san juan de la rambla

La familia de Marisa Hernández pide colaboración ciudadana para que su crimen no quede impune

La familia de la joven asesinada hace 20 años insiste en que el homicida es del municipio y solicita a los vecinos que tengan datos que los aporten antes de que el caso prescriba
Cartel diseñado por el crimnólogo Félix Ríos para intentar esclarecer el crimen de Marisa Hernández. DA

La familia de Marisa Hernández siempre insistió en que a su asesino había que buscarlo en San Juan de la Rambla, de donde era natural la joven. Hoy, 20 años después de un crimen que conmocionó a todo el municipio y a la Isla, sigue defendiendo lo mismo y por eso solicita la colaboración de los vecinos que vieron a la fallecida por última vez o tienen datos sobre lo ocurrido, que por favor los aporten para que la investigación continúe y la causa no prescriba.


María Isabel Hernández Velázquez, a la que todos conocían como Marisa, tenía una discapacidad psíquica y la asesinaron de forma brutal. La última vez que la vieron con vida fue el 9 de septiembre de 2003. Aquel día salió de casa para hacer un recado en la tienda existente a dos calles de su casa. Como siempre, se tomó el café y compró un cupón de la ONCE pero nunca regresó. Dos días después su cadáver apareció flotando frente a la costa de Las Aguas.


La autopsia reveló que Marisa había sido víctima de una agresión sexual, cometida probablemente por más de una persona, y que había sufrido una muerte violenta. El único imputado que hubo en su momento, un vecino del municipio de 28 años que fue señalado por otra persona con discapacidad psíquica, quedó libre por falta de pruebas. Su asesino sigue libre.


Ángel Beltrán Hernández es sobrino de Marisa y portavoz de una familia que no quiere que su muerte quede impune y pide la colaboración ciudadana para unirse a la iniciativa del criminólogo Félix Ríos Abreu quien diseñó un cartel con un número de teléfono y una dirección para que todas las personas que puedan aportar algún dato de utilidad que sirvan para esclarecer el crimen lo hagan de forma anónima. “Sabemos que hay vecinos que por miedo, amenazas o implicación indirecta no han hablado hasta el momento”, sostiene.
“Al cumplirse los 20 años del suceso, únicamente se condenaría a las personas imputadas mientras que a los que tuvieron algún tipo de participación o fueron testigos de lo sucedido no les ocurriría nada”, afirma.


Ángel es hijo de Loly, la mayor de las cuatro hermanas de Marisa, para quienes el desgaste psicológico en estas dos décadas de injusticia es cada vez más intenso. A ello se suma el importante un esfuerzo económico que deben hacer para costear el abogado que lleva el caso.


Recuerda que en el caso de su tía ha habido irregularidades desde el principio, desde las labores de búsqueda hasta la contratación del primer letrado por parte del Ayuntamiento de ese momento mientras que los investigadores persisten en que sus homicidas vivían en San Juan de la Rambla y pertenecían al entorno más próximo de la joven -“siempre en plural porque es imposible que una persona sola acometa un crimen de esas características”- matiza su sobrino.


Una tesis que la familia comparte. “Quienes le hicieron eso a Marisa es porque la conocían y sabían sus rutinas, conocen el pueblo y son del pueblo, porque San Juan de la Rambla no tiene centros comerciales, grandes instalaciones deportivas u otros atractivos que te inviten a entrar. Además, es extraño que alguien de otro municipio se arriesgue a venir y ser señalado como alguien sospechoso”, sostiene Ángel Hernández Beltrán.


Pese a su dolor, Ángel Beltrán Hernández no se olvida de su tía, quien tenía 36 años pero la mentalidad de una niña de 6. Se ocupaba de tareas señaladas como tender la ropa y recoger su habitación, comía donde quería entre las tres casas próximas de la familia, “donde le gustaba más la comida, ella se quedaba. Era la niña de todos nosotros”, subraya.

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