las mismas.

Ello no fue óbice, de cualquier modo, para que el primer ejercicio de las conocidas como Atlante 23, una operación conjunta del Ejército del Aire y la Armada, se desarrollase la semana pasada en aguas cercanas a Canarias y que incluía el lanzamiento de misiles aire-superficie, por mucho que -hay que insistir- finalmente se alejó de las Islas tal y como pedían los científicos aludidos, y que advirtieron de los riesgos inherentes a las mismas a la Consejería de Transición Ecológica por el posible daño que las maniobras podrían causar a la fauna marina.

No en balde, ya en 2004 el Ministerio de Defensa declaró una moratoria sobre estas actividades dentro de un radio de 50 millas náuticas desde las Islas que hasta ahora se había respetado.

Matanza
Dicha moratoria fue fruto de los incontestables resultados obtenidos por el equipo del científico Antonio Fernández, director del Instituto Universitario de Sanidad Animal y Seguridad Alimentaria (IUSA) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (Ulpgc), dado que lograron demostrar “la causa efecto” que produjo el varamiento masivo de zifios acaecida en 2002 en Fuerteventura, y que coincidió con unas maniobras navales de la OTAN en los que el uso masivo de los sonares que utilizan estos barcos generó una espantosa matanza entre este tipo de cetáceos.

Hasta 28 especies distintas de cetáceos en las aguas isleñas

En las aguas oceánicas profundas de Canarias transitan con frecuencia, y desde mucho antes que lo hicieran los humanos en tierra firme por estas Islas, importantes comunidades de cetáceos que convierten al Archipiélago en un lugar privilegiado a nivel mundial para la observación de estos animales en libertad, tal y como recuerda el mismísimo Gobierno autonómico.

La razón de esta alta biodiversidad marina está en las condiciones geofísicas del Canarias, que debido a su escasa plataforma insular dispone de altas profundidades a muy poca distancia de la costa, muy adecuadas para la vida de estos animales. Además las características oceanográficas, con rangos de temperatura de las aguas no extremas, permite el paso de animales tanto de aguas frías como de aguas templadas.

Por no hablar de la presencia en las profundidades de alimentos como los llamados calamares gigantes, que para algunas especies como zifios y cachalotes suponen un exquisito manjar que son capaces de degustar gracias a su increíble capacidad de inmersión.

Concretamente, se han documentado hasta 28 distintas especies de cetáceos, entre las que se encuentran ballenas, delfines y zifios. Esta cantidad de especies supone cerca del 80% de las existentes en el Atlántico Norte, y no pocas de ellas establecen comunidades en las proximidades de las Islas.

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