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Casa Rural Las Vigas: “El Sureste de Tenerife también existe”

Este bello e histórico establecimiento del siglo XVIII, en Arico, ha recibido el galardón a la Excelencia en los Premios de Turismo Islas Canarias, que recogerá su propietario, Pedro David Díaz
“El alquiler vacacional nos está matando”, clama el propietario de Las Vigas. DA
“El alquiler vacacional nos está matando”, clama el propietario de Las Vigas. DA

Encontrar en las medianías de Arico, a poca distancia de la cercana Fasnia, una Casa Rural como esta es signo, si no de vitalidad, sí de resistencia en una zona de la Comarca Sureste, a 700 metros sobre el nivel del mar y amenazada por el despoblamiento. Es la Tenerife vaciada, la despoblada y menos conocida, incluso, o especialmente, por quienes residen en la Isla.

En este ámbito, Pedro David Díaz compró una propiedad en 2010 y fundó la Casa Rural Las Vigas. Una casa rural como tal, “en una construcción catalogada o precatalogada, con valor histórico”, tal y como ocurre con esta del siglo XVIII, a la que el Gobierno de Canarias le acaba de conceder el galardón a la Excelencia de los Premios de Turismo Islas Canarias, que recogerá el próximo 27 de septiembre.

Pedro David Díaz advierte de que el alquiler vacacional “estropea el destino”.
Pedro David Díaz advierte de que el alquiler vacacional “estropea el destino”.

“No al alquiler vacacional en medianías”

Pedro David Díaz llama la atención sobre el hecho de que el alquiler vacacional “haya llegado también hasta las medianías. Nos está engullendo. Mucha gente opta por la tramitación que supone el alquiler vacacional. No puede ser así. Tenemos que llevar el turismo a las zonas rurales, pero con sentido común, de la mano de las casas rurales. Estamos al límite de nuestras posibilidades y, si no se hace algo, habremos perdido una oportunidad” para recuperar patrimonio histórico, divulgarlo y generar riqueza en esa Tenerife despoblada.

Con más de 250 años de historia a sus cimientos, Las Vigas es una casa de cubierta plana y de arquitectura tradicional del Sureste. “No tiene tejado, lo cual lo atribuyo a la necesidad de aprovechar el agua. Debió ser una construcción importante, teniendo en cuenta que que, normalmente, es esta zona la gente vivía en cuevas”, explica su propietario.

Levantada sobre dos plantas, su propietario cree que la parte alta “estaba destinada, o bien a granero, o a secadero de tabaco, ya que en la zona hay un topónimo, Los Tabaqueros, y cuenta con unas ventanillas para propiciar las corrientes de aire”, asegura.

La finca tiene una superficie de 15.000 metros cuadrados, de los cuales la mitad se encuentran cultivados con listán blanco, “viticultura típica del Sur. Hacemos nuestro propio vino blanco”, cuya vendimia, precisamente, ha terminado en estos últimos días, produciendo en torno a 400 litros y con la participación de los propios residentes. “Les gusta mucho y ese es el turismo que nos interesa, con tradición real y sin paripés”, dice este geógrafo con 25 años de trabajo para la Administración Pública, en cuestiones como la ordenación del territorio.

“Además de la casa y la finca, a los visitantes les enseño en entorno, El Escobonal, Fasnia. Son zonas afectadas por el despoblamiento que tienen muchísimas cosas que mostrar. Cosas y tradiciones. A veces parece que el Sureste no existe”, reivindica Pedro David Díaz para quien “tenemos el empeño de centralizar el turismo en la misma zona y en las mismas cosas y eso es un error”.

La casa es pequeña. “Es chiquitita, para siete personas, pero solo explotamos para un máximo de cuatro, con dos habitaciones dobles, aunque tenemos autorizada una capacidad de siete. No queremos que se masifique”, asegura.

Insiste en que “lo que quiero es que se acuerden del turismo rural para impulsarlo. La ley dice que tiene que hacerse en edificaciones históricas, lo cual es un acierto porque, si no, se desvirtúa el concepto. Esto genera economía en los lugares despoblados”.

La voz de Pedro David suena fuerte y reivindicativa, como lo hará cuando reciba el premio, que también es un reconocimiento para una zona, el Sureste, y un estilo de vida que buscan apoyos administrativos y sociales para seguir en pie, al menos, otros 250 años en esa Tenerife que se despuebla, a pesar de la riqueza de su tradición, y quiere seguir viva.

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