Por Noé Ramón. El profesor de Narrativa Audiovisual y Teoría e Historia del Cine de la Universidad de La Laguna (ULL) Fernando Iturrate cree que es difícil determinar con exactitud el motivo por el que un tipo de género cinematográfico deja de gustar al público pero considera que en general suele ser por una “sobresaturación”.
Es el caso de lo ocurrido en su momento con las películas del oeste y que se estaría repitiendo con las de superhéroes, vinculadas directamente con los cómics y sobretodo a las dos grandes productoras, Marvel y DC.
En los últimos tiempos se empieza a percibir un cierto agotamiento de la fórmula y el principal ejemplo sería la película Flash, aunque Iturrate cree que aún es pronto para saber si es una tendencia definitiva o una cuestión puntual.
Un análisis inicial podría concluir con que el uso desmesurado de efectos especiales también va en detrimento de las historias, que son una parte fundamental del cómic, en los que el argumento se sitúa a la misma altura que su desarrollo visual.
“Las posibilidades que ofrece la técnica digital han volatilizado las leyes físicas y ya nada nos sorprende. Ni siquiera ver cómo un personaje de carne y hueso cae del quinto piso y se levanta como si no hubiera pasado nada”, indica el también vicepresidente de la Fundación Canaria Cine + Cómics.
El despegue de este tipo de cine se sitúa en el año 2001, “hasta entonces la repercusión había sido muy limitada pero a partir de ahí ambas franquicias se convierten en más poderosas aún y prácticamente dominan el mercado” afirma el experto, que apunta que esa fecha supuso la casilla de partida para que protagonistas nacidos en el papel como Superman, Batman, X-Men o Los Vengadores se convirtieran en habituales de la gran pantalla.
El balance que hace el profesor universitario de esta era es positivo en cuanto que Marvel y DC han realizado una labor “modélica y gigantesca”, acertada incluso en la elección de unos actores que en ocasiones acaban siendo devorados por unos efectos especiales cada vez más elaborados.
Iturrate recomienda que el uso de este tipo de técnicas no se note demasiado y se integre en la historia “porque cuando caemos en el espectáculo todo acaba siendo demasiado cansino y al final el público se aburre por muy llamativo que sea lo que se le ofrezca”.
El propio Leonardo Di Caprio advirtió que para un actor interpretar a un superhéroe puede implicar su descrédito pero lo cierto es que hay casos como el de Robert Downey Jr. que tras hacer de Iron Man vio como despegaba su carrera.
“Si un actor es bueno puede hacer el papel que le dé la gana que siempre quedará bien”, señala Iturrate en clara discrepancia con el protagonista de Titanic.
El profesor universitario cree que el tiempo ha hecho “un daño terrible” a las primeras series televisivas como Batman, Misión Imposible o Los Vengadores, propuestas que en los años sesenta se debían desarrollar en decorados interiores lo que limitaba mucho los movimientos de los actores y la propia trama.
La relación continuó en los años setenta cuando la televisión rentabilizó a personajes de cómics, tales como Hulk o Batman que se fueron volviendo más convincentes.
Pero si hay un superhéroe que rompió todas las barreras en el cine fue sin duda Superman y concretamente la primera película de finales de los setenta interpretada por Christopher Reeve. Aquel largometraje supuso un auténtico bombazo y el punto de partida de la larga saga de películas de este género que se hicieron a continuación.