La prevención del alcalde, Juan Ramón Martín, y un grupo de fieles a San Agustino de las Madres, sirvió para que la pequeña figura del santo se salvara ayer de los pastos de las llamas que inopinadamente se adentraron desde lo alto de Los Frailes y calcinó fuera parte del barranco de Añavingo, donde en una pequeña cueva tiene su santuario la figura que tanta devoción despierta entre los araferos, que cada cinco años celebran desde ese barranco hasta la iglesia de San Agustín y San Bernardo, una de las romerías más singulares de Tenerife, que transita por uno de los senderos más transitados del Valle de Güímar, entre viejas galerías de agua. Añavingo es además lugar donde la flora y la fauna han creado un ecosistema casi único, con especies de mariposas que solo se pueden encontrar allí, en ese barranco encajonado entre enormes paredes, que dejó de ser el manantial del pueblo, cuando el volcán de Las Arenas (1705) sepultó su fuente.
Juan Ramón Martín lamentaba ayer que el fuego, que inicialmente parecía controlado en su municipio, saltara durante la noche del miércoles al barranco de La Laja, en la galería de San Pedro, y de allí corriera por Drago, Amance hasta llegar a Añavingo, un barranco encajonado rico por su diversidad, con especies casi únicas que será difícil de recuperar, aunque tendrán que pasar días para conocer con certeza el daño producido. Hasta anoche, los helicópteros seguían trabajando en el flanco pata impedir que las llamas se extendieran cerca de las casas en lo alto de Arafo, ya desalojados como en las zonas de Galván, Los Eres o Camino La Granja, recordó el alcalde apesadumbrado. Unas cincuenta personas fueron desalojada de esos núcleos, muchos de ellos acompañados por sus animales. El pabellón del CEO Andrés Orozco sigue abierto, junto al Puesto de Mando Avanzado, para albergar a todo aquel que no tenga familiar o amigo que lo acoja. Hasta ayer por la mañana solo cuatro personas, con sus mascotas, seguían alojadas allí.