Alí, David, Zora y su pareja son personas reales, aunque no quieran mostrar sus caras, ni salir gráficamente en este reportaje y miran con recelo al periodista. Todos son extranjeros y no tienen redes sociales de apoyo cercanas. Pero tampoco viven en la calle, sino en infraviviendas. Alí en Costa del Silencio con su esposa, igual que Zora y su pareja, que habitan un edificio ocupado. David, sin embargo, lo hace en un local abandonado en el Palm-Mar.
Entre ellos se ven y se saludan al entrar y al salir. “Hasta el próximo día”, se despide Zora, procedente de Países Bajos y con más de 20 años en Tenerife. Está embarazada. Levanta la mano cordial con dos plátanos.
Los que son como ellos los ven, pero, al salir a la calle, quienes deambulan por la zona miran al suelo, de frente o al infinito, como si no se dieran cuenta de que están. La realidad es que los “invisibles”, de un tiempo a esta parte, lavan su ropa en El Fraile. Un mínimo de normalidad para sus vidas.
Todo ello gracias al centro de día que han abierto Cruz Roja y el Instituto Insular de Atención Social y Sociosanitaria (IASS), del Cabildo, que permite a los usuarios tomar un desayuno, usar alguna de las tres lavadoras y tres secadoras un día por semana cada uno, ducharse y ser atendidos, ya sea por la trabajadora social, por la psicóloga o ambas.
Vehículo para asistencia sanitaria
Todo ello en el municipio de la comarca Sur en el que hay más personas en situación de calle o en viviendas que no reúnen las mínimas condiciones. Hasta 440, según los datos de Cáritas Diocesana. Por detrás están Adeje (162) y Granadilla de Abona (128).
El coordinador provincial de Cruz Roja, Rubén González, explica que el vehículo que se encuentra en las puertas del centro, que abre hasta las 20.00 horas, es para acercar a quien lo necesite a recibir asistencia sanitaria.
La falta de vivienda y de transporte no solo genera distancia del resto de la sociedad, sino que discrimina en el acceso a derechos básicos.
Todos forman parte de ese 20% de habitantes del Sur que no tienen vivienda, a pesar de contar con trabajo. Alí, con dos meses en Tenerife y un mal castellano, aunque un buen francés, lo tuvo en Los Cristianos. Zora lo perdió con el embarazo y su pareja por la COVID. David, de origen italiano y con cuatro años en la Isla, no habla de eso.
“Tengo agua en el local, pero no tengo lavadora. Por eso tengo que venir aquí”. “¿Y cómo lo haces, en guagua?”. “No, en el coche”. Dispone de vehículo, pero no de recursos para el mantenimiento o la gasolina.
Alí, sin embargo, llega desde Costa del Silencio caminando. Cansado, cuando se le pregunta sobre el tema, es más que tajante: “¿Hijos así? Gracias a Dios que no tenemos hijos”. Y punto.