Crecimos repitiendo que el agua es un líquido incoloro, inodoro e insípido, pero nada más lejos de la realidad. Si no, que se lo pregunten a El Pinalito. Cuando en 2004 cesó su actividad, la empresa propietaria, Compañía Cervecera de Canarias (CCC), señaló que uno de los motivos era la “escasa aceptación entre los consumidores”, acentuada “los últimos años” al tratarse de un agua con alto contenido en minerales.
Pero El Pinalito fue mucho más, porque, gracias a su característica etiqueta, nos recordó que Vilaflor de Chasna, uno de los 11 municipios canarios sin salida al mar, existía, en una Isla en la que la zona metropolitana acapara la mayor atención a todos los niveles. Ahora, casi 20 años después de su desaparición, de la mano de José Luis González Fumero, que fuera su encargado de siempre, es buen momento para conocer su historia.
Agua El Pinalito, un símbolo de Vilaflor
El Pinalito es una galería ubicada en Vilaflor de la que tomó el nombre la marca de agua. En los años 60, la empresa quedó constituida en un momento que no es como el actual, con un gran abanico de marcas, sino que el mercado, como recuerda José Luis, era muy reducido: “Los inicios fueron complicados, porque era un agua problemática, por su alto contenido en manganeso. El agua salía con gas en el naciente y nosotros, a la hora de embotellarla, se lo quitábamos, ese trabajo era complicado”.

El proceso era costoso, entre otras cosas, por la inexperiencia: “Para nosotros todo aquello era muy nuevo, no sabíamos, e íbamos aprendiendo poco a poco, día a día”. Muchas de las personas que la consumieron reconocen aún hoy que El Pinalito tenía “un sabor particular”, aunque no por ello la consideraban mala, ni mucho menos. Es más, en aquella época, el gusto general era por las aguas de mineralización fuerte, no como ahora, que la tendencia es a la mineralización débil.
En 1978 El Pinalito es adquirida por la Compañía Cervecera de Canarias (CCC), lo que da “un impulso a la marca”. Parte de los inversores, alemanes, estaban encantados con que el agua mantuviera su composición que, como rezaba su etiqueta, era “termal minero-medicinal” y, aseguraban, tenía propiedades para las personas que padecieran del riñón, que tuvieran reuma y, además estaba indicada para cuestiones “ginecológicas”.
“En esa época llegamos a ser unas 22 personas trabajando allí, funcionábamos muy bien”, rememora José Luis, que desvela que el mercado era ciertamente limitado, aunque ya comenzó a verse incrementado lo que, paradójicamente, llevó a la desaparición a algunas marcas: “Aquí estábamos nosotros, Fuente Alta, Firgas y San Roque, en Gran Canaria, y llegaba Solares, que era de Santander, pero acabó cerrando pese a que se vendía mucho en Canarias”.
El mercado acaba con El Pinalito
Según el comunicado de CCC citado al principio, la competencia y el gusto de los compradores puso el definitivo punto y final. Las marcas de todo tipo de bebidas apostaron por el agua, la competencia fue feroz y, además, las vías de negocio de la empresa caminaban en otra dirección.
El Ayuntamiento de Vilaflor adquirió las galerías para suministrar agua al pueblo y la vieja fábrica quedó en el abandono, mostrando una figura fantasmagórica donde antes, cuando el mercado no se había globalizado, un grupo de empresarios decidió apostar por una marca de agua cuya etiqueta, verde, permanece en el imaginario colectivo de muchos de nosotros.