María Jesús Campos tiene 47 años y tres hijos, uno de ellos con una discapacidad del 86%. Ella también sufre una discapacidad, en su caso del 76%. Vecina de Barranco Grande es una de las madres que tiene en el CEO Bethencourt y Molina su centro escolar de referencia, el mismo donde este curso, ella, ha adquirido herramientas básicas para su desarrollo personal y profesional, donde ha aprendido a escuchar y a que la escuchen, y donde le ha dado un nuevo impulso a su vida. Un cambio que se nota en su sonrisa, en la alegría con la que habla de Birmagen, el programa que le ha permitido ser más autosuficiente. “María José me llamó para ofrecerme la ayuda del programa y gracias a ella he aprendido a usar distintas aplicaciones informáticas, a buscar certificados por internet, a solicitar cita con el Ayuntamiento, con Viviendas, y también gracias a ella y Coordicanarias pude enviar toda la documentación para que me hicieran una entrevista de trabajo en Sinpromi. El proyecto me ha llenado de ilusión”, cuenta de un tirón. Porque eso es Birmagen, ilusión y empoderamiento, como lo define el alma de este proyecto piloto que Coordicanarias desarrolla en el CEO Bethencourt y Molina, María José Delgado. Allí se ha puesto en marcha la figura del integrador social, que viene a sumarse a la del educador y la orientadora, con los que ya cuenta el centro, y cuya función no es otra que ejercer de mediadora entre los alumnos, los profesores y las familias.
El de María Jesús es uno de tantos perfiles diferentes que hay en el centro escolar y que desde este proyecto piloto se ha atendido, detalla María José, que quiere ser precisa a la hora de explicar lo que hace Birmagen. “No solo hemos tratado esa vinculación a la formación, y a la búsqueda de empleo, o a reducir la brecha digital, también hemos trabajado con las familias para mejorar el rendimiento escolar, reducir el absentismo, y mejorar la convivencia familiar”. No quiere olvidarse de nadie por eso agradece la colaboración del equipo directivo, del educador social, Roboan, y de la orientadora, María Faig, que también está presente en la conversación. También agradece el apoyo de la profesoras de Primaria Jenny y Naty, y de la maestra de Secundaria, Elva.
“No solo hemos ayudado a potenciar la autonomía personal, sino que también nos dimos cuenta de que más allá de prestar esa ayuda práctica, también hacía falta una figura solo para escuchar. Muchas familias nos decían, mira hoy por lo menos me he desahogado”, cuenta María José.
El trabajo de esta integradora se ha multiplicado, y de las 30 familias iniciales a las que se iba a atender, se ha pasado a más de 70. “Ser madre no es fácil y si además tienen hijos adolescentes cuesta un poco más. Nosotros las acompañamos, les damos consejos sobre como afrontar esta etapa, pero también las ayudamos a la hora de hacer trámites, las animamos a formarse…”.
Precisamente en el apartado de la formación “nos dimos cuenta de que con las familias que interveníamos, más de la mitad no sabían lo que era la clave permanente, y nos encargamos de coger las citas para que pudieran obtenerlas”.
La intervención con familias vulnerables también ha sido posible gracias a la “alianza” que Birmagen ha establecido con los equipos de Infancia del Ayuntamiento, “un trabajo que reconozco que no me esperaba hacer, el de trabajar con las familias en riesgo. Gracias a la concejala de Acción Social, Rosario González, que nos facilitó ese contacto, pudimos trabajar con los equipos casos muy complicados”, admite la integradora social.
Sin duda estos casos han sido los más complicados de afrontar, y prueba de ellos es el agradecimientos que muchas de esas familias le han hecho llegar a María José. Así lo hizo un padre con dos hijos, que agradeció profundamente el apoyo prestado por Birmagen: “Es muy difícil definir lo que ha supuesto la labor realizada por el proyecto Birmagen y más puntualmente por la preocupación constante y sincera de la integradora social. El apoyo y el impulso que nos han dado a los niños y a mi ha sido determinante para saber que en el problema tan grave que tenemos no estamos solos y que esa cuerda tan inmensa que es el cariños en todo lo que hace nos ha dado aliento en el instante que más lo necesitamos”.
“El proyecto nació pensando en necesidades concretas y a medida que fue creciendo, nos dimos cuenta que había falta de cubrir otras como dar apoyo emocional, por ejemplo con madres que llevaban tempo sin trabajar, con título, y a las animamos a volver al mercado laboral, y se han apuntado a proyectos, y luego con Coordicanarias hemos derivados a personas con discapacidad a proyectos en los que poder encontrar empleo”.
Pero María José ha ido un poco más allá y prestado ayuda a las familias en la tramitación de ayudas como la del Ingreso Mínimo Vital, o los cheques de 200 euros que concedió el Gobierno, solicitando más de 35.
La orientadora, María Feig, escucha atenta las palabras de María José, y afirma que ella llega “donde nosotros no podemos llegar”. “Cuando empezó el proyecto -continua- nos pidió que eligiéramos familias que pudieran participar, y a verdad es que la lista era larga, así que hicimos una preselección, con familias con necesidades sociales, vulnerabilidad, y también aquellas en las que habíamos detectados una adolescencia conflictiva”.
María explica que “desde orientación hablamos con la familia, los escuchamos, pero no llegamos a problemáticas como la tramitación de ayudas, de solicitar certificados, o hasta realizar una matrícula. Birmagen nos ha aportado mucho porque también está activo en horario no lectivo, con un centro que abre por las tardes para escuchar a las familias”.
“Hay mucha gente pasándolo mal”, apunta María José, “y no solo en el aspecto socioeconómico, sino también en la parte afectiva, de acercamiento, de qué hacer con la niña adolescente…”. Por eso, parte importante del programa son las actividades de ocio inclusivo, entre las que la batucada se ha convertido en la verdadera estrella.
“Esta actividad nos ha permitido que los niños de cualquier situación se han encontrado en una actividad de música, no sola familias vulnerables. Cuando la batucada se abrió a todos los alumnos, nos sorprendimos de ver como todos los chicos, con sus distintas problemáticas, se relacionaban y generaban un grupo comprometido, que se llevan bien…Incluso la profesora de música adaptó sus clases para que la batucada formara parte de su programa. Ha sido un verdadero puente entre el centro y las familias, si hasta se han ido de gira”, comenta María.
María José no quiere dejar pasar la oportunidad de expresar lo que el proyecto ha hecho por ella. “Ha sido algo muy emotivo para mí. Todo es cuestión de ilusionar a las familias, porque todos, en cualquier momento, nos podemos encontrar desanimadas y deprimidas por cuestiones personales, no solo económicas, pero el proyecto me ha motivado personalmente al saber que he podido sacar familias adelante en todos los sentidos, sobre todo en volver a ilusionar y a empoderar a las familias”.
Desde la dirección del centro, otra María José, esta de apellido Zamorín, admite que el proyecto piloto de Birmagen ha sido como encontrar la pieza del puzzle que faltaba. “Tenemos muchos proyectos donde se trabaja con el alumnado pero siempre las familias quedan un poco ahí en tierra de nadie. Con los demás proyectos es verdad que hacen talleres, dependiendo de las necesidades de cada alumno, pero con el Birmagen se trabajan los tres pilares fundamentales que son el alumnado, los profesores y las familias”.
Admite que desconocía la figura del integrador social, y se ha sorprendido de lo bien que ha funcionado, por lo que han pedido que se reedite el proyecto.
Junto a María José Zamorín, en este proceso se encuentran la jefa de estudios, Sonia Rodríguez, y el secretario del centro, Héctor Morales.

María Jesús, la cara visible de las 73 familias que han recibido apoyo
María Jesús es la cara visible de las 73 familias que ha logrado ayudar el proyecto Birmagen, que inicialmente iba a estar dirigido a 30 familias. En su caso ha aprendido a ser más independiente y hasta ha podido encontrar un trabajo.