Fátima lleva más de nueve meses reclamando una plaza en una residencia para su madre María Luisa, paciente de 83 años que está ingresada en el Hospital de Ofra (comúnmente del Tórax), dependiente del Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria, sin obtener respuesta. El dramático llamamiento de esta hija se debe al hecho de que ha empeorado su salud física y mental, ya apenas come y sufre depresión. “Quiero que mi madre pueda vivir sus últimos días dignamente, y no en un lugar donde ve morir a sus compañeras (17) y una habitación que ya se le cae encima”.
Fátima, de 53 años, asegura que no puede hacerse cargo de ella por sus patologías cardíacas, pues, como explica, “he tenido dos infartos, el último el pasado mes de noviembre”, y sufre con impotencia la amarga situación que está viviendo su madre, “cada vez más desesperada”. Sin embargo, en el centro nadie les hace caso. “La trabajadora social pone mil excusas para atenderme al teléfono y nunca la he visto presencialmente”, indica; sin embargo, no ha reclamado ni denunciado la situación “por miedo a las represalias”.
María Luisa tuvo un cáncer de vejiga del que fue tratada en La Candelaria. “Y de allí la pasaron al hospital del Tórax, para que unos días se convirtieran en nueve meses”, lamentó su hija. Su salud física tras la operación oncológica evolucionaba bien, pero “el deterioro físico y mental aumenta a pasos agigantados por la depresión y la tristeza de todas las desagradables situaciones que ve alrededor”, comenta Fátima. “Está viviendo una auténtica pesadilla” en el Hospital del Tórax, recalca.
“El médico me dice que esta situación la está matando más que su propia enfermedad, ya que está tocada mentalmente viendo que están muriendo a su alrededor. Está muy desanimada. Ella me dice que ‘la siguiente voy a ser yo’ o incluso que ‘un día me voto por la ventana, yo no soporto esta situación’, lo que para mí es peor, porque este sufrimiento también va a acabar conmigo y me va a dar otro ataque al corazón”.
Su hija recalca que no es capaz de atenderla adecuadamente en casa y tras los dos infartos no puede hacer los esfuerzos que requiere su madre para ayudarla a levantarse de la cama o del sillón, “Me asfixio y canso constantemente”, manifiesta y, además, afirma que su vivienda no estará adaptada, pues no tiene una ducha.
Fátima denuncia que está cansada; primero, cuando hablaba con la asistenta social, dado que “me respondía que esperara, que estaba en lista de espera”, pero es que “en los últimos meses no se pone al teléfono, da mil excusas, al igual que cuando le pido una cita presencial”. Ayer habló con la directora del centro sobre esta situación y le respondió que no la podía ayudar: “Solo me dio el camino de denunciar a los medios esta situación”.
La matan cada día
María Luisa cuenta con una pensión mensual de 700 euros, que, como subraya su hija, “se la pueden quedar para pagar los gastos de la residencia. No quiero que nos la regalen, pero sí que pueda tener ya una plaza y abandone el Hospital del Tórax, que la está matando cada día”. Reiteró que su madre no es una persona gran dependiente, sino que “tiene una cierta autonomía. Come sola, camina sola sin necesidad de silla de ruedas o muletas, pero necesita una pequeña ayuda o supervisión, sobre todo para colocarle una doble sonda para que pueda orinar en la bolsa”.
La familia de Fátima recibió un duro golpe cuando tanto su madre como su padre se enfermaron casi al mismo tiempo, los dos de cáncer, ella de vejiga y él de leucemia ,que finalmente no pudo superar y falleció. Por tanto, reconoce que está situación que está viviendo no solo está afectando a la salud de su madre, sino a la suya propia.
Cada vez que pide una solución la respuesta es, como cuenta, “hay que esperar” y así lleva nueve meses. “Están matando a mi madre lentamente y necesito que nos den una solución. Si pudiera la tendría conmigo en casa y no estaría pasando por todo esto. Yo estoy sufriendo muchísimo. El cardiólogo me dice que si tengo otro infarto, ya no lo cuento”, sentencia.
“Estoy segura de que primero llegará la muerte que una solución”
Al Hospital de Ofra derivan a pacientes en cuidados paliativos. El origen de la depresión que tiene María Luisa es tener que ver cómo llegan compañeras a su habitación y terminan muriendo. “Si en los primeros días está animada por tener a alguien con quien hablar y que le acompañe, al par de semanas fallecen y le afecta mucho. En nueve meses ha visto morir a 17 compañeros. No tenía ningún trastorno ni deterioro mental, pero la situación la está sobrepasando, está desesperada, no quiere salir de la habitación y está dejando de comer del disgusto, ha perdido 40 kilos. Estoy segura de que primero llegará la muerte que una solución”, rompe a llorar.