Llevará tiempo evaluar todas las consecuencias derivadas del grave incendio forestal que acaba de calcinar cerca de 15.000 hectáreas en la Corona Forestal de Tenerife. Los técnicos lo han catalogado cómo el mayor incendio ocurrido en la isla en los últimos 40 años y, además, tiene el desagradable honor de ser el más grave de todos los incendios del presente año en España. El fuego se declaró en la noche del 15 de agosto en los montes de Arafo y Candelaria y en diez días se extendió imparable por un total de 11 municipios, con un perímetro de casi 90 kilómetros. Recorrió Acentejo y La Esperanza y entró en el Valle de La Orotava hasta Los Realejos. Incluso, las llamas penetraron en el Parque Nacional del Teide y quemaron unas 1.100 hectáreas de retamas en Izaña y El Portillo.
El ingeniero forestal tinerfeño Federico Grillo, director de Emergencias del Cabildo de Gran Canaria, participó como analista en el operativo de extinción y destacó la inusual voracidad de este incendio, “que lo hará uno de los más recordados”. No obstante, Grillo quitó dramatismo al siniestro pues, en su opinión, gran parte del pinar afectado “se podrá ir recuperando en unos meses”, habida cuenta de la ya conocida resistencia natural del pino canario y de la forma desigual en que avanzaron las llamas.
Sin embargo, hay algunos elementos naturales y patrimoniales que el incendio ha destruido para siempre. Una de las víctimas más emblemáticas ha sido el legendario Castaño de las Siete Pernadas, situado en Aguamansa, en los altos de La Orotava. El catalogado como uno de los árboles históricos y monumentales de Canarias, con cerca de 500 años de antigüedad, fue alcanzado días atrás por las llamas y, según han confirmado a DIARIO DE AVISOS efectivos de las Brigadas Forestales de Tenerife (Brifor), “está herido de muerte porque el fuego rodeó su base, quemó el tronco abierto y ahora se está quemando por dentro. Será muy difícil que se salve de esta. Es cuestión de tiempo que caiga”, aseguran.
Este histórico árbol, ubicado en una finca privada de la familia Arroyo, a 900 metros de altitud, ya quedó tocado años atrás a consecuencia de los temporales de viento que desgajaron varias de sus ramas gigantes, las pernadas que le dan nombre. Ahora parece que el fuego nacido en el lejano Arafo ha venido a rematarlo definitivamente, con lo que La Orotava y la isla de Tenerife van a perder un icono natural, equiparable al Drago Milenario de Icod, aunque menos famoso por el recóndito paraje en los montes de Aguamansa en el que se refugia.
El prestigioso catedrático de Botánica tinerfeño y Premio Canarias Wolfredo Wildpret no dudó en calificar, en declaraciones a este periódico, como “una de las peores noticias del incendio” la pérdida de este singular ejemplar arbóreo de más de 11 metros de altura y unos 13 metros de perímetro, que lo convierten en unos de los mayores castaños del Archipiélago y el de mayor grosor de toda España.
El origen de su nombre, castaño o castañero de las Siete Pernadas, se debe a las siete grandes ramas que nacieron de su tronco original, dejando entre ellas suficiente espacio para que en el pasado se colocara una mesa, a la cual se accedía a través de una escalera de piedra, cuyos restos aún se conservan. Bajo su amplia copa se organizaban comidas y meriendas familiares y cuentan antiguos cronistas que en su ramas fueron ahorcados algunos reos. También citan las leyendas que en los llanos donde creció este árbol hubo un bailadero o baladero, que era el lugar donde acudían los guanches en época de sequía a bailar y hacer balar sus cabras para pedir al cielo que lloviera.
Monumento natural
El periodista y escritor tinerfeño Leoncio Rodríguez, en su libro Los Árboles Históricos y Tradicionales de Canarias, dice del castañero de Agamansa: “También de antiquísimo origen, mide más de doce metros de circunferencia y a poca altura del tronco parten siete grandes gajos, todos de considerable grueso, de los que proviene el nombre de las Siete Pernadas, que hoy han quedado reducidas a cinco, pues dos han sido destrozadas por los vientos. Entre ellas había instalada en otros tiempos una mesa para cinco personas, a la que se subía por unos escalones de piedra, y en el cual acostumbraban a merendar los turistas”.
El castañero de las Siete Pernadas pertenece al exclusivo club de los árboles históricos y monumentales de la isla de Tenerife, cuyo máximo exponente es el Drago Milenario de Icod. Pero en este catálogo, elaborado en su día por el Departamento de Botánica de la Universidad de La Laguna y el Museo de Ciecias Naturales, también figuran otros ejemplares extraordinarios, como el Pino de la Virgen de los Ángeles de La Victoria de Acentejo, el Pino de Buen Paso de Icod, la Tabaiba Dulce de Los Baldíos, el Cardón de El Chorrillo, las palmeras del Camino Largo de La Laguna, el Pino de las Dos Pernadas de Vilaflor, el Drago del Sitio Litre del Puerto de la Cruz, los Viñátigos Centenarios de Tacoronte, el Pino Gordo de Arico, etc..
Es muy probable que los primeros castaños que se plantaron en Canarias fueron introducidos por los conquistadores. Narran los historiadores que el Adelantado Fernández de Lugo ordenó en las primeras décadas del siglo XVI la plantación de castaños en Tenerife, con el doble objetivo de producir frutos y madera. Se cree que uno de esos fue el castaño de las Siete Pernadas, emplazado en la finca de Aguamansa. Nauralistas y viajeros como Humboldt (1799), von Buch (1815), Wangüemert (1862) y Du Cane (1911) documentaron la existencia de un gran bosque de castaños en Tenerife, que abarcaba desde Tacoronte hasta Los Realejos. El geólogo alemán Leopod von Buch, que visitó Tenerife en 1815, escribió que los mejores castañares se encontraban en Aguamansa. Por esa época ya eran famosos algunos castaños de gran envergadura, como el del marqués de La Candia, situado en la misma Villa de La Orotava, con casi 16 metros de altura. Con el paso del tiempo el tronco se partió. Otro famoso castaño gigante ya desaparecido era el llamado El Confesionario, sito en la finca La Hondura, perteneciente al marques de La Florida. Y en esa época ya era conocido y admirado otro ejemplar cercano, el Castaño de las Siete Pernadas, un árbol monumental que ahora, tras cinco siglos en pie, agoniza por el ataque implacable de un monstruo de fuego.