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Feijóo fracasa y Sánchez sale a escena por primera vez

El rey convoca una nueva ronda de consultas el lunes y martes tras perder el candidato del PP la segunda votación en el Congreso: 177 votos en contra, 172 a favor y uno nulo
Feijóo fracasa y ahora es el turno de Sánchez de intentar la investidura
Núñez Feijóo avanzó, tras la votación perdida, que no se abstendrán en la investidura de Sánchez y que ahora sólo hay dos opciones: el "Gobierno de la mentira" o repetición electoral. | EFE

Lo que viene, tras la derrota ayer en el Congreso de Feijóo, puede ser la investidura de Sánchez o nuevas elecciones. Entramos en la recta final. Ayer acabó el prólogo y este será el epílogo.

Una cosa lleva a la otra de un salto, tras la futilidad de un mes en blanco sin votos suficientes para hacer presidente al aspirante del PP. 172 síes, 177 noes y un voto nulo de un diputado de Junts que dijo sí erróneamente. En toda esta parodia ha estado siempre presente la alargada sombra de la mano de Puigdemont, líder de Junts en el exilio, que deberá jugar ahora la última partida con Sánchez.

Por cuatro votos no es presidente Feijóo. Y en lo que resta, la votación continuará siendo ajustada. A Sánchez se le ha encarecido su investidura con la petición de los soberanistas catalanes de que dé pasos para un nuevo referéndum de autodeterminación concertado con el Estado. Esa pretensión fue abortada ya por los socialistas el pasado jueves. Ahora toca conocer el relato.

A Pedro Sánchez le cabe por entero hacer esa labor. Dar a conocer por primera vez su propio relato, que permanece inédito tras las elecciones. El fracaso previsible de su oponente en la segunda votación en el Congreso le deja toda la escena para él. Feijóo no añadió ni un voto mas a los 172 que ya tenía. Pero a Sánchez se le ha puesto más difícil la reelección, eso es evidente.

La única ventaja que tiene para el nuevo candidato (si el rey le hace el encargo tras la segunda ronda de consultas del lunes y martes) es que el sobreprecio por el pacto de Junts y ERC en el Parlamento catalán para forzarle a concederles amnistía y referéndum en el mismo paquete a cambio de ser investido permite vender exclusivamente la amnistía como un mal menor, cuando lo que quieren a la vez es nada menos que otra consulta independentista.

En el teatrillo de este trance poselectoral, los dos principales protagonistas, los líderes de los dos grandes partidos, no descubren todas sus cartas. Es cierto que una suerte de embuste domina esta investidura. Todos mienten con su verdad, la verdad de las mentiras, que diría Vargas Llosa.

La no investidura de Feijóo ha dado lugar a un subgénero político. Se dijo que parecía una moción de censura y luego una investidura como jefe de la oposición. El presidente del PP necesitaba pasar este test del oráculo para ganarse la confianza de los suyos y seguir como líder del partido. En cierta forma, el avezado político gallego ha abortado, tras superar la ordalía, un golpe interno contra él que se urdía ya entre bambalinas en su partido a raíz de los coros humillantes a favor de Ayuso frente a Génova la noche del 23J.

Feijóo ha sido acusado por la izquierda de mentiroso, tras aquellos patinazos en campaña sobre la revalorización de las pensiones, los gráficos de la economía española en el debate con Sánchez y su lapsus mental sobre la amistad con un narco gallego. Pero a Sánchez también el PP lo ha adornado con la misma tacha por sus cambios de opinión. Y ahora, por no condenar la amnistía al procés como en el pasado.

La sesión parlamentaria de ayer cerró el primer acto de esta representación. Como antes se dijo, desde hoy Sánchez tiene todos los focos para mostrar su relato. De partida, el PSOE y el PSC cierran filas contra el dos en uno de la amnistía y el referéndum.

Ahora, la amnistía parece un río con menos caudal. Pero así y todo, Sánchez ha de saber navegarlo con acierto. “Amnistía, ¿sí o no? Yo digo no. ¿Y usted? Referéndum, ¿sí o no? Yo digo no. ¿Y usted?”, espetó ayer Feijóo a Sánchez.

La farsa, el simulacro, como calificó esta investidura fallida el portavoz ocasional del PSOE, Óscar Puente, repuesto del incidente ayer en el AVE con un pasajero desquiciado por su intervención del martes, da paso al desenlace de este interludio.

Los ánimos están alterados. Tras la llamada a la rebelión de Aznar y los presagios de Ayuso sobre revueltas y manifestaciones por la amnistía, Abascal no quiso quedarse atrás y deslizó ayer una ambigua y acaso inquietante profecía: “El pueblo español tiene el deber y el derecho de defenderse”.

Cuando las crónicas de esta investidura airada se lean en el futuro ya sabremos qué pasó en España. Ahora podemos intuir que el PP tiene un mal perder (destella más acritud que Vox, todo sea dicho) y que el PSOE no tiene mejor opción que pactar y gobernar dentro de la Constitución, a sabiendas de que una vuelta a las urnas sería una moneda al aire.

La experiencia ha resultado frustrante para el PP. Cierto. Y en mitad del proceso se le cayó una hoja del árbol cuando la diputada de CC se aprestó a votar a Sánchez. La distancia con PNV ha aumentado considerablemente. Y su realidad aislada es la de un pacto a solas con Vox, una foto que convierte (quizá injustamente) a Alberto Núñez Feijóo en el líder con imagen más conservadora de la historia del partido, condenado a gobernar con la ultraderecha como único socio viable. Algo, por otra parte, que no dista mucho de la derechización que gana terreno en toda Europa. Y que dice Pedro Sánchez que es lo que justifica su empeño en sacar esta investidura a toda costa.

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